Recuerdos urbanos




La pandilla de la parte alta de la calle y la de la parte baja: “los pericos”
No pasó mucho tiempo para el conocimiento de la existencia de una “pandilla” de carajitos, auténticos hijos de puta, que controlaban la parte baja de San Antonio, conocidos como “los pericos”. No hubo otra solución que la conformación de una pandilla defensiva integrada por los Morón, los hermanos Arrimadas (Juan Bernardo y Alfredo), Rudy, quien, aunque no vivía en el barrio, por ser primo hermano de los Arrimadas se la pasaba en la zona, Javier Valero, Manuel Pérez Soto, los hermanos Pardilla (Fernando y el “poncherita”), mi hermano y yo, y otros que se me esfuman de la memoria. En las batallas contra los “pericos” por el tema del dominio territorial, además de puñetazos y patadas, se utilizaban piedras y palos. Usualmente llevábamos la peor parte por inferioridad numérica. En mi caso, al principio, la sola mención de los “pericos” me producía terror, hasta que un día en el llamado “callejón de la puñalada”, una callejuela que une Sabana Grande con la Avenida Casanova, me tropecé con uno de los “pericos”, un carajo de 12 o 13 años, mayor y más alto (lo que no era difícil), al que temía dada su agresividad mostrada en las trifulcas pandilleras; pero,  ¿cuál sería mi sorpresa cuando el malandrín al verme cara a cara palideció al tiempo que con temblorosa voz me dijo “no me hagas nada, no quiero pelear”, pues, yo sí coño e  madre”, le respondí yéndomele encima, el “perico” salió corriendo (“esmachetao”) como alma que lleva el diablo, lo perseguí, y el muy cobardón no se detenía, volteaba y como veía que iba tras él seguía corriendo, recorrimos unas cuantas cuadras, toda la calle Real de Sabana Grande, me detuve en Chacaíto y me devolví, el muy cobarde seguía corriendo, en ese momento comprendí que la valentía de los “pericos” se debía a que actuaban en grupo, en gavilla, que individualmente eran unos cagones.
Esa “valentía de masa”, “guapos” cuando se sienten apoyados por el grupo, si lo sacas del colectivo se aflojan. De ahí la expresión irónica“Guapo y apoyado”, el individuo que se siente guapo (valiente) porque no actúa solo sino en masa. En la “masa de ataque” cada individuo se despersonaliza en el grupo, todo vestigio de “racionalidad” desaparece, el odio hacia el “enemigo” motiva la violencia colectiva. Un ejemplo son los linchamientos de individuos que representa una raza odiada, aquellos negros que eran colgados de postes o árboles por el Ku-Ku-Klan en el sur de los Estados Unidos de Norteamérica. Me viene a la memoria un film protagonizado por Marlon Brando “La jauría humana” (1967), el sheriff de un pueblo pequeño (infierno grande) se opone al linchamiento de un negro (acusado injustemente de la violación de una joven blanca) por parte de los “buenos ciudadanos” del pueblo transformados en jauría humana. Barndo en el papel de sheriff recibe una brutal golpiza al impedir que el negro fuese sacado de la cárcel violentamente para ser colgado, nadie interviene para evitar esa golpiza de la gavilla. Al final él y su mujer (Angie Dickinson) abandonan el envenenado pueblo.
En este film cuyo título en inglés es “The chase” (la caza) y cuya traducción es más acorde con el fondo del drama:
“Estamos ante una denuncia total de América, de la proliferación de armas, del racismo no disimulado y de la confusión que se establece entre la libertad y el libertinaje. Por momentos las imágenes nos llevan a la caída del Imperio Romano, a ese mundo que se hundió por muchas causas, pero fundamentalmente el poder que cegó a los hombres, convirtiéndoles en animales, por ello no deja de ser curioso que en este caso la traducción española del título sea quizás incluso mejor que el original. Porque esta no es una película que trate de los hombres y sus actos, sino de como los hombres se convierten en animales rabiosos, en una jauría sin raciocinio ni piedad. Una película que explica, en definitiva el origen de la América de Bush, complacida rezando a Diós, mientras