Mi primer viaje a la Gran Sabana
El primero siempre será el
primero, y aunque desde los dos que compartí con JEC, regresé varias veces (en
el 91 o 92, en el 2006 y el 2007), la huella en el alma, los ojos (memoria
visual en imágenes), en la piel, en el cuerpo, en la pisque, de ese primer
encuentro con esa prodigiosa región, es imborrable. Fue, como antes dije, en
agosto de 1976 en compañía de JEC y EU. Salimos de Caracas en la camioneta
Chevrolet 4x4 del primero. JEC no la paraba bolas al hambre, pretendía de un
tirón hacer el recorrido hasta Tumeremo en el Estado Bolívar, unas 13 horas,
salimos a las 7 am y llegamos a Tumeremo a las 8 pm, agotados y hambrientos, un
viaje alucinante. Apenas nos deteníamos para la gasolina y las meadas. Llevábamos
unos sanduches que engullimos a las 5 o 6 horas. JEC insistía en comer en regla
en el pueblo minero, pero Eugenio y yo protestamos, entonces se detuvo en la
carretera de Upata a Tumeremo y comimos en uno de esos comederos donde paran
los camioneros. Un pabellón del carajo, JEC comentó la diferencia de precios
entre Caracas y esa región. Hasta ese momento no conocía nada del extenso
Estado Bolívar, me asombró la reserva forestal de Uverito[1] en
proceso de crecimiento cuando pasamos por la Mesa de Guanipa en los llanos
orientales. Esa reserva había sido iniciativa del ingeniero forestal Cabrera
Malo (ninguna relación con CR), quien fuera titular del Ministerio del Ambiente
y de los Recursos Naturales Renovables entre marzo de 1983 y marzo del 84 (yo
ejercía el cargo de consultor jurídico de esa entidad ministerial desde marzo
del 79, y cuando Febres Pobeda renunció en marzo del 83 me pidió que siguiera
con el nuevo ministro, a los 6 meses renuncié por desavenencias de criterios).
Otro asombro aun mayor fue la vista del Río Padre el Orinoco, sólo lo había
visto en fotos, y ahora estaba frente a ese coloso de agua. Pasamos en chalana el enorme curso de agua,
hubiéramos podido pasar a la otra orilla utilizando el Puente de Angostura,
pero JEC quería que sintiéramos la presencia del majestuoso Río. Seguimos ruta hacia San Félix,
atravesamos ese horroroso pueblo guayanés y continuamos tragando kilómetros de
asfalto, pasando por Upata, El Manteco, El Palmar, Guasipati, El Callao, hasta
arribar Tumeremo. En Tumeremo[2]
nos alojamos en un hotelucho, y apenas descargados los maletines y morrales, JEC
nos llevó a conocer a un amigo suyo, juez de esa población, un tipo simpático,
abierto dicharachero. Eran como las 8,30 pm y el juez nos invitó a ir con él a
una reunión de tragos en la que se le rendía homenaje a una maestra del lugar
por parte de sus antiguos alumnos, entre los cuales, el juez.
Carajo la gran Venezuela que se
nos fue, en la casa de la maestra había unas 20 personas, todos amigos, nos
acogieron con simpatía y a beber se ha dicho, chistes y música, uno de los
alumnos de la homenajeada tocaba una guitarra otro un cuatro, JEC les dijo que
yo cantaba muy bien, no me hice rogar, a cantar pues (esa espontaneidad tan
nuestra, donde fueras te recibían con simpatía, salvo en los círculos de las
elites comemierdas caraqueñas y valencianas donde lo importante eran los
apellidos de “alcurnia” y el billete). Esa gran Venezuela de la hospitalidad y
la amistad se fue a la mierda. En una mesa queso guayanés, empanadas, arepas,
cochino frio. Me jarté pensando que el loco JEC decidiera seguir camino sin
desayunarnos. Nos emborrachamos y fuimos dando traspiés al hotelucho de mala
muerte. En la mañana, aquel jodido calor nos levantó a pesar del tremendo
ratón. Salimos, no sé qué hora era (no usaba reloj), el sol quemaba, en una
bodega pedimos unos jugos de fruta, parchita, para ser más exacto, nos
acercamos a la residencia del juez, entramos y él sale de su habitación dando
traspiés, quejándose del ratón, bueno de una auténtica rata, o un acure, y le arrebata de la mano el jugo a
Eugenio-Perdóname colega, pero me muero de sed, vamos a comprar unas cervezas-.
El desayuno se convirtió en la seguidilla de los tragos, bueno comimos unas
empanadas, JEC no se sentía en condiciones de conducir, tampoco dejaba que otro
lo hiciera, nos iríamos al día siguiente. En la tarde, luego de ingerir un
copioso sancocho, un cruzado de carne de res, pollo y cochino, el juez nos
llevó a la represa, allí nos sentamos bajo unos árboles a beber cerveza,
recuerdo que me asombró una fila de enormes hormigas que arreaban pedazos de
hojas y tronquitos, las seguí para ver aquel hormiguero descomunal. Pensé en la
desmesura de Guayana, las distancias, los ríos, los árboles, las aves, las
hormigas, la generosidad de su gente.
