¿Qué hace un hombre común y corriente con su lucidez?,
Atrapado en un espejismo, trato de
convencerme de que podremos cambiar, esa piadosa ilusión para sobrellevar el
infortunio. Crece el oprobio a mí alrededor, los justos sufren el escarnio de
la canalla, ¿Dónde está la poesía? La palabra ultrajada por burócratas, asesinos,
ladrones, saqueadores del erario público, es llama que quema, refugio de
lucidez, esos lúgubres perros de la tristeza hincan sus filosos dientes en mi
alma. Tengo el cansancio de los sinsabores, de las ilusiones hechas pedazo, de
las conversaciones vacías, del diario disimulo para acomodarme a los tiempos,
de esta ciudad que se ha convertido en un grito ahogado ante el desatino que no
cesa de extenderse y profundizarse, cansancio de mi propio idealismo, de un
romanticismo incurable que me ata a un espejismo, mientras pasan los años y mi
alma se debilita de tristeza. Es el precio de la lucidez, estoy perdido para el
mundo: dinero, poder, fama, nada me interesa, vivo cual árbol a la espera de la
luz del sol, de la brisa que alegre mis ramas, me siento vegetal, pájaro, mis
manos acarician la vida, soy apenas el suspiro del día, cántame amada mía,
regálame una sonrisa, un abrazo, un beso, que soy mendigo, huérfano, triste
caballero de la soledad, un animal de melancólicos ojos, disfrazado de señor,
traje y corbata y algunas frases elocuentes. Quién me convencería de la
necesidad de conquistar metas, todavía guardo los versos de mi adolescencia, el
recuerdo de los primeros besos, aquellos amores de loca pasión, aquel
desenfreno, el dolor de los primeros desengaños, el no entender por qué si
abría mi corazón, no recibía la misma respuesta. Las noches de loca bohemia,
las conversaciones angustiosas: la vida, la muerte, el país, el licor con sabor
de filosofía y política, el llanto, sí, las lágrimas del joven que comenzaba a
despertar y descubrir al mundo y sus mentiras, mis amigos Rafael, Antonio,
perdidos en la eternidad, buscando consuelo a sus almas juveniles, a su
inquietud, sed de infinito. ¡Cómo pasó el tiempo!, y repentinamente me hice
adulto y mi amor adquirió forma institucional y comencé a querer
responsablemente, y mi poesía cambió de rumbo, el hogar, compartir tareas, las
pesadillas y miedos nocturnos, los hijos y su titubeante caminar y luego la
repentina transformación, la articulación de palabras, vivacidad en los ojos,
nuevos seres, inquietantes presencias, dar respuestas, orientar, corregir, y
este dolor de ser padre, y siempre la fragilidad, este corazón de pájaro
abrumado por tanta responsabilidad, cargado de tareas y deberes. Y si hubiese
sido un hombre normal, ¡Dios!, ¡qué has hecho de mí! ¡Qué clase de corazón
metiste aquí dentro!, todas las desgracias del mundo agolpándose en mi pecho,
lloro esta mañana de sábado, borracho, amanecido en mi incurable desvarío, miro
una foto de mi padre a sus cuarenta años antes de partir en ese viaje hacia el
misterio, su mirada es límpida, desde niño arrastro este desconsuelo crónico y
uno se dice que es poeta para buscar explicación a la sinrazón, a la locura.
Y esta herida invisible que no cesa de
abrirse, Cristo, Cristo, tú en tu cruz irremediablemente solo y triste, cordero
de Dios, hermano, compañero de infortunio, sé que llegará el final, que para mí
todo cesará, y ya no podré esperar el anochecer sobrecogido, escuchando los
ruidos de la vida, las voces que desde niño me atormentan, no volveré a presenciar
la magia indescriptible del último rayo de luz del sol ya cansado de alumbrar
la tierra, ni podré refrescar mi envejecido cuerpo en ese pozo del Río de mi
infancia. Obsérvalo en la foto y dime si no te provoca estar ahora allí, y
aunque no se ve muy profundo, tiene suficiente agua fresca y cristalina para
sentarte en paz y darle reposo a tu alma. La comunión es ese instante de
felicidad, de plenitud total, sin grietas, por el que vale la pena haber
nacido. Instante único, cuando nos integramos al ritmo del universo, dejamos el
yo que nos mantiene separado, para ser Uno con todo lo viviente, nuestra alma
se expande en todas direcciones así sea fugazmente. Puede ser el amor total, la
entrega sin límites al ser amado, el destello de unos ojos profundos, un
atardecer, la sonrisa de un niño, la infinita alegría de estar en el río de la
infancia a las tres de la tarde, o en el mar, sintiendo la fuerza de su oleaje.
Pensándolo bien no he hecho gran cosa, salvo vivir con esta angustia, este
desasosiego, esta lucidez, esta obsesión por hacer cosas trascendentes,
¿Cuáles?, ¿Qué puede hacer un hombre en este mundo condenado a la sinrazón?,
¿Cómo mejorarlo? Sólo podemos ser testigos de la locura colectiva, del desatino
de la historia, sin poder cambiar un ápice su curso. Al coño las doctrinas,
ideologías, la mierda del socialismo, la opresión del hombre por el hombre, lo
que cuenta es vivir esta única e irrepetible experiencia.
¿Qué
hace un hombre común y corriente con su lucidez?, ¿Para qué carajo le sirve en
este océano de infortunios?, ¿Pasearla en la vigilia?, ¿Esconderla en horas de
sueños y pesadillas?, ¿Gritarlas en pésimos y repetitivos versos? Me he puesto
un disfraz para simular acomodo a estos tiempos, soy alguien que finge cierta
importancia por medio de gestos y palabras, que da vueltas y vueltas cual mono
de circo, payaso, dos + dos no son las estrellas (suman cuatro) y la luna está
distante. Le hago trampas a la rutina, soy un cazador furtivo del azar, tuerzo
el destino artificial de lo previsto para dejar a la magia de la otredad, el
contra tiempo de la brevedad del tiempo. Invoco a esas fuerzas del misterio,
exprimo mi alma en vano esfuerzo para descifrar el enigma, percibir su toque
mágico y siempre cierra círculo el pensamiento lineal, los estrechos límites de
una vida razonable. ¡Oye Enrique! guarda tu dolor por hoy, en el guardarropa te
espera un traje nuevo, ensáyalo, tal vez puedas recobrar la cotidianidad.
Desconsolado poeta, carne de tristeza, que te alegra el vino (a veces)
sabiéndote condenado a la desolación. Este prisma de poeta para mirar el mundo
y luego ¿Cómo no llevar en el alma una profunda herida?, un poeta cantor sin
más ambición que la espera de la noche para alzar voz y copa en brindis por la
vida. Canta con tu voz los versos que quieras, que las palabras broten de lo
más profundo de tu misterio, de tu corazón hecho guitarra, no implores a los
dioses abstractos de la poesía, como esa manada de arrogantes poetas
“oficiales”, la palabra perfecta, la rima, ni te acerques a esos cabrones que
simulan el más antiguo oficio de los hombres como si fueran dueños de lo
inasible. Al final se les escapa el fulgor de la eternidad, ábrele las puertas
al infinito, olvídate, déjate, fúgate de la cárcel de la impostura, vacíate
para que la tierra te llene de su fuerza cósmica.
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