Hoy cumplo cien años
Hoy cumplo cien años
Henrique Meier
Despierto, mañana del 24 de diciembre del 2045, cumplo cien años, no lo puedo creer, siempre pensé moriría joven, la muerte de mi padre -la soñé la noche anterior a su deceso - cuando él no había cumplido los cuarenta años, me impactó, yo tenía siete años. Pero, fueron pasando los años, y heme aquí hoy con cien años, más arrugado que una pasa, me duele todo, estos huesos desgastados, las prótesis de caderas que me implantaron ¿ha de eso 30, 40 años?, no tengo la certeza, la de la cadera izquierda me molesta, cojeo de esa pierna, me auxilio con el bastón en casa camino con mucha dificultad, la silla de ruedas, las pocas veces que me llevan a la calle, de cualquier manera ya no resisto el deprimente espectáculo del mundo. El corazón relativamente bien, es un milagro que haya aguantado tantos años, con esa propensión a irritarme por cualquier pendejada y esa angustia que solo me abandonaba por ratos, causada por un exceso de lucidez, ¡Ah! y la cantidad de tragos que ingerí en mí juventud y hasta hace quizá unos 30 años, esas locas borracheras, no entiendo como mi hígado ha resistido. A mi lado duerme una anciana más joven que yo, no logro identificarla, me falla la memoria, parece tener cerca de ochenta años, es hermosa, rubia, despide un aire de paz y tranquilidad, su respiración es pausada. No creo sea una robot, no sucumbí a la moda de este espantoso siglo, como muchos, de adquirir una mujer-robot. Desde hace un tiempo, no logro recordar cuanto, los humanos y los robots son una misma especie. No estoy seguro, pero algo me dice que en el pasado: ¿20, 25 años? escribí sobre la robotización de los humanos y la humanización de los robots, o los robots-humanoides, tal era la apuesta de los científicos y tecnólogos, el triunfo de la tecno-ciencia, la supra naturaleza técnica, el mundo gobernado por la cibernética y la robótica, ¿se dirá así?, la desaparición de los actos y gestos espontáneos de lo que fuimos los humanos, el entierro definitivo de Dios y la muerte de la libertad personal. Fukuyama, ¿ese era su nombre?, una suerte de filósofo futurista predijo el fin del hombre natural, su reemplazo por un prototipo artificial. Otro de los gurús de esa época, un tal Jarari o Harari, pronosticó que el hombre, esa frágil criatura que somos los humanos, sería inmortal gracias a la inteligencia artificial y la biotecnología. Ese individuo, que estaba perfectamente ajustado al modelo humano de la época: exitoso, gay, famoso, rico, vegano y ateo, también profetizó que las masas, -así en su despectiva expresión-, tendrían cubiertas sus necesidades –cual animales en un corral- bajo el yugo de una élite tecnológica. Se equivocó en parte el aprendiz de brujo, es cierto que caímos en un nuevo totalitarismo: el tecnológico, pero las “masas” siguieron hambrientas, también dijo, bueno no estoy totalmente seguro, que la tecnología podría reemplazar totalmente al ser humano y que las identidades humanas podrían construirse como tiendas de campaña, fáciles de plegar y desplazar, un genio el tipo, hoy eres varón, mañana hembra, como cambiarse de camisa, vendió 200 millones de copias de sus libros de mierda ¡Qué angustia carajo!, ¿Seré un robot? Y si lo soy, ¿cómo puedo pensar que cumplo un siglo de estadía en este planeta agobiado por los desastres ecológicos? …No lo sé, no estoy seguro, y si soy un robot, entonces, no puedo pensar que tengo edad alguna, a menos que hubiese sido programado para calcular los años transcurridos desde que me construyeron como una máquina que piensa y habla por obra de un programa instalado en mi cerebro artificial. No es fácil distinguir en la calle a un robot de un humano, pues la minoría que todavía desciende de otros humanos se comporta al igual que los robots. Ahora me viene a esta cada vez más frágil memoria, un chiste malo que inventé en la época de la euforia por la creación de robots-humanoides. Un individuo, humano el, va