Es sumamente costoso (costo social) vivir con la verdad
Es sumamente costoso (costo social) vivir con la verdad. Si lo haces te aíslan, te conviertes en una persona indeseable, en general la gente prefiere el engaño, pero se puede distinguir entre mentiras esenciales, mentiras estratégicas y mentiras piadosas. Las primeras se refieren a verdades incontrovertibles imposibles de eludir, no puedes ir por la vida desconociéndolas, “haciéndote el loco”, por ejemplo, mentir sobre la edad, pretender ocultar lo obvio. Hay viejos y viejas que tienen la pésima costumbre de preguntar a otro “¿Qué edad me calculas?”, y esperan una respuesta falsa, que le digan que aparentan menos edad de la que tienen, ¿Y cómo ocultar esas canas, esas arrugas, “esas patas de gallo”?, ¡Ah!, la cirugía, el milagro del bisturí, pero se nota, esos rostros como si hubiesen sido planchados, los labios artificiales, auténticas bembas. Una dama a la que la habían practicado unas cien cirugías, se encuentra con un amigo al que no venía desde su juventud, el viejo impresionado por la aparente “juventud” de su antigua amiga, pone una mano sobre uno de sus hombros, la vieja se estremece y le dice “Allí no eduardito, me estás tocando la vagina”. Las mentiras estratégicas tienen por finalidad salir airoso de una desagradable situación, no perjudican a nadie, ni al mentiroso. Por ejemplo, no deseas ir a una tediosa reunión e inventas que estás quebrantado, no se te ocurra matar a tu madre si está viva, trae mala suerte. Y las piadosas son mentiras que pretenden ocultarle a alguien una verdad que lo puede descalabrar, como el cuento del soldado a quien se le muere la madre, le informan al comandante del pelotón, y le sugieren que tome muy en cuenta que el soldado Gómez es una persona muy emotiva, que busque la manera más apropiada para comunicarle la infausta noticia. El comandante ordena a toda la soldadesca reunirse en el patio del cuartel, cuando el batallón está firme, exclama: “¡Den un paso al frente los soldados cuyas madres estén vivas…!” Y cuando el soldado Gómez trata de dar el paso, el comandante lo detiene con una mano “usted no soldado, usted no”. Y Gómez cae fulminado por un infarto.
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