Nos acostamos relativamente temprano para
emprender ruta hacia el kilómetro 88 de El Dorado. Dejamos atrás la población
de El Dorado y pasamos el puente sobre el Río Cuyuní, antigua joya
arquitectónica de ingeniería venezolana, miré el caudaloso Río, peligroso no
sólo por la profundidad de sus aguas, también por su fauna acuática: caribes y
tembladores.
Cómo podría imaginarme en ese momento que 20 años más tarde sería designado Ministro de Justicia y visitaría dos veces el centro penitenciario El Dorado, ubicado a orillas de ese caudaloso curso de agua. En esas dos visitas pasé el Río en lancha, junto con mis acompañantes, para acceder a ese infierno carcelario. Los reclusos deambulaban libremente por el extenso penal, salvo los de extrema mala conducta recluidos en la llamada “casa amarilla” un recinto exiguo, una suerte de paila del infierno a más de 40 grados. En la segunda visita el director del penal me propuso que me acercara a un caney donde unos reclusos realizaban un programa artesanal utilizando madera. Uno de los artesanos me obsequió la figura de un buda diciéndome que me traería buena suerte si le sobaba la barriga. En ese momento sentí una aprehensión, alcé la mirada y vi a un recluso con un machete en la mano que venía directamente hacia mí, le grité al director quien, a su vez, alertó a dos guardias nacionales. Procedieron a desarmar al posible agresor y se lo llevaron a la casa amarilla. Me cagué, pensé que ese desalmado quería cortarme la cabeza. Según me comentó el director de ese centro parece que ningún ministro de justicia había visitado el penal. Yo conocí los 32 penales del país. En mi primera visita a ese infierno reclusorio me acompañó JGA, a la sazón, Ministro de Relaciones Interiores, una magnífica persona. ¿Por qué los anteriores ministros de justicia no visitaban ese centro penitenciario? Por la sencilla razón de las molestias que implica subirse a una avioneta del Estado, un viaje de dos horas y luego a una lancha y sufrir la inclemencia de una temperatura infernal. Tampoco visitaban los penales del resto del país, ni siquiera los del área metropolitana de Caracas. Decidí utilizar ese jodidísimo reclusorio como cárcel-castigo y funcionó. A los reclusos de buena conducta conforme a la selección de la comisión interprofesional del Ministerio de Justicia, evaluadora del comportamiento de la población penitenciaria, les concedí, según los casos, medidas de libertad condicional, cárcel abierta y destacamento de trabajo de acuerdo con la ley sobre la materia (otorgué más de mil beneficios en un año, no hubo reincidentes), y a los que pretendían hacerse del control interno de los diversos penales para joder al resto de la población reclusoria y beneficiarse de la venta interna de drogas, cigarrillos, alcohol, etc., (en complicidad con efectivos de la guardia nacional, esos delincuentes armados “responsables” de la seguridad externa de los penales), según informe del respectivo director de cárcel, los enviaba a esa jodido centro penitenciario en el extremo del país con el apoyo de un avión de transporte de la fuerza área. Ese traslado a aquella lejana cárcel, que implicaba sacar a los reclusos de las capitales de estado dificultando la visita de sus familiares y rompiendo la estructura mafiosa que habían logrado organizar, comenzó a disuadir a quienes en el régimen chavista serían denominado “pranes”: jefes supremos de cada cárcel. En ese entonces la medida dio resultado. Por un lado, el premio: los beneficios penitenciarios, por el otro el castigo: el traslado al culo del país, una cárcel aislada de cualquier entorno urbano y de la cual era difícil escapar a menos que contasen con una embarcación. Lanzarse a las aguas del Cuyuní significaba una muerte probable (caribes y tembladores).
Cerca de las Claritas,
kilómetro 85, JEC quiso que visitáramos una comunidad indígena (pemones), el
cacique o capitán, un indio de apellido Figueroa. El Ministerio de Sanidad y Asistencia Social
les había construido unas viviendas del programa social de viviendas rurales.
La comunidad no habitaba dichas viviendas, seguía con su tradición ancestral de
la churuata comunitaria. Los hombres de la comunidad se dedicaban a la cacería
y la pesca, las mujeres a la siembra de yuca (la cultura de la yuca). Pasamos
un pequeño curso de agua por medio del tronco de un árbol que hacía las veces
de puente. El capitán nos llevó al otro lado de ese curso para que observáramos
la trampa utilizada para pescar peces, cangrejos, una vaina que no logro
describir de memoria. Ahora busco en internet y doy con el utensilio: Uupitsi:
Nasa de poner en los encierros de caños a comienzos del invierno cuando
comienza a bajar el nivel de las aguas, hacia el mes de octubre. El caño se
cierra con varas de mawi entretejidas, entre las que se ponen nasas con la boca
hacia el río si está creciendo, o hacia el caño si está bajando. Se utiliza cuando
“bailan” (desovan) los peces y se instala en la orilla del río en los raudales[3]
. Antes de este viaje a la asombrosa Gran Sabana, JEC, nuestro guía, ya había
hecho otros, por ese conocía al jefe Figueroa. Total, pasamos el día en la
comunidad, JEC les había traído comida: latas de sardinas, de atún, granos,
etc. Compartieron con nosotros. Figueroa, cosa rara, un indio muy locuaz, JEC
se las daba de antropólogo, le preguntaba sobre sus costumbres, su música, sus
leyendas, grababa las respuestas del jefe de la comunidad. Pasamos la noche allí,
en una de las casitas de la vivienda rural colgamos las hamacas. Recordé a mi
amada San Esteban escuchando los ruidos nocturnos: rugidos, graznidos, el canto
de un pájaro nocturno, me sentía del carajo. Al día siguiente continuamos la
ruta, en el K 88, Comunidad San Isidro, desayunamos en una taguara al lado de
una cochinera en ese pequeño pueblucho donde proliferan mineros y aventureros.