por una acera en una populosa ciudad, de pronto, un hembrón se le encima, lo abraza y le besa en la boca, el sorprendido sujeto responde a ese beso y los dos se traban apasionadamente hasta que el hombre comienza a dolerle la lengua “ya por favor, ya, basta, me haces daño”, y la que parecía una mujer le responde “no puedo parar, no puedo parar, soy una robot, el chips se jodió, el chips se jodió”…Je…Je…Je.., me rio de mis chistes que nadie entiende, el humor fue desapareciendo. Mis abuelos, Billy y Papaviejo, fueron hombres con un gran sentido del humor, al igual que Bachita, mi alegra y loca madre. Pronto estaré con ellos y demás familiares y amigos, eso espero, que Dios en su infinita misericordia perdone a este anciano pecador…El avance de la genética ha logrado diseñar el prototipo humano que soñó el genocida Hitler, una raza “perfecta”, poco a poco fueron desapareciendo los cojos, mochos, los afectados por el síndrome “Down”, los parapléjicos, incluso los feos y feas conforme al canon imperante de la belleza. No hicieron falta hornos crematorios, tampoco lanzar a los desperfectos humanos por un risco, tal y como lo practicaron en la antigua Esparta. Los padres pueden planificar como serán sus hijos utilizando la asistencia genética de las poderosas corporaciones “científico-comerciales”. Ya no se necesita la conjunción del semen-óvulo, el nonato asexuado se forma artificialmente mediante manipulación de sustancias químicas elaboradas en los laboratorios genéticos, sustitutivas de la “execrable y ancestral biología natural”, el riesgoso azar genético, superado por la racionalidad técnico-científica al servicio del nuevo poder totalitario y la muy antigua codicia. Luego, el individuo neutro decidirá si quiere ser varón, hembra o hermafrodita, y en consecuencia, de acuerdo a su elección supuestamente libre y personal, le pondrán las prótesis correspondientes, a los hermafroditas un pene-vulva. Eso me ha parecido un HORROR, pretender sustituir la naturaleza por esa especie de ingeniería genética. En verdad no creo ser un robot pues me asaltan recuerdos de un remoto pasado que me hacen llorar y añorar aquél río de aguas límpidas y el mar, sigo soñando con esa maravilla. Olvido lo que hice ayer, hace unos días, semanas y años, pero no mi feliz infancia en mi tierra mítica, cuando fui un niño rural y costeño en mi Puerto Cabello Natal y el caserío de San Esteban, y después un adolescente y joven urbano disfrutando de las aventuras callejeras de aquella ciudad, ¿Caracas? Los ríos fueron convertidos en depósitos de desechos, aguas negras y podridas recorren sus cauces, y el mar, el insondable mar de mis sueños, un vertedero de porquerías no biodegradables, corrientes marinas de basura que se ven desde el espacio como las borrascas y los tornados, los peces envenenados por plomo, mercurio, ahogados en pedazos de plásticos. Creo haber leído veinte años atrás que para esa época se habían vertido en los mares del planeta unos ciento cincuenta y cinco millones de fragmentos de residuos plásticos. Dejé de ir a la orilla del mar para contemplar su inmensidad y perder mi mirada en la lejanía. No estoy seguro, hay algo que me dice que alguna vez luché con ahínco a favor de la protección de la Madre-Tierra. Mi país natal, mi querida Venezuela, fue parcialmente destruida en todos los órdenes de la vida social por una narcodictadura militarista que perduró más de veinte años. Antes de que finalmente hubiese una intervención armada de una fuerza internacional de paz para expulsar del poder a ese oprobioso régimen, murieron de hambre y por falta de medicinas millones de mis compatriotas, -un genocidio-, además del ecocidio causado en el corazón ecológico, el llamado “Arco Minero del Orinoco” para extraer oro, no sé cómo no fallecí de un infarto. Dentro de cinco años el planeta colapsará definitivamente según predicciones de los expertos, aunque abrigo la esperanza de que lo que va a desaparecer es la humanidad, o