El culto al cuerpo como mercancía

 

El culto a la juventud, al cuerpo, a la belleza física conforme a un canon impuesto, el cuerpo como mercancía, cuerpos sin alma en las redes y los medios, como trozos de carne en exposición, en secuencia sucesiva, se desfigura el sentido integral de la persona, de la mujer, del hombre, se alienta la mirada superficial sobre el misterio que somos, la complejidad de la vida encarnada en nosotros. El alma y el espíritu han sido expulsados de esta civilización del espectáculo, nada de extraño tiene la agonía de la poesía, esa expresión del alma que los poetas pretenden comunicar con las limitaciones de las palabras, porque el alma es incomunicable, su profundidad, su angustia, su desasosiego, su inquietud, su búsqueda incesante de paz y sosiego. ¿Acaso las drogas no son un escape a ese vacío de una civilización sin alma? Y allí están esos “científicos” y “filósofos” afirmando que esto que me conmueve, este hondo sentir que me inquieta desde el amanecer hasta el anochecer y aún en los sueños y pesadillas, no encierra misterio alguno, proviene simplemente de una parte del cuerpo físico: el cerebro, una masa cuyo peso oscila entre 1.300 y 1.400 gramos, contiene unos 100.000 millones de neuronas y una cantidad todavía mucho más elevada de sinapsis (las sinapsis son las que permiten que las neuronas se conecten entre elles). Y así para la ciencia en boga “cuando tomamos decisiones y experimentamos emociones, en el cerebro se produce una complicada mezcla de procesos químicos y eléctricos”. Nada más. Y entonces nos reducen a pura materia cuya consciencia es el resultado de la simbiosis de esos procesos químicos y eléctricos. Por ese se dice de la atracción entre varón y hembra que es pura “química”, es decir, una atracción en la que estaría ausente el amor, la pasión amorosa por el otro, la otredad, la atracción de su personalidad, de su mirada, de su risa, de su voz, de sus sentimientos, de sus valores. No que ignore el cuerpo, pero ese cuerpo no es un trozo, un pedazo de carne, es una integridad, pues en esta esfera no existen almas sin cuerpo, y viceversa, cuerpos sin alma, aunque ese es el objetivo de las ideologías materialistas en bogas: hacer creer que el alma no existe. ¿Y Dios? Ah, esa creencia es para los idiotas, los descerebrados, los retrasados mentales. Si el alma no existe, tampoco Dios, porque es el alma, sustancia incorpórea, la que nos conecta con el Ser Supremo.

 

 

 

 

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