Nosotros precarios pobladores de esta ínfima partícula de polvo


 No es nada nuevo negar la existencia de Dios, esa energía pura, esa inteligencia suprema, el origen del cosmos o universo y de este minúsculo planeta, pero en estos tiempos esa negación se ha extendido en el ámbito mundial. El ateísmo se ha convertido en una suerte de signo, característica de los hombres y mujeres "inteligentes"; de manera que la creencia en un Ser Supremo, no importa como se le designe en los diferentes cultos y religiones monoteístas, sería rasgo de personas poco o nada inteligentes, estúpidas, ignorantes, fanáticas. Se ha puesto de moda la teoría del big-bang, una supuesta explosión inicial surgida de la Nada de la que habría emergido la materia que conforma  un universo en expansión. Los humanos seríamos pura materia, nuestra inteligencia: el resultado de esa evolución. El rechazo a la existencia de Dios implica obviamente el del alma y el espíritu, toda la vida psíquica, intelectual y anímica se explicaría por la estructura y el funcionamiento del cerebro humano: un complejo tejido de neuronas y sustancias químicas. Como formo parte de los millones de personas que todavía creen en Dios, asumo que soy un hombre de una condición inferior, no me importa. Para creer en Dios me basta con comprobar las perfectas leyes que rigen el cosmos, que mantienen a la tierra girando alrededor del sol, al perfecto orden ecológico de la naturaleza no humana en este planeta, alterado, dañado progresivamente por el afán de codicia y de poder de individuos y grupos que desdeñan esa magnífica obra del creador. Me basta con comprobar cómo los humanos tenemos capacidad para crear, al igual que Dios, porque hemos sido hecho a su imagen y semejanza. Hemos debido limitarnos a nuestro rol de cocreadores utilizando las fuerzas y la energía de la naturaleza en beneficio de un mundo mejor, un mundo de paz, convivencia y prosperidad, y no emplear la inteligencia para destruir esa obra de inconmensurable belleza. En La Biblia hay una expresión atribuida al Creador que se ha prestado a equívoco, el "sojuzgad la tierra", no puedo admitir que tal expresión haya significado y signifique someter a los recursos naturales y ecosistemas de este planeta al afán de dominio y poderío humanos. Mal podría Dios ordenar a la especie humana que destruyesen su Obra. Entiendo el sojuzgar como usar y disfrutar sin dañar irreversiblemente los elementos, bienes, recursos y procesos ecológicos que permiten la existencia de la VIDA en sus diversas y variadas modalidades. Y cuando se habla del fin del mundo, entiendo como el fin de un modo de vida, de una civilización, y no del planeta. Esta hermosa tierra puede seguir existiendo sin los humanos, total somos los últimos inquilinos en formar parte del milagro de la vida.

 Humildad

Lo vi
no puedo describirlo
es Dios en lo alto
el Supremo Pintor
dibujando el cielo
de azul intenso, pálido, violeta
Y nosotros soberbias criaturas
de su hechura
creyendo que no necesitamos de Él
el autosuficiente,
nosotros precarios pobladores
de esta ínfima partícula de polvo
flotando en esa INMENSIDAD....

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