como se llame: “la robot-humanidad”, no la vida, resurgirá desde las bacterias más resistentes, este planeta no nos necesita, quedó demostrado en el pasado en la zona de Chernóbil. Desalojados los humanos después del desastre atómico, el accidente producido en una central nuclear, creció un bosque en medio de las abandonadas edificaciones, y surgieron especies que se suponían extinguidas… ¿el bisonte?, ¡Carajo! no puedo afirmarlo….Además, ¿cómo podría ser un robot si sueño con mi madre, mi abuela, mis hermanos, primos, amigos, con mi primera esposa? Esa bella anciana que duerme a mi lado no es la esposa que me acompañó en mi juventud, es la otra, sí, sí, es el ángel que el Señor me envió para rescatarme del dolor y la desesperación de la soledad cuando enviudé, hace tantos años ¿30, 40? ¡Carajo! esta fragilísima memoria, yo que me ufanaba de una prodigiosa capacidad de retención de rostros, nombres, fechas, paisajes, sonidos, olores. Sí, estoy seguro de no engañarme, dispuse de una buena memoria que me permitió escribir un extenso libro sobre mi vida, ¡Ah, qué vida tan esplendida tuve!, sé que la disfruté en medio de las desgracias, pérdidas y fracasos que forman parte de la existencia. Añoro, añoro, añoro, a esas mujeres y hombres de mi generación precedente y de la mía, esos porteños y caraqueños alegres cultores de Baco, de la amistad, de la música, de las jaranas, no necesitábamos motivo para reunirnos al compás de ebrias guitarras y entonar canciones y compartir la sencilla alegría de estar vivos…Por eso ya no deseo seguir vivo en esta espantosa civilización tecnológica, banal, vacía, ya he vivido lo suficiente, mis contemporáneos han ido desapareciendo, ya no están los testigos de mi vida, bueno tengo 4 hijos, todos mayores de 50 años, nietos y bisnietos no sé cómo están, poco me visitan, claro soy un cacharro, un vejestorio, ya no se respeta a los mayores como en el remoto pasado de mi infancia y juventud. ¿Y la poesía?, Dios, Dios, con la robotización de la cultura desapareció el alma humana, y con ella la espontánea creatividad de aquellos hombres y mujeres imperfectos que fuimos los nacidos en siglos anteriores. Las emociones y sentimientos han sido controlados, se dictan cursos de “gestión de las emociones”, ¿habrase visto?, la mediatización del individuo por sí mismo, al final del curso un certificado que constata que usted es capaz de “administrar” sus sentimientos y estados de ánimo. De modo que en su perfil de esa otra invención, el “LinkedIn”, una corporación virtual orientada a las empresas, los negocios y el empleo (una red profesional) puede colocar “experto en el control de mis propias emociones”, “garantizo que jamás me deprimiré, lloraré o estaré triste en el lugar de trabajo, aseguro, también, que nunca diré una palabra destemplada, ni me verán exaltado o eufórico, control absoluto”. La gran farsa de la “psicología positiva”, “sea feliz como una perdiz”, “evite la gente tóxica y sombría”, “aparte a los melancólicos, deprimidos y tristes”, “cuídese de leer la poesía de Vallejo, Baudelaire, Rimbaud”, “Lea a Paulo Coello”. Dos generaciones de individuos sometidos al depravado neolenguaje de las redes sociales, la perversión de la hermosa lengua que heredé, el rico Castellano Cervantino, fui profesor de Literatura en mi juventud, eso lo recuerdo con cierta claridad, las otras lenguas también se han empobrecido, el efecto implacable del lenguaje virtual. La deformación de la mayor invención de los humanos. Extinguieron los estilos personales de los poetas, de los escritores, cualquier programa informático puede descomponer en pocos minutos, uno por uno como lo denunciaba el escritor español, -Antonio Muñoz Molina-, y con la máxima precisión cuantitativa, los rasgos del “estilo personal” de cualquiera. Recuerdo que en los años 70 del siglo pasado el lúcido hombre que fue Rafael Cadenas, laureado poeta, expresaba con angustia que la humanidad se estaba extinguiendo, que salváramos