En la cochinera un perro se cogía una cochina, insólito (con el tiempo comprendería
que era una imagen emblemática de mi país) Tiendas de comestibles, bares de
mala muerte, una gasolinera, última oportunidad antes de subir a la Gran
Sabana, llenar el tanque y los recipientes de plástico para la gasolina
adicional. EU se zampó 4 huevos fritos,
le pregunté la razón- Para que no me de hambre hasta la próxima parada, ya has
visto como JEC no le para al hambre, como si fuera un faquir-. Seguimos, al
lado derecho de la carretera los inmensos árboles de la reserva forestal de
Imataca[4],
sometida a la deforestación indiscriminada de los hijos de puta mineros (dígame
ahora con la destrucción de la zona del llamado Arco Minero del Orinoco, el
corazón ecológico de Venezuela). Y comenzó la ascensión, nos detuvimos en la
piedra de la virgen (parada obligatoria), mi entusiasmo ecológico iba in
crescendo. Bebimos de la delgada caída de agua, costumbre de la mayoría de los
turistas.
Y entonces pude observar el océano de árboles
de la selva de Imataca, esa inmensidad verde, ese coloso natural, otra de las
maravillas de la geografía de mi país. Seguimos subiendo, a ambos lados de la
carretera, tupida vegetación, el clima empezó a cambiar, estábamos dejando el
hijo y puta calor acumulado durante dos días, ¡qué alivio la brisa fresca que
entraba a la camioneta! JEC me comentó-al terminar esta subida, vas a exclamar
COÑOOO- y así fue, a la vista de la espectacular, monumental, grandiosa visión
de la Gran Sabana, al fondo los tepuyes[5],
proferí esa exclamación, no daba crédito a mis ojos, sentí la presencia de Dios
creador del universo y de minúsculo planeta Tierra que contiene tantas y tantas
maravillas naturales.
En ese tiempo la carretera era
de tierra, cuando llovía se convertía en un barrial que dificultaba el viaje,
por eso lo recomendable era ir en vehículo 4x4. Iba de asombro en asombro,
medio cuerpo fuera de la ventana de la parte trasera de la camioneta, gritando
cada vez avizoraba un curso de agua, - Para JE, para nojoda, quiero bañarme en
ese río- Los Rápidos de Kamoirán-
En una de las viviendas de esa
“aldea” vivía una indígena con sus hijos, le faltaba un brazo. JEC habló con
ella, nos comentó que era mujer del “loco Franco” coordinador de fronteras, un
extraño cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores. Más adelante me referiré
a ese personaje de la “Gran Venezuela”, un simpático loco de carretera. Esa
noche dormimos en una de las viviendas rurales que se hallaba vacía, cenamos
comida de campamento: sardinas, pan, diablito, y por supuesto el infaltable
quisqui para calentar el cuerpo, sería nuestra dieta en parte del camino. En La
Gran Sabana hace frío de noche. En la madrugada sentí unos ruidos extraños, me
cagué, ¡Que vaina era esa!, desperté a Eugenio, JEC, sin inmutarse exclamó- ¡Son
unas vacas que se comen la ropa!, me paré como un rayo y con el auxilio de una
linterna salí a la parte trasera de la vivienda, efectivamente unas 3 vacas en
plan de comerse unas toallas y unos pantalones, las azucé para que se fueran.
SHOOO. SHOOO, hijas de puta, JEC muerto de la risa. Amanecí un poco tristón, le
comenté a JEC que me hacía falta mi casa, Marlen y los niños (Eduardo y
Verónica), quería llamarla al llegar a Santa Helena- Acostúmbrate a las
separaciones transitorias, les hace bien a las parejas- me comentó el que fuera
mi amigo hasta el 2001.
Interrumpí el relato
(30-04-2020) al mirar en Internet fotografías de los sitios que visitamos,
desvastados, destruidos irreversiblemente por la extracción de oro y otros
minerales. Tal es el caso del Río Ikabarú. Guardo en la memoria visual el sitio
paradisíaco al que fuimos en 1976. Una caída de agua que descendía sobre una
especie de lago, un extenso pozo de aguas doradas donde indígenas pescaban. Nos
dimos un esquisto baño, bebimos quisqui. Extravié una foto en la que aparecemos
JEC, EU y yo, la tomó el loco Franco. En la ribera del Río una comunidad indígena,
luego del baño nos acercamos a las churuatas, JEC comenzó a grabar una canción
cantada por uno de los miembros de esa comunidad, súbitamente el loco Franco le
arrebató una cerbatana a un indiecito y disparó hacia arriba el dardo, nojoda,
los indios que se hallaban en el patio de la comunidad (las churuatas
alrededor, eso recuerdo, tal vez es imaginación) curioseando la grabación que
llevaba a cabo JEC, se desparramaron corriendo despavoridos, EU y yo hicimos lo
mismo, el riesgo de que el dardo pudiese caer en la cabeza de alguien.