aniquila a todo aquel que se le oponga. A menudo me pregunto qué clase de personas son las que acuden a las puertas de los juzgados para abuchear a los acusados que van a declarar. Esa gente que increpa, arroja objetos y escupe; esa masa que, arropada en el anonimato, se convierte en una verdadera jauría. Exactamente la jauría humana que tan duramente describe Arthur Penn. Me cuesta entender las motivaciones de esta gente. Qué clase de alivio les puede producir tal comportamiento. A veces yo siento la misma repugnancia que ellos hacia el sospechoso e incluso la misma seguridad de que es un criminal, pero no se me pasa por la cabeza hacer algo similar para descargar mi rabia. Es algo que siempre me ha impresionado y atemorizado al mismo tiempo. En definitiva, esa misma perplejidad es la que despierta la incomprensible actitud de los personajes de "La jauría humana". Lo que ocurre es que la historia es tan exagerada que es inevitable sentir cierta incredulidad. Que de todo un pueblo prácticamente sólo se libren de esa locura y esa irracionalidad un par de personas, mientras las demás son poseídas... Marlon Brando está inmenso, como siempre. Más inmenso todavía cuando interpreta el único papel, junto a Angie Dickinson, que representa la cordura y la templanza entre tanta bestialidad desatada. Discrepo de los que creen que esto es una crítica a la sociedad norteamericana. La masa es la masa en todas las sociedades y en todos los tiempos: cuando la gente se juntaba para lapidar a un ladrón, o para ver una crucifixión, o a un hereje arder o a un noble decapitado. Como ahora se juntan a las puertas de los juzgados, o en los campos de fútbol, o en un plató de televisión. La jauría humana no es otra cosa que esa nebulosa tras la que se oculta el individuo con sus frustraciones personales y sociales, en la que puede esconderse y arroparse y que sirve de coartada para todo”[1].
        Por allí andan los denominados “colectivos” del narcorégimen, bandas armadas con armas largas proporcionadas por el otrora “Estado” con la excusa de la defensa de la pretendida “revolución”, asesinos y ladrones con patentes de corso para delinquir. ¡Qué fácil la valentía cuando se está armado y además en grupo!, quisiera verlos solos y sin armas. Almas de cobardes la de esos asesinos, ladrones y secuestradores que asaltan, privan de la libertad, violan y matan a gente desarmada y pacífica, al igual que esos guardias nacionales, esa escoria uniformada,  se valen de su pertenencia a una supuesta institución estatal para cometer impunemente sus crímenes. Hablando de escorias, en septiembre del 2010 las autoridades de la Universidad Metropolitana en la que presté servicios desde el 2000 a marzo de 2017, convocaron a una asamblea de profesores y empleados de la institución, ante el temor de la puesta en vigencia de una ley de educación contraria a la Constitución Nacional, que declaraba a la educación como un asunto de Estado (el Estado docente), y por tanto, la posibilidad de intervenir las instituciones educativas privadas, como es el caso de esa Universidad. Haciendo uso del derecho de palabra alerté acerca de los riesgos que corríamos, en concreto señalé que el magnífico campus universitario y sus instalaciones, podrían ser consideradas como un atractivo botín para la supuesta revolución, al mencionar a Chávez Frías, expresé “¿Cómo llamarlo?, lo haré con la expresión del insigne escritor Don Mario Vargas Llosa “escoria, escoria”, eso es Chávez para desgracia de este país, y no me importa si se molestan sus partidarios”. Se hizo un silencio, un ex vicerrector académico tomó la palabra para criticar mi tono y esa expresión, siete años después averiguaría el porqué del silencio de 450 asistentes, esa universidad ha bajado la cerviz ante de la nefasta dictadura.


[1] https://cineclasico.webcindario.com/jauria.html

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Tio Tigre y Tio Conejo (fábulas de mi tierra)

El origen de la sociabilidad humana

La misteriosa esfera de los sueños