a la naturaleza, a los niños, a la vida, al lenguaje, a la tierra, los ríos, el aire. Palabras proféticas, aquel mundo que el poeta pedía se salvara se fue extinguiendo paulatinamente ¿Qué podría salvarse en esta segunda mitad del presente siglo?...Entre nebulosas me viene a la memoria una mierda que llamaban Twitter, millones de twitteros en el mundo simulando comunicación empleando un máximo de 180 palabras, sin mayúsculas, comas, puntos y comas, acentos, injuriando, descalificando a otros, mintiendo sin ninguna consecuencia. Hasta jefes de estado y de gobiernos utilizando ese ardid de comunicación, un tal Trump, Tramp, no joda, Trampa, no sé, presidente de la que fuera la primera potencia mundial, un ignorante que jamás leyó un libro en su puta vida, ni siquiera leía los informes que acostumbraban presentar a anteriores presidentes los organismos de la seguridad nacional: la CIA, el FBI, que se yo. Un carajo de apellido Williams o Chillian, me confundo, fundador con otro hijo de puta de esa plaga de las 180 palabras, pidió una vez perdón, el gran maricón, por haber ayudado al tal Trampa, o Trun, Trump, a llegar al poder agueboneando, idiotizando, a todo el mundo, para reducir la capacidad de atención de la imbécil mayoría. El libro escrito en papel, al igual que la prensa, fue languideciendo paulatinamente, sustituidos por su expresión virtual, bibliotecas enteras en páginas webs, para nada, pues muy pocos las emplean, si ni siquiera leen un correo electrónico, un artículo de interés en una web, menos leen un libro virtual de 150 0 200 páginas. …¿Y el sexo?, yo que fui un apasionado por las mujeres, un mujeriego, aunque luego me aplaqué con el pasar de los años, ahora lejana añoranza. Y eso de nada sirve, en el sexo no se vive de recuerdos, ni de vaina, con amor o sin amor, el coito es puro presente, instante fugaz, una manera de acceder a la eternidad, al no tiempo, al menos yo no pensaba en nada más mientras tenía entre mis brazos a mi amada, ni pasado, menos futuro, como un niño, pero sin inocencia. No entiendo como Freud pudo escribir que el coito era un asco, ¿puritano el carajo?, ¿casto?, ¿asexuado? Liquidaron el erotismo, lo sustituyeron por la pornografía. En las redes sociales, hombres con mujeres, mujeres con mujeres, hombres con hombres, con animales, una porquería. Acabaron con el romanticismo, sexo mecánico, como robots, las mismas poses, los mismos gestos, los mismos gemidos. Y lo peor, en Japón proliferan las mujeres robots, los japoneses, esclavos de su trabajo, no tienen tiempo para hacerle la corte a una dama, tampoco para buscar una pública, prefieren comprar un robot-mujer o un robot-hombre, según su elección, y de esa manera disponer en casa de la máquina con envoltorio humano. ¡Ah!, surgieron prostíbulos con robots para aquellos carentes del poder adquisitivo para comprar uno, pero ¿es que le hacen al amor a ese artificio?, no por Dios, tampoco podría decirse que se la follan, se la singan o culean, no encuentro palabras para calificar esa monstruosidad. Antes de los robots aparecieron las muñecas de goma, y esos enfermos incapaces de conquistar a una mujer metiendo el miembro en una vulva de goma, no sé cómo serán las de las robots-humanoides, dicen que imitan muy bien a las auténticas mujeres de carne y hueso, no sé. Acerca de las amantes de goma, recuerdo un viejo chiste: tres amigos se reúnen en un apartamento para una orgía, contrataron a tres mujeres públicas, pero sólo llegaron dos, ¿qué hacer?, resulta que uno de ellos ya estaba bastante borracho, así que le asignan una muñeca inflable y cada uno se va a una habitación. En la mañana, los tres, mientras beben unas cervezas comentan como les fue con las hembras, uno dice que la suya tenía un culo del carajo, una experta culeadora, el segundo reitera más o menos lo mismo refiriéndose a la espléndidas tetas de la suya, y el tercero nada dice, sus amigos lo conminan a que hable “nojoda, a mí me tocó una bruja, le