JEC nos gritó, -vámonos rápido,
estos indios pueden arrecharse- Buscamos la camioneta y salimos del sitio vía
Santa Helena de Guairén, allí estábamos hospedamos en un hotelucho. Se hizo la
noche, en el trayecto EU, -no sé qué generó esa conversación-, contó la
historia de “Mamaota”, un marico viejo y rico que vivía en Las Palmas (Caracas)
y al que asesinaron a finales de los sesenta. Decía EU que al tal “Mamaota” le
gustaban los carajitos, les regalaba dinero y hasta carros a sus preferidos. El
loco dormitaba a mi lado en la parte trasera de la camioneta, no escuchó que
había muerto, sino lo de los regalos, dio un respingo en el asiento- Doctor,
presénteme a ese marico, necesito un camión de volteo, le echo una cogida y lo
dejo 6 meses paralítico- Carajo ¡Qué ocurrencia!, estuvimos riéndonos un buen
rato.
Regreso al recorrido antes de
llegar a Santa Helena de Guairén. Trato de reconstruir ese viaje respetando el
trayecto y los diversos lugares que conocí; sin embargo, y como se sabe, la
memoria no tiene la fidelidad de un video secuencial, no está exenta de
lagunas, confusiones, hechos imaginados, tal vez soñados. Han pasado 44 años
desde esa aventura. Continúo: nos detuvimos en el salto Kama-Meru[7],
¡Dios qué maravilla, qué maravilla!, y todavía no había conocido el Aponwao
(¡WAO!). Continúo con mi primer viaje. Luego de pasar la primera noche en la
aldea de los indígenas guyaneses refugiados, tomamos rumbo hacia a
la población indígena de Liwo-Riwo a orillas del río Aponwao. Allí nos
embarcamos en una (curiara) para cruzar el río y navegamos un rato (no llevaba
reloj) hasta llegar al majestuoso salto Chinak Merú. ¡Carajo! observamos desde
diferentes ángulos esa otra maravilla. De maravilla en maravilla, mis ojos no
se cansaban de mirar y mirar, de admirar y admirar, esa alegría, ese gozo del
alma que produce la contemplación de las inconmensurables bellezas de la naturaleza.
Y lo mejor vendría al descender a pie del mismo río abajo y disfrutar de un delicioso
baño en las aguas del Pozo Escondido (Aponwaito).

Kama-Merú

Aponwao
Esa noche cenamos y dormimos en
Kavanayén, en la misión de los capuchinos[8],
precio irrisorio. Recuerdo el amplio dormitorio y las camas de campaña. La cena
en un gran mesón.

Recuerdo que en ese poblado se
construyó la “casa presidencial”, una residencia para los presidentes de la
república, el Presidente Caldera la utilizó en sus dos gobiernos, no sé si los
otros presidentes de la época democrática lo hicieron. Estoy hilvanado
recuerdos, no es fácil, la memoria es traicionera y lo hago para dejar
constancia tanto de mi vida, la de mis familiares y algunos amigos, como la de
aquel país que fue, que se esté perdiendo irremisiblemente,- tal es la
destrucción del régimen criminal en el poder desde hace 21 años con la
complicidad de la “oposición” conformada por unos dirigentes corruptos, vende
patria, y de las élites sociales y económicas, tradicionalmente afectas al
régimen de poder de turno.
Luego del desayuno,
seguimos viaje hasta el río Yuruaní y nos detuvimos a observar otro magnífico
salto de agua “salto Arapena”, conocido como La Cortina del río Yuruaní. Desde
ahí continuamos hasta San Francisco de Yuruaní y San Ignacio de Yuruaní. Desde ahí
seguimos el viaje hasta el lugar conocido como la Quebrada de Jaspe o Kako Parú[9].

Salto Arepena

Quebrada Jaspe
Llegamos a Santa Helena al
atardecer. Y como antes indiqué, nos hospedamos en uno de sus hoteles. Un
típico pueblo de frontera, calles de tierras, aventureros de toda calaña,
especialmente mineros, brasileños, indígenas, hombres huyendo de un pasado
delictivo (se les notaba en el rostro), turistas (no muchos en aquel tiempo),
negocios de venta de oro, elevados precios de los productos alimenticios en
razón del transporte. El loco Franco nos esperaba, lo de loco se le veía en los
ojos, barba negra cerrada, tendría unos 35 o 36 años. No más nos hospedamos,
comenzó la bebedera. El loco relataba una historia que estoy tratando de
recordar. En su función de “coordinador de frontera” su jefe en el Ministerio
de Relaciones Exteriores o de Relaciones Interiores, no estoy seguro, da lo
mismo, le pidió que acompañara a Boa Vista a un nuevo cónsul del país en esa
población fronteriza del Brasil, el anterior había sido destituido por sus
constantes escándalos y su nula atención a su función. Relataba el loco que el
carajo se la pasaba borracho y con putas en la sede del consulado, y se negaba
a abandonar el cargo. Así que el loco llega a Boa Vista con el recién nombrado
cónsul, van a la sede del consulado y el borracho, además pendenciero, los
recibe semi desnudo, una puta desnuda en un sofá, y se niega a dejar la oficina,
insulta al loco, saca un revolver y lo amenaza- Te voy a matar, sapo, coño e tu
madre-, el nuevo cónsul se dio a la fuga, cogió las de Villadiego, parece que
alguien avisó a la policía local, se presentaron unos agentes y controlaron al agresor.
