Sin el humor estaríamos perdidos
Sin el humor estaríamos perdidos,
previene el desquiciamiento total de estos frágiles seres que somos. Lo del
humor me hace recordar un libro de Milán Kundera “La broma” (1965): Ludvik
Jahn, joven estudiante universitario y activo miembro del Partido Comunista
checo, envía a una compañera de clase una postal en la que se burla del
optimismo ideológico imperante, característico de los regímenes políticos
totalitarios, expresando que el tal optimismo es el opio del pueblo y alabando
a Trosky. Y por supuesto, la broma no les hace la menor gracia a los dirigentes
universitarios, carentes de todo sentido del humor como todo “buen”
“revolucionario”. Luego de un juicio sumario, expulsan a Ludvik de la
universidad y del Partido (no hay nada que detesten más las dictaduras, en
especial las ideológicas o ideocracias, que al humor y los humoristas). Pero,
paradójicamente, la aparente desgracia en la que ha caído el bromista, le abre
las puertas a un mundo aún desconocido. Atrapado entre dos amores, el de Lucie,
tierno y desesperado, y el de Helena, apasionado y cínico (esposa de Pavel
Zemánek, responsable de su expulsión, una manera de vengarse), Ludvik va a la
deriva, de tropiezo en tropiezo, transformando su vida en un cúmulo de
situaciones grotescas y risibles. Con el
paso del tiempo, la vida de Ludvik se convertirá en una enorme broma pesada: no
podrá culpar al destino, sino a su propia torpeza.
Comentarios
Publicar un comentario