Ese crónico sentimiento de infortunio
.
Los recuerdos de
mi infancia (ese tiempo de felicidad) me auxilian para no caer en la
desesperación cuando me acecha ese “crónico sentimiento de infortunio” que
agazapado en algún rincón del alma pretende asaltarme para lanzarme al abismo
de la depresión. Porque la depresión está dentro de ti, no creo posible
erradicar ese estado de alma “latente” que todos, sin excepción, podemos
sufrir, nadie está a salvo, ni los propios siquiatras, no hay vacuna contra esa
enfermedad del espíritu, basta que te ocurra una desgracia para que sientas la
tentación de caer en ese hueco y pierdas las ganas de vivir. Es considerada
como una enfermedad del espíritu caracterizada por un sentimiento de honda
tristeza, decaimiento anímico, pérdida de interés por todo, imposibilidad de
experimentar placer o capacidad para disfrutar de cualquier experiencia; en una
palabra: el desplome existencial. Pueda prolongarse por extenso tiempo “…afectando el orden de la vida cotidiana y
relaciones sociales; tanto es así que es la segunda enfermedad mental más
incapacitante en cuanto al grado de discapacidad y el gasto social que origina.
Su origen no depende de la debilidad, fragilidad o carácter de una persona, es
una enfermedad equiparable a otra patología crónica como la diabetes, aunque
factores como el estrés y ansiedad constante pueden influir en su aparición.
Como consecuencias de padecerla se encuentra que quienes la sufren tienen un 8%
de mayor riesgo de muerte por suicidio. La depresión, probablemente una de las
enfermedades que ha estado presente en todas las épocas y que no hace distinción
de edad, género, estilo de vida ni situación socioeconómica”[1].
He aquí unas
líneas de Nabokov, relata parte de un día del protagonista de La Dádiva, el
poeta Fiodor (alter ego del autor), la típica depresión del poeta, ese “animal
triste”:
“Una resaca poética, depresión, el “animal
triste”…La víspera había olvidado enjuagar su máquina de afeitar, entre los
dientes había una espuma pétrea, la hoja estaba oxidada –y no tenía otra. Un
pálido autorretrato le miraba desde el espejo con los ojos serios de todos los
autorretratos. En un punto delicado de una lado del mentón, entre los pelos
crecidos durante la noche (¿cuántos metros de pelos cortaré en mi vida?), había
aparecido un grano amarillento que se convirtió al instante en el centro de la
existencia de Fiodor, lugar de reunión de todas las sensaciones desagradables
que ahora acudían desde diferentes partes de su ser. Lo reventó –aunque sabía
que después se hincharía hasta el triple de su tamaño. Qué horrible era todo
esto…La hoja no producía efecto en los pelos, y su tacto rasposo cuando los
tocó con los dedos le infundió un sentimiento de infernal desesperanza. En las
proximidades de la nuez aparecieron gotitas de sangre, pero los pelos seguían
allí. La Estepa de la Desesperación.”[2].
Hace falta una dosis de coraje para
sobreponerte al infortunio, levantarse si caes, superar el cansancio espiritual
que puede sobrevenirte ante las dificultades. Es tan jodido saber que estás condenado a
morir, a sufrir enfermedades y dolores físicos, a asistir a la muerte de seres
queridos, familiares y amigos, a ser víctima de injusticias, de la
incomprensión, la maledicencia ajenas. Aunque, en verdad, no es sólo el coraje,
también el amor y la amistad dulcifican este difícil viaje de la vida, el
disfrute de la inconmensurable belleza de la naturaleza, de la música y otras
expresiones del arte. Y la fe en Jesucristo, el Dios vivo, la esperanza que al
morir tu alma inmortal viajará hacia la luz que irradia el SER absoluto. De
carajito me obligaban al rezo del rosario, ¡qué ladilla! para un niño de 8, 9
años, me quedó grabada una expresión de una oración católica que habla de este
mundo como un “valle de lágrimas”: “Dios te salve, a Ti clamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti
suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora,
Abogada Nuestra vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este
destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”. ¿Cómo puedes andar por ahí impertérrito,
despreocupado, sin consciencia de la desquiciante realidad?, ¿O es que esos
sujetos que aparentan indiferencia es una manera de no enfrentar la locura, el
absurdo, el desequilibrio inherente a la existencia humana? Porque los seres de
la naturaleza primaria conforman un orden que responde a leyes inexorables,
leyes naturales que garantizan el equilibrio ecológico. Nosotros, los humanos
no, tanto individual como colectivamente estamos siempre al borde del caos y la
desintegración, la historia humana carece de un sentido, de una finalidad, es
falsa esa idea del progreso de una evolución que nos llevará a una humanidad
perfecta. MENTIRA, UTOPÍA, BASURA IDEOLÓGICA. Deja de lado eso Henrique, no
sabotees el esfuerzo por recordar esa fantástica infancia que tuviste, un
tiempo de libertad sin límites. ¡Que pésima costumbre mental!, si ya sabes cómo
es la humanidad, entonces, no insistas en esa especie de queja, nada puedes
hacer, a lo sumo seguir viviendo hasta que estos débiles hilos no resistan un
nuevo amanecer. ¿Cuántas veces a lo largo de los años has pensado lo mismo? No
llevo la cuenta, pero sé que casi a diario me asalta ese sombrío pensamiento.
Comentarios
Publicar un comentario