El drama de Fulgencio o la obsesión por seguir activo en la aventura más grata desde el desventurado Adán
Henrique Meier
Fulgencio fue durante su juventud un hombre comedido como pocos jóvenes, no
fumaba, ni bebía, se ejercitaba en forma moderada, se alimentaba sin incurrir
en excesos, se acostaba y levantada a la misma hora, lo mismo hacía con el
horario de las comidas, toda una disciplina espartana, pues. No apostaba a los caballos
en los hipódromos, tampoco en los resultados de los partidos de fútbol, jamás
se acercaba a una traga perras y de los bingos ni hablar. Pero, como en la viña
del Señor no hay hombres perfectos, todos tenemos algún vicio, un secreto, un
algo que nos desvíe del duro camino de la rectitud, Don Fulgencio era un
follador insigne, singador, culeador. No había día en que el probo varón no deseara
“pasar por las filas” a alguna dama. Para garantizarse revolcones seguros
contrajo matrimonio desde joven-No quería seguir pagando a las trabajadoras
sociales del sexo, a las servidoras públicas que alivian la líbido de los
hombres tímidos que se atreven a abordar a una damisela (soy respetuoso con la
mujer, lo exige el peligroso movimiento feminista, por eso no empleo la fea palabra
puta), o de aquellos a los que no les bastan los coitos hogareños, o a los
hombres de éxito: empresarios, políticos, que no tienen tiempo para galanteos y
necesitan hermosas damiselas que satisfagan sus caprichos, o los
narcotraficantes que con tanto dinero verde se procuran las hembras más
fabulosas y costosas de cualquier región de este puto mundo (ya me pasé de la
raya: hembras, palabra prohibida en el léxico del subversivo movimiento
feminista, me puedo convertir en un objetivo de sus odios machistas).
Así que el correctísimo Fulgencio contrajo nupcias con una bella y bien
formada dama de sus círculo social, el lazo conyugal poco duró por la obsesión
sexual de nuestro protagonista, quería hacerlo diariamente y hasta dos veces,
en la mañana para aprovechar el polvo “hidráulico” y el de la noche, no le
importaba que su consorte no quisiera, se le iba encima, le imploraba, le
suplicaba, le ofrecía joyas, lo que quisiera, esa estrategia le funcionó a
veces, pero en otras oportunidades, la conyugue no podía, o tenía el período,-
en su avidez sexual lo respetaba, más exigía penetración por detrás con el
consiguiente rechazo de su dama, o pura y simplemente ella no tenía ganas. Hubo
divorcio, a los meses contrajo nupcias con otra y se repitió la historia: otro
divorcio por las mismas razones. Decidió entonces volver a sus viejas andadas
juveniles de buscar satisfacción en las servidoras públicas (uno de los más
antiguos oficios de la humanidad). Y aunque pagaba y bien, en oportunidades algunas
servidoras se negaban a realizar las prácticas sexuales que deseaba este fauno consumado
que, además, padecía- si es que eso es un padecimiento, de eyaculación tardía,
el polo opuesto al eyaculador precoz que, apenas introduce el miembro, pene,
polla, guebo, machete, como quieran, en la dulce hendidura (expresión de un
poeta amigo) eyacula quedando la dama insatisfecha y arrecha.
Pues bien, pasaron los años y Don Fulgencio envejeció, pero no perdió su
ardor sexual, las ganas de culear, solo que su “amiguito” de tantos años
comenzó a fallar en el momento oportuno. Entraba emocionado con la meretriz de
turno, la servidora se desnudaba, Fulgencio enloquecido con sus senos, el culo,
la dulce hendidura libre de todo pelaje, se le paraba unos instantes y luego,
cuando se disponía a la penetración, ese guebo que tantas satisfacciones le
había producido en el pasado, bajaba la cabeza, su cuerpo flácido y por más que
la meretriz hiciese lo posible para reanimarlo: caricias, felación, nada, frustración.
A pesar del rotundo fallo, el insigne singador de sus años mozos tenía que
bajarse de la mula- Mi amor no hicimos nada-lo siento papi, no es mi culpa,
mira lo buena que estoy, te eché tremenda mamada y nada, así que págame.
