¡Ah!, la vida, la vida, -este breve tiempo que pasamos en la tierra, - jamás podremos comprenderla




La innata comprensión de la menesterosidad y precariedad de nuestra especie explica el que desde los albores de nuestra presencia en la Tierra nos hayamos asociado para producir los bienes y servicios requeridos a fin de satisfacer las necesidades vitales (temor al hambre y la miseria: economía), para mantener el orden en la comunidad (temor a la violencia de propios y extraños: las formas de autoridad), para rendir culto a Dios o los dioses (temor ante el misterio de la vida y la muerte: religión), etc. Ahora bien, la sociabilidad humana por sí sola, de manera espontