Una historia escabrosa
Esta historia me la relató Jaime B, omito el apellido por obvias
razones, si está vivo se disgustaría al publicarla, y si ya no está en este
“valle de lágrimas”, tal vez sus familiares podrían también molestarse y negar
el relato protagonizado por ese amigo. Corrían los años 80, gobernaba en
Venezuela Luis Herrera Campins, Jaime trabajaba en la cancillería en una
dirección o departamento de cooperación internacional. Se había titulado en
relaciones internacionales en la Universidad Central de Venezuela. El
Presidente Herrera se empeñó en un convenio de cooperación con el gobierno del
sandinista Daniel Ortega quien resultaría un típico ejemplar de la fauna
política de la izquierda latinoamericana: socarrón, farsante, tramposo,
corrupto, populista, autoritario. En ese tiempo la llamada “revolución
sandinista” era glorificada por la intelectualidad de la izquierda europea y
latinoamericana, impregnada del tradicional prejuicio anti norteamericano, y,
por tanto, entusiasmada con cualquier gobierno de la región que se proclamara
anti imperialista y revolucionario, máxime que Nicaragua había salido de la
dictadura somocista que fuera apoyada por los gringos. Muy hábilmente Daniel
Ortega y otros “revolucionarios” enarbolaron las banderas de la justicia social
y de profundos cambios sociales que en la práctica no llegaron a realizarse.
Pronto la supuesta revolución se transformó en un régimen autoritario. Pero,
vemos cómo era percibida esa “revolución” por la izquierda latinoamericana:
“Desde
los primeros días de julio de 1979 los diarios y noticieros de todo el mundo
comenzaron a repetir nombres ignorados de una nación tal vez poco conocida.
Nicaragua era noticia, pero esta vez no se trataba del azote de un huracán o
las coléricas sacudidas de un sismo, y aunque la muerte viajaba en textos
e imágenes, los relatos transpiraban la hazaña colectiva del fin de una
prolongada tiranía y el renacimiento de millones de ilusiones sepultadas.
Masaya, Chinandega, Estelí, Rivas, empezaban a ser familiares y con la ayuda de
un mapa se imaginaban amplios combates entre el ejército privado de la
dictadura y un pueblo empeñado en torcer el rumbo y acabar con las abismales
desigualdades. Una Revolución de rostro joven desfilaba con muchos sueños,
aunada en la voluntad de escribir el futuro encabezado por un Sandino rojo y
negro. La Revolución popular cortaba la dictadura personalista y feudal del
clan Somoza, construido sobre la miseria y dolor de una nación por más de
cuatro décadas, en las que una farsa de Estado saqueaba al país sin ningún
reparo, mientras en el centro de Managua, la estatua ecuestre del viejo Tacho
certificaba la voluntad del asesino de Sandino y fundador de una dinastía, cuyo
cinismo llegaba al extremo de proclamar al país como su única propiedad. Y
aunque los más viejos aseguran que el paso del tiempo lo borra todo, en esta
tierra de lagos y volcanes no se olvidan las secuelas del somocismo y sus más
allegados, beneficiarios de una plutocracia solo comparable con las dictaduras
de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana o de Alfredo Stroessner en
Paraguay. Al triunfar la Revolución Sandinista, la nefasta herencia de los
Somoza gravitaba como una ofensa. El índice de analfabetismo —uno de los
mayores de América Latina— superaba el 50 por ciento y en algo más de dos años
fue reducido a menos del 15. En la misma dirección, la atención sanitaria y el
acceso a las universidades comenzaron a cambiarle el rostro al país, donde las
campañas de vacunación masiva y la adopción de medidas sanitarias básicas
limitaron los efectos de enfermedades y disminuyeron la mortalidad infantil.
Pero antes que se aplacara el ruido de las armas, los padrinos de la dictadura
derrocada tramaban la venganza contra los que aspiraban a transformar el lucro minoritario
en realidad colectiva. En poco menos de un año, Estados Unidos desató una
agresión sostenida y sistemática contra una de las naciones más pobres del
hemisferio occidental. De nada valieron la enmienda Boland, los principios del
derecho internacional o los más puros postulados religiosos, pues Nicaragua se
convirtió en un objetivo estratégico de la política del Pentágono y ex
represores somocistas en peones de una guerra sucia contra un pueblo privado de
recursos. Por una década, una guerra sucia desangró al país, la cual,
organizada y financiada por la mayor potencia en la historia de la humanidad,
intentó reducir a cero la existencia de millones de nicaragüenses, por el
simple delito de esgrimir como bandera la rebeldía del Sandino vencedor de los
invasores yanquis. Según la sentencia dictada por un tribunal de la Corte
Internacional de Justicia de La Haya, integrado por 14 jueces de diferentes
nacionalidades, incluido un norteamericano, la guerra desatada por el gobierno
de Washington contra Nicaragua causó la muerte a 38 mil personas y daños en
ataques a puentes, torres de transmisión de electricidad, represas, centros de
salud, educación y producción agrícola por valor de 17 mil millones de dólares,
cifra superior al actual producto interno bruto del país. Las operaciones
subversivas realizadas por la Agencia Central de Inteligencia contra Nicaragua
incluyeron una larga cadena de atentados contra objetivos vitales, entre ellos
el minado del puerto de Corinto, de lo cual el oficial CIA Duane Clarridge
aseguró que, tras la acción, la inteligencia norteamericana notificó al
mercado de seguros británico Lloyd’s de Londres que advirtiera a todas las
navieras mantenerse distantes de las costas de esta nación centroamericana.
Pese a la situación bélica impuesta por la agresión externa, el Gobierno
convocó a elecciones en 1990 y, aunque los pronósticos eran favorables en las
encuestas, el Frente Sandinista de Liberación Nacional perdió los comicios ante
una coalición de 14 partidos de la más diversa filiación ideológica. Violeta
Barrios de Chamorro alcanzó la presidencia, las demandas contra Estados Unidos
fueron retiradas y una oleada de recomendaciones neoliberales cayó sobre
Managua. Pero el sueño de una Revolución posible siguió latente en el corazón de
un pueblo que siempre tuvo confianza en el regreso -logrado en 2007-, ese que
hace perenne el 19 de julio como el día en que Nicaragua entró en lahistoria.http://www.lavozdelsandinismo.com/opinion/2014-07-17/3519-el-dia-en-que-nicaragua-entro-en-la-historia/
Ese
regreso ya se sabe lo que le ha traído al pueblo nicaragüense: corrupción,
violación de los derechos humanos, arbitrariedad, despotismo. No insistiré al
respecto, voy con la historia escabrosa. Jaime y otro funcionario de la
cancillería fueron comisionados por el canciller, conforme a instrucciones
expresas del Presidente Herrera, para que viajaran a Managua para asesorar al
gobierno sandinista en la reforma de su cancillería. El objetivo, así me lo
comentó Jaime, era fortalecer la política exterior de Nicaragua de acuerdo con
los postulados de la revolución popular. Ambos funcionarios pasarían una semana
en la capital de Nicaragua. Jaime, un bon vivant, estaba nada entusiasmado con
ese viaje, conocía la situación de pobreza y escasez del pueblo Nico, y del
lamentable estado de Managua, luego del terremoto que arrasó a esa ciudad en
1972 (se calcula unos 20.000 fallecidos). Me comentaba -Coño pana si me
hubieran enviado a otra ciudad, no necesariamente París, pero al menos Bogotá,
Buenos Aires, Rio de Janeiro, pero a esa mierda. Él y su compañero de
trabajo llegaron un viernes en horas de la tarde al aeropuerto. Su primera
impresión fue la cantidad de milicianos vestidos de verde (imitación de los
guerrilleros cubanos) y soldados armados. Iban con pasaportes diplomáticos, y,
sin embargo, pasaron más de una hora antes de salir del aeropuerto, les
revisaron minuciosamente el equipaje como si sospecharan llevaran drogas o
armas, Jaime reclamaba exigiendo el trato debido a una misión diplomática, sin
resultado alguno. Un trato pésimo. Al salir con el equipaje ningún funcionario
de la embajada de Venezuela los esperaba, primera decepción y arrechera.
Tomaron un taxi hacia el Hotel Sheraton, en el trayecto iban mirando
sorprendidos los carteles pegados en paredes alusivos a la revolución, figuras
de jóvenes con uniforme verde oliva, las manos izquierdas alzadas, los puños
cerrados, acompañados de fusiles y ametralladoras, los camiones con soldados
armados que pasaban al lado del taxi. El Sheraton se hallaba frente a un
descampado, el terremoto había derrumbado las construcciones de esa zona,
sintieron una suerte de desazón, de desamparo. Al día siguiente contrataron a
un taxi para que los llevara a Masaya, a unos 27 kilómetros de Mangua. Allí
pasaron el día y compraron artesanías de la región. El domingo se quedaron en
el hotel, todavía sin noticias de la embajada, irritación al máximo. Al fin el
lunes apareció el segundo secretario de la embajada, excusó la ausencia de
personal de la embajada para recibirlos, alegando que las autoridades habían
prohibido la presencia de representantes de los cuerpos diplomáticos en la zona
aduanal del aeropuerto, a lo que Jaime respondió señalándole al soberano
embustero que ello no era óbice para que alguien de la embajada los hubiese
esperado fuera de esa área y trasladado al hotel, sencillamente no les pararon
bolas. Le preguntaron por el señor embajador, y el mentiroso les dijo que se
hallaba en Caracas. El secretario embustero los llevó a la sede de la
cancillería, los atendió un funcionario, pasaron a una sala de reuniones para
iniciar el programa de cooperación.
Al
cuarto día, Jaime, hastiado de las reuniones con la comisión de la cancillería
sandinista que llevaría a cabo el programa de reestructuración de la misma, -Unos
comemierdas pana, poco amables, hablando de la revolución, del apoyo de Fidel
Castro, yo pensaba que el Presidente Herrera se estaba equivocando con el apoyo
a Ortega, que cachicamo trabajaba pa´lapa, nojoda-, le pidió a Rodolfo B, ese
era el nombre de su compañero en esa misión “de mierda”, que averiguara con
algún empleado del hotel dónde podrían localizar unas putas, pues no aguantaba
las ganas de singar. Estando Jaime en su habitación preparando un informe para
el canciller venezolano sobre las reuniones con los Nicas, recibe una llamada
de Rodolfo- Jaime baja, tengo a dos dentro de un taxi-, mi amigo bajó,
efectivamente dos tipas se hallaban sentadas en la parte traerá de un taxi, un
Ford de los años 60, un camastrón, se acerca y se percata de los feas de las
carajas, una gorda y una flaca, sin atributos especiales, le reclama a Rodolfo
– qué bolas Rodo, ¡Qué vainas tan feas!, yo no voy a meterlo en ninguna de las
dos-, y Rodo- pero…pero coño Jaime, es lo que hay, los sandinistas clausuraron
los burdeles y prohibieron la prostitución, estas las consiguió el chofer del
taxi-.