Días después, el loco se encontró al ex cónsul en Santa Helena, quien le
gritaba a todo pulmón- SAPO, SAPO, TE VOY A MATAR HIJO DE PUTA. El loco corrió
y se escondió. Mientras relataba su historia nosotros muertos de risa, sobre
todo por la manera como lo hacía.
Ahora recuerdo que estuvimos en
otra comunidad indígena, JEC grabando el relato mítico del chamán, EU y yo
muertos de hambre y el gran carajo antropólogo de pacotilla, seguía en esa
vaina, entonces, nos invitaron a sentarnos en la churuata comunitaria, bebimos Cachiri,
brebaje tradicional de los indígenas de la zona hecho a base de yuca masticada y
escupida para lograr su fermentación, algo asqueroso. Pero, ni modo, no podía
despreciar el gesto de hospitalidad. El brebaje iba pasando en una totuma de
mano en mano, tocó mi turno, cerré los ojos, y tragué aquella vaina, los indígenas
se cagaron de la risa, algo dijeron en su dialecto, qué carajo, pedí más para
demostrar no sé qué coño, total me emborraché, pues ese carato tiene un alto
grado de alcohol.
A JEC se le metió en la cabeza
ir hasta Boa Vista, población fronteriza del Brasil, unas 4 a 5 horas de trayecto
por una carretera de tierra, el riesgo era el cierre de la frontera en la
llamada “línea”, el punto que separa ambos países, a las 4pm aproximadamente. Antes
de esa aventura habíamos estado en la parte brasilera de la línea comiendo en
un restaurante de carnes a la brasa, bebiendo cerveza de ese país. Si la
memoria no me falla, se trataba de un sitio donde podías pedir todo lo que te
pudieras engullir y por el mismo precio: chuletas de cerdo, res, pollo. Uno cree
que va a poder tragar y tragar, que va, al rato abandona, y aquella digestión
pesadísima. Salimos de Santa Helena alrededor de la 8 de la mañana, EU de
copiloto, yo en la parte trasera. JEC le daba chola a la camioneta, había
llovido, barrial que jode, en una de esas el vehículo patinó, se salió de la
carretera, un susto. El empecinado JEC continuó a pesar de las protestas de
quienes lo acompañábamos. Al mediodía llegamos a Boa Vista, nada de extraordinario.
Nos detuvimos frente a una venta de discos, JEC quería comprar música
brasilera. Yo, angustiado por la hora, le insistía que nos devolviéramos, el
riesgo del cierre de la frontera. Se convenció, paramos en una gasolinera,
llenó el tanque en 100 bs de la época (25$), carísima gasolina comparada con el
precio en el país. Emprendimos el retorno a toda velocidad, comimos a duras penas,
abrí unas latas de sardina, teníamos pan, comimos mientras volábamos por esa
carretera de mierda. A pocos minutos para las 4pm cruzamos la línea, qué viaje
de mierda, de locos.
Con un guía indio fuimos al
Salto Pacheco[10],
dejamos la camioneta a un lado de la carretera, el indio iba a caballo,
descubriríamos la razón, caminamos entre una alta maleza, pasamos un pequeño
curso de agua utilizando unos troncos de árboles allí puestos, EU con su cámara
fotográfica se quedaba atrás, y nosotros ligando que se cayera en el agua al
tratar de pasar por aquel puente improvisado y tambaleante (grandes carajos). Nos
dimos un baño de antología. Recuerdo una foto de JEC desnudo de espaldas subido
en una roca, vaina fea, culo aplastado, al menos no se le veía el barrigón. Al
regreso, en el área de la maleza, a EU se le ocurrió agarrar a una pequeña
arañita negra y guardarla en una caja de fósforo vacía. Puso la cajita en la
maleta de la camioneta, nos contó el hecho, JEC entró en pánico- Coño Eugenio,
qué bolas, esa es una viuda negra, más peligrosa que un cascabel, imagínate que
tu arañita se sale de la cajita, y pica a cualquiera de nosotros-. Nos dimos a
la tarea de buscar la cajita, JEC la agarró y la lanzó a la maleza. Entendimos por
qué el guía iba a caballo, se trataba de una zona donde abundan esa especie de
arácnido [11]
Saltos Pacheco.