mordí una teta y salió volando por la ventana” Je…Je…Je, viejo guebón riéndose solo….Un HORROR… la confusión total, esa ideología de género impuesta en esa abominable civilización tecnológica, incomprensible para mí limitado entendimiento. Y dale otra vez con el sexo vejete enfermo, pervertido, peor que el protagonista de aquella novela ¿Lolita?, bueno, no tanto, jamás me gustaron las adolescentes. Leí esa novela siendo un hombre mayor, su autor, a ver…a ver...Nobo… no sé qué, la tildaron de erótica, mentira, es la tragedia de un patético pervertido enamorado de una pre-adolescente, un amor imposible, se la singó durante unos años, al final, la carajita, que no era inocente, lo abandona, y el huevón a llorar y lamentarse. Que la diferencia entre varón y hembra es una imposición cultural y no una realidad biológica natural. ¡Vaya el carajo!, si veo a una persona a la que le cuelga un pene, pienso que es un hombre, un varón, y si tiene una vagina, lo que un poeta de mis años mozos llamaba la “cálida hendidura”, fuente de la perdición masculina, pienso que es una mujer, una hembra, como si veo un animal de cuatro patas que ladra, no tengo dudas de que se trata de un perro. Destruyeron la identidad sexual. Ahora no se sabe quién es hombre o mujer. A los niños le lavaron el cerebro, le impusieron la mentira de la elección artificial de la identidad sexual, confusión total. “Soy una mujer atrapada en un cuerpo de hombre”, o lo contrario, ¡Qué vaina!, también sepultaron los roles ancestrales de padre y madre, ¿Cómo un niño o niña podría saber cuál es su papá o su mama si ha sido adoptado por dos hombres gais, o dos mujeres lesbianas? Se jodió la familia como núcleo básico social, el individuo al garete en el reino de la incertidumbre, sometido a los intereses del Estado y de las grandes corporaciones económicas, controlados al igual que los robots, pocas diferencias. …¿Y la música?, perdió su magia ancestral, se volvió electrónica, unos desaforados drogados dando saltos en un escenario ante un auditorio drogado, voces estridentes, gritos, efectos luminosos alucinantes para aumentar el estado de éxtasis de la manada humana. Que diferencia con aquellos cantantes del siglo XX, esas magníficas voces de nuestra América Hispana: Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, Alfredo Sadel, Eduardo Lanz, José Mojica, Los Panchos, Benny Moré, Celia Cruz, Toña La Negra, Lola Beltrán, José José, Chuco Avellanet, Roberto Carlos, Vicente Fernández, Genaro Salinas y muchos otros. Canciones con emotivas letras románticas... Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, María Luisa Escobar, Rafael Hernández, María Grever, auténticos poetas. En estos tiempos cualquiera es un cantante, importa solo el físico, imbéciles esbeltos, tipas semidesnudas, ladrando en el escenario, letras soeces, una mierda que llamaron rap. Y lo insólito, Robots componiendo música, tocando la novena sinfonía de Beethoven, como si esas máquinas pudieran expresar los profundos sentimientos del genio ciego. Y vuelvo con la poesía, no estoy seguro, pero creo que en un tiempo escribí versos nacidos desde lo más profundo de mi alma, ¿Publiqué libros? No sé, tal vez. No veo la posibilidad de nuevos poetas con profundos y sentidos versos como Pablo Neruda, Cesar Vallejo, Antonio Machado, Miguel Hernández, Gabriela Mistral, y en mi país, un poeta amigo como José Pulido, Basílides, Enrique Viloria, Caupolicán Ovalles, Contramaestre, Rafael Cadenas, Gustavo Pereira y tantos otros cuyos nombres escapan a esta memoria en proceso de convertirse en niebla para finalizar en la oscuridad.
¡DIOS, DIOS, DIOS, NO QUIERO VIVIR MÁS EN ESTA PESADILLA SOCIAL; LLÉVAME TE LO SUPLCO! NOOOOOO……
¡HENRIQUE, HENRIQUE, DESPIERTA, DESPIERTA, TENÍAS UNA PESADILLA! Abro los ojos, es Mary, mi amor, le pregunto dónde estamos, y en qué año, en España, en San Vicente del Raspeig, ¿Qué te pasa?, es el año 2018…
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