Lo
convenció, se suben los dos a la parte de atrás del taxi con las “esas es lo
que hay”, Rodo le dice al conductor que los lleve a una discoteca. La discoteca
prácticamente vacía, apenas dos parejas en la pista de baile, se sientan, Jaime
al lado de la flaca, Rodo de la gorda, piden una botella de escocés, no había,
estaba prohibido, solo bebidas nacionales- la revolución coño, se conforman con
una de ron. Beben, Rodo y la flaca van al baño, Jaime se queda con la gorda, la
mira bien, -tenía buenas piernas y tetas pana, con los tragos la estaba viendo
buena, se sienta al lado de ella, y cuando Rodo y la flaca regresan de mear, mi
amigo le dice a su compañero- Rodo, te jodiste me quedo con esta, yo soy el
jefe de la delegación-. Van a bailar a la pista, Jaime comienza a tocarle las
tetas a la gorda, ésta se reía y se reía, y mi amigo se preguntaba el por qué
le daba risa que le sobara las tetas, prácticamente no pronunciaba palabra
alguna.
Terminan
la botella y deciden ir a un motel para cogerse a las feas, qué más daba. El
taxista sale de Managua y toma una carretera de tierra, Jaime se inquieta y
mira de soslayo a Rodo,-pana estaba angustiado, pensaba que el taxista del
carajo podía parar el carro, bajarnos a punta de pistola, robarnos, matarnos y
tirarnos al lado de la carretera, en unos matorrales, nadie se daría cuenta en
lo inmediato, solo al tiempo, el gobierno sandinista explicaría su pesar, pero
eso sería responsabilidad de esos venezolanos que no entendieron el grado de
inseguridad del país por culpa de grupos de contrarrevolucionarios, etc. Jaime
estuvo a punto de gritarle a Rodo que abrieran las puertas y se lanzaran del
carro en marcha, como en las muchas películas que había visto, pero cuando ya
iba a gritar de pronto apareció un motel en medio de esa soledad, llegan, se
bajan con sus parejas, un negro enorme desnudo de la cintura para arriba, con
cara de matón, les pide el importe de las piezas, unas mini cabañas espantosas,
les entrega las llaves, un jaboncito típico de hotel de mala muerte y una
toallita mal lavada. Ambos entran a sus respectivas cabañas con sus “peor es
nada”. La gorda se desnuda, y en verdad- me contó Jaime, no estaba nada mal, él
se acuesta, la gorda lo desnuda, ella se desnuda, -tremenda tetas pana-, se le
encima, le echa tremenda mamada, mi amigo se coloca el preservativo y la gorda
lo monta y empieza a jadear, a mugir cual vaca, - coño pana me di cuenta que
era bizca, los ojos casi le dieron la vuelta- Jaime eyacula y le dice a la gorda
que se baje, que él ya terminó y la gorda como si nada seguía montándolo, no
hablaba, mugía, entonces se percató de que no era normal, tenía atraso mental-
pana me vi obligado a empujarla, la gorda cayó al piso, me decía mi amor, mi
amor, corrí al baño me lavé la verga, salí del cuartucho y le toqué la puerta a
Rodo, abrió y le dije que nos fuéramos, así lo hicimos y cuando entramos otra
vez a Managua, no joda tiros, y tiros, camiones con soldados, estaba cagado, el
taxista llevó a las tipas, se bajan, y trepan por una puerta de hierro de algo
parecido a un colegio o un convento, le pregunto al taxista qué era ese sitio y
el tipo me dice, amigo son monjas las muy putas, ese es un convento. Llegamos
al hotel, pagamos al taxista. Le cuenta a Rodo lo de la gorda y éste le dice,
tal vez para joderlo- Te equivocaste Jaime, la flaca, fea, pero tremendo polvo,
una experta la bruja-.Estuvieron unos dos días más, en el aeropuerto volvieron
a revisarles las maletas minuciosamente, Jaime molesto le decía a la miliciana
que revolvía sus prendas de vestir que, si buscaba algo valioso que él se estaría
llevando de esa mierda, Rodo angustiado lo miraba asustado, tardaron nuevamente
como una hora para salir de ese jodido país. En Caracas Jaime preparó un
informe para el Presidente Herrera destacando que la cooperación económica y
técnica con el gobierno sandinista era una pérdida de tiempo, que el tal
régimen era aliado del Castrocomunismo. No le pararon la más mínima bola.
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