También fuimos al Paují[12],
una zona en la que en ese entonces había una suerte de colonia hippie. Visitamos
a un conocido de JEC dedicado a la apicultura

Los
estragos de la minería
El
regreso
Lo
inevitable llegó, el regreso, teníamos unos 9 días en la Gran Sabana. Dejamos
temprano a Santa Helena rumbo a Tumeremo, unas 6 horas. Paramos en el Km 88
para surtirnos de gasolina y comer. Luego en el 85, en la comunidad pemón, el
capitán Figueroa había ido a Puerto Ordaz, nos atendió una hija, una india
joven y bien parecida, recogía unas naranjas o unos limones de una mata (eso creo,
la memoria no es fidedigna), los metía en una bolsa para nosotros, la joven con
un vestido que le quedaba estrecho, al agacharse le vimos los senos, JEC se
conmovió- Vámonos, vámonos, trece días sin singar, estoy tentado de meterle
mano a la indiecita, vámonos-. En el carro JEC comentó lo que les ocurría a las
indias- Algunas son bonitas y de buen cuerpo, pero hasta cierta edad, no joda,
a los 14 o 15 es como si le dieran con una mandarria en la cabeza, se achatan,
se vuelven regordetas y se le caen las tetas. Y a tragar kilómetros se ha
dicho, ruta a Tumeremo, llegamos al atardecer, pernoctamos en el mismo hotel de
la ida. El juez amigo de JEC se encontraba en Puerto Ordaz. Ni modo, comimos en
el mismo hotel y nos bebimos unos cuantos tragos. En la mañana, después de
desayunar, JEC nos propuso desviarnos de la ruta para conocer Caicara del
Orinoco, un viaje largo de unas 10 horas, bolas la del amigo, pero hubiéramos podido
insistirle en no realizar un trayecto tan largo, sin embargo, nos picó la
curiosidad por conocer el pueblo donde en una época se pensó trasladar la
capital de la república por ubicarse en el centro del país, convirtiéndolo en
una ciudad como Brasilia. Un viaje de mierda, un desvío de la ruta lógica hacia
Caracas, con aquel calor, la camioneta carecía de aire acondicionado. Al fin,
como a las 9 aterrizamos en esa cagada de pueblo con el perdón de los nacidos
en ese lugar plagado de mosquitos, de una humedad insoportable causada por el
Río Padre, el Orinoco. Nos hospedamos en un hotelucho. Y a beber cerveza en un
bar de mala muerte. Al día siguiente emprendimos ruta hacia Puerto Ordaz,
carajo, otro viaje interminable: 7 horas. El tubo de escape de la camioneta se
había jodido y yo en la parte trasera respirando ese humo infame. JEC nos pidió
que contáramos el dinero que nos quedaba para ver si alcanzaba a pagar una
habitación en el Intercontinental Guayana, teníamos suficiente. Serían las 8 de
la noche cuando al fin entramos a Ciudad Guayana, eureka, a disfrutar de ese
coñazo de hotel. Entramos al hotel y en la recepción nos dijeron que no tenían
habitaciones disponibles pues el tal CBC las había copado todas con una
convención de antropólogos o etnólogos, una mierda de esas, dedicada al tema de
la cultura indígena en el país. Ni remedio, a seguir camino, tres horas más
hasta llegar al Tigre, 11 0 12 de la noche. El único dormidero que encontramos
fue un motel de putas. Para remate la camioneta se accidentó en el tramo entre
Clarines y Boca de Uchire. Un camionero le dio la cola a EU hasta Boca de
Uchire, regresó con un gruero. Al menos teníamos dinero para pagar el remolque.
Los tres mamados, mamados de verdad bebiéndonos la última botella mientras la
grúa avanzaba, empezamos a reírnos, un viaje del carajo, de la “puta madre”
como dicen en la puta “madre patria”. Los percances del regreso no empañaron la
alegría, el goce, el asombro de los fabulosos días en esa maravilla de la
naturaleza como lo es la Gran Sabana.
[1]
José J. Cabrera Malo (1921-2016),
ingeniero forestal y agrónomo venezolano, de joven, conoció la mesa de Guanipa,
que es una formación geológica en el oriente de Venezuela, a la altura de los
llanos orientales, al sur del estado Monagas. En ese entonces, la erosión producto de las fuerzas de
los vientos causaba un severo daño a la poca capa vegetal que ahí se
encontraba, solo la fiera resistencia de los árboles chaparros mantenía cierto
verdor. Años después, cuando de nuevo explora la meseta la encuentra, en el
franco camino de convertirse en un gran desierto en medio de los llanos orientales.
Cabrera Malo, busca apoyo y luego de muchas diligencias consigue financiamiento
para que le permitan forestar la meseta con una variedad de pinos caribe, que
era el árbol que más se adaptaba a las inhóspitas condiciones climáticas de la
zona. http://noticias.masverdedigital.com/venezuela-el-hombre-que-construyo-el-bosque-mas-grande-del-mundo/
[2] Tumeremo, fue el último pueblo fundado por los Capuchinos
Catalanes, pese a la oposición del Miguel Marmion, Gobernador de la Provincia
de Guayana, en 1784. Marnion opinaba que creando misiones cerca del Esequibo
facilitaría el acceso para la conquista, el contrabando y la piratería que en ese tiempo ejercían los Indios Caribes Guerreros y enemigos de los Españoles, sin
embargo los capuchinos evangelizadores desobedecieron las sugerencias del
gobernador y procedieron a fundar un hato para la cría de ganado que llevaba
por nombre Villa de Españoles, luego vino la conformación del pueblo que fue
bautizado con el nombre de Tumeremo, el 26 de Enero de 1788, (según datos extraídos de actas Constitutivas fechadas el 25 de
Octubre de 1790 en las cuales aparecen todas las referencias del naciente
pueblo).Es Fray Mariano de
Perafita quien informa oficialmente a las autoridades superiores la fundación
del pueblo, a fin que se le enviaran los ornamentos de consagración, campanas y
demás útiles para el funcionamiento cabal de la Iglesia erigida a la "Virgen María", como patrona, bajo la adopción de "Nuestra Señora de Belén", misión que en sus primeros 30 años estuvo poblada por indios guayanos y ascendían
a 416 habitantes que vivían de la pesca,
la casería y la agricultura, ya que la fertilidad de las tierras y la fauna
eran abundantes. José Miguel Reyes. https://www.monografias.com/trabajos32/tumeremo/tumeremo.shtml.