Fulgencio se estaba volviendo loco- Oh Dos mío para qué vivir si no puedo culear,
ni siquiera tengo nietos para cuidarlos, la lectura a ratos, al igual que las películas,
¿quedarme en un banco en al parque mirando pasar esas hembras divinas y yo como
algo superfluo, un vejestorio al que ni siquiera miran y cundo lo hacen percibo
lástima en sus ojos. -
Fulgencio fue a un especialista, a un urólogo, éste le preguntó la edad
cuando nuestra apesadumbrado amigo le contó su trágica historia- 77 doctor- Carajo
y usted pretende tener erecciones completas a esa edad, eso se desgasta mi
amigo, para esos casos están las
pastillas salvadoras, el viagra se lo voy a recetar, se toma media pastilla de
100g cuando vaya a tener sexo, a la hora aproximadamente le hará efecto, si hay
estímulos sexuales, una mujer que le guste, le atraiga, no es necesario que la
ame. Fulgencio continuó culeando unos 3 años más con la pastilla salvadora,
hasta que a los 80, ni con esas pastillas. Entonces ya se había descubierto un nuevo
invento para prolongar la vida sexual masculina. Leyó en Internet esta
referencia:
“Bomba para el pene con pilas para la disfunción eréctil”
Si los
medicamentos no son eficaces ni adecuados en tu caso, el médico puede
recomendar un tratamiento diferente. Estos son otros tratamientos:
Bomba peniana. Una bomba peniana (dispositivo de erección por vacío) es un tubo hueco con
una bomba manual o a pilas. Se coloca el tubo sobre el pene, y luego la bomba
se utiliza para aspirar el aire que está dentro del tubo hacia fuera. Esto
genera un vacío que hace que la sangre llegue al pene.
Una vez que
tienes una erección, deslizas un anillo de tensión alrededor de la base del
pene para retener la sangre y mantenerlo firme. Luego retiras el dispositivo de
vacío. La erección suele durar lo suficiente como para que una pareja tenga
relaciones sexuales. Después de las relaciones sexuales, retiras el anillo de
tensión. La aparición de hematomas en el pene es un posible efecto secundario,
y la eyaculación se verá restringida por la banda. El pene podría sentirse frío
al tacto. Si una bomba peniana es una buena opción de tratamiento para ti, el
médico podría recomendar o recetar un modelo específico. De esta manera,
estarás seguro de que la bomba se adapta a tus necesidades y de que fue hecha
por un fabricante acreditado.
Fulgencio
compró la bomba, leyó las instrucciones, la damisela en cueros en el lecho del
amor estaba sorprendida, pensaba que el viejo libidinoso le iba a introducir la
bomba por el huequillo de la perdición, NO NO NO NO IRA A METERME ESA VAINA, -NO
QUERIDA ES PARA MI- ¿SE LA VA METER EN EL CULO? _NO LINDA ESPERA Y VERÄS…
Nuestro viejo
fauno se colocó el tubo sobre el viejo pene (algo arrugado y con verrugas en las
pelotas) utilizó la bomba para aspirar el aire que está dentro del tubo hacia
fuera esperando que la sangre llegara al tembloroso pene, EUREKA, erección a la
vista- Deslizó el anillo de alta tensión alrededor de la base de su vieja
morronga para retener la sangre y mantenerlo firme como soldado disciplinado, con
mucho cuidado, con suma delicadeza, lo introdujo en la abierta vulva de la
hembra, la penetró, estaba funcionando, pero cuando creyó que eyaculaba la
meretriz (hasta ahora no h empleado la palabra puta, expresión ordinaria), dio
un grito:
¡VIRGEN DE…OSTIAS
ME CAGO EN…VIEJO DE MIERDA ME HAS ECHAO AIRE COMO SI YO FUERA UNA RUEDA DE BICICLETA!,
al mismo tiempo el pene de Fulgencio se desinfló, unos moretones aparecieron en
el glande y en la empuñadura o mango, el palo, que se utiliza para ir y venir, un
pedazo de carne flácida y negruzca…. Fulgencio se echó a llorar QUE CRUEL ES
LLEGAR A VIEJO
Comentarios
Publicar un comentario