[4] La Reserva Forestal Imataca (RFI) posee una extensión
boscosa de 3.800.000 has, posee ca. 2.292 especies de plantas vasculares,
valores que representan el 63,8% de las familias de Venezuela, el 36,4% de los
géneros y el 14,9% de las especies (MARN-CIERFI-ULA, 2000). La región posee una
densidad poblacional extremadamente baja, apenas 26.800 habitantes (MARN-UCV,
2003), por lo que la mayor parte del territorio está en una situación de conservación
bastante aceptable ya que el uso tradicional ha sido la agricultura de
subsistencia de los indígenas. Sin embargo, existen áreas donde se han otorgado
concesiones mineras y forestales, las cuales en muchos casos se solapan,
ocasionando conflictos de intereses por el control del acceso, uso de las
carreteras y responsabilidad en los impactos ambientales. https://www.researchgate.net/profile/Jose_Lozada2/publication/236596832_Los_bosques_de_la_zona_central_de_la_Reserva_Forestal_Imataca_Estado_Bolivar_Venezuela/links/0deec51830f19b3f76000000/Los-bosques-de-la-zona-central-de-la-Reserva-Forestal.
[5]
El tepuy o tepui1 es una clase de meseta especialmente abrupta, con paredes verticales y cimas
relativamente planas (aunque no en todos los casos) característica del escudo
guayanés, principalmente en la zona de
la Gran Sabana venezolana. Suele estar compuesto de cuarcitas y areniscas con algunos lechos delgados de pizarra. Igualmente es posible encontrar estas singulares formaciones en
menores cantidades y tamaños en el límite con los países vecinos como Guyana y Brasil. Estas montañas son las formaciones expuestas más antiguas en el
planeta; su origen data del Precámbrico. Son un complejo entre la frontera norte del río Amazonas y el Orinoco, entre la costa
Atlántica y el río Negro. A lo largo del curso de la historia de la Tierra, la
meseta se erosionó, y se formaron los tepuyes. Su nombre proviene de una voz
del idioma indígena pemón,
que significa montaña o morada de los dioses. Los tepuyes tienden
a estar individualmente aislados en vez de formar parte de una cadena común.
Esta característica frecuentemente los hace ser el ambiente en donde se
desarrollan formas evolutivas únicas tanto animales como vegetales. El escritor escocés Arthur
Conan Doyle imaginó en su novela El
mundo perdido que sus cimas eran el hábitat de enormes dinosaurios.2 Actualmente los tepuyes están protegidos por las leyes venezolanas bajo la figura de Monumentos
Naturales y solo a algunos de ellos
está permitido el ascenso. Sobre las cimas de estos tepuyes nacen ríos y
gigantescas cataratas, siendo la más conocida el Salto Ángel, la cascada más alta del mundo. Existen alrededor de 115
tepuyes en la Gran Sabana
del sureste, en el borde con el Territorio Esequibo y Brasil, el más conocido
es el Auyantepui, el
mayor de todos ellos —con 700 km² y un pico de casi 3000 m—, de cuya cima se
precipita la cascada más
alta del mundo, el Salto Ángel. Alcanzó fama internacional en
1935 cuando la gran cascada fue dada a conocer por el piloto estadounidense Jimmy Angel —aunque había sido descubierta
anteriormente por Félix Cardona Puig—, que dos años más tarde se estrelló con su avioneta en la
cima, el Roraima. https://es.wikipedia.org/wiki/Tepuy.
[6]
La sublevación en Rupununi se produjo el día 2 de enero de 1969. Según Mora,
todo el Rupununi en una extensión del tamaño del Estado Guárico estaba
controlado por el movimiento hacia las 10 de la mañana de aquel día. Las
estaciones de radio fueron tomadas y capturado todo el personal al servicio del
gobierno, entre ellas 20 policías, todos de raza negra, también fueron tomados
todos los aeropuertos de la zona, bloqueándolos con obstáculos y pipotes de
gasolina lo que impedía el aterrizaje de aeronaves provenientes de la capital.
"La captura de las estaciones de radio del gobierno fue muy importante
para los rebeldes puesto que a través de ellas estaban en capacidad de conocer
las instrucciones que diera el gobierno." (Mora, 1969). El aeropuerto de
Lethem fue el único que fue provisionalmente abierto, donde esperaban la
llegada de un avión DC-3 de Guyana Airways que aterrizaría para transportar
carne; en el aeropuerto se habían desplegado los rebeldes con la finalidad de
capturar la nave, pues de esa forma contaban con un medio de transporte rápido
y tendrían el control de otras poblaciones. Según Mora, el avión fue avistado a
las seis de la tarde, pero no aterrizó como los rebeldes esperaban pues lo que
no sabían era que a la tripulación de la aeronave se le había informado acerca
de lo que pasaba en la zona y por ello se devolvió. De acuerdo con unas
declaraciones del jefe insurreccional Jim Hart, la revuelta en Rupununi fracasó
debido a que un espía del gobierno había logrado comunicarse por medio de una
radio con el gobierno de Guyana, informando que en la región se había producido
una insurrección. https://www.monografias.com/trabajos/rupununi/rupununi.shtml.
[7]
El Salto Kamá (también llamado Kama Meru, y en
pemón: Kamá Merú) es una cascada o caída de agua situada en el sector oriental
del Parque Nacional Canaima. Administrativamente forma parte del municipio Gran
Sabana, del estado Bolívar (Venezuela). Se localiza en la cuenca del río
Caroní, uno de los más importantes de la Guayana venezolana, recibiendo las
aguas del río Aponwao, que se dividen en varias caídas y tiene unos 50 metros
de altura.1 En sus cercanías se encuentran instalaciones turísticas.
[8]
La Misión de Santa Teresita de Kavanayén fue erigida en agosto del año 1943 por
misioneros capuchinos. Está ubicada sobre una amplia altiplanicie en las
estribaciones del Sororopán-tepuy, en la cuenca alta del río Caroní, Municipio
Gran Sabana del Estado Bolívar, y está habitada por miembros de la etnia
pemón.El atractivo principal del lugar, aparte de que está rodeado de tepuyes y
es el punto de inicio para las excursiones al Salto Karuay, Salto Hueso y al
Sororopán-Tepuy, es la presencia misma del Santuario de Santa Teresita de
Kavanayén. A ambos lados de esta iglesia se alzan, imponentes, dos grandes
edificios construidos con piedras del lugar. En el de la izquierda funciona la
misión de los capuchinos (en donde es posible alojarse ya que tienen
habitaciones especialmente destinadas al turismo), en el edificio de la derecha
funciona la confraternidad de las Hermanas Franciscanas del Sagrado Corazón de
Jesús. http://www.explorandorutas.com/turismo/venezuela/kavanayen/
[9]
Es
quizás el lugar más famoso y popular de La Gran Sabana, está constituido por un
manantial que cae a través de una piedra de jaspe lisa de unos 300 mts de
longitud, con un nivel de agua que no sobrepasa los 5 centímetros. El nombre de
la quebrada de Jaspe, se debe a que el fondo es de una piedra semi-preciosa
llama da Jaspe, que es en realidad un compuesto de cuarzo y sílice, con un
color rojo muy fuerte. Es un lugar fascinante rodeado de árboles; los
temporadistas disfrutan deslizándose sobre esta resbala diza laja muy bien
pulida por el paso del agua. También gustan de recibir masajes de sus pequeños
saltos, acostándose boca bajo en las diferentes caídas en que se divide la
quebrada. Importante no remueva ni rompa el jaspe, está terminante prohibido
llevarse éste o cualquier otro material natural de la zona. https://lagransabana.travel/es/lugares/la-quebrada-de-jaspe.
[10]
De una altura de unos 25 metros, y sus aguas provienen de la quebrada homónima.
Se caracteriza por ser una cascada clara en el medio de un bosque muy verde,
además resaltan los colores y formas de sus rocas y pozos de agua),
[11]
La Araña Viuda Negra tiene una reputación de ser una de las arañas más
peligrosas del mundo. Esto es porque tienen glándulas de veneno muy grandes.
Cuando muerden, es una hembra la mayoría de las veces. ... Las hembras tienen
un signo revelador como un reloj de arena rojo o puntos rojos en ellas.
[12]
El Pueblo del Paují está localizado al sur del estado Bolívar, al oeste de
Santa Elena de Uairén a sólo 74,5 Kms. Es una comunidad fronteriza de unos 1000
habitantes aproximadamente, que se dedica especialmente a las actividades
agrícolas y la apicultura, que invita al disfrute del contacto con la
naturaleza y al turismo a cada uno de sus visitantes. Aquí podrán compartir con
gente proveniente de todas partes del mundo que van en busca de sus
propios ideales. La verdad es que Pauji vibra en armonía en donde la
gente comparte sus sueños y riquezas naturales, aguas cristalinas, bosques
lluviosos, selvas exuberantes, cascadas, lagos de nubes, valles de luz de luna,
plantas y minerales. La manera de vivir, comidas, y casas son ofrecidas
para alojamiento con profundo amor y respeto especialmente a aquellos que
sienten el llamado de esta mágica tierra llena de secretos.
Visita El Pauji y será huéspedes de la gente y
descubran esta realidad. https://lagransabana.travel/es/estado-bolivar/el-pauji.
Descripción algo idílica, no hace referencia a los hijos de puta mineros que
contaminan las aguas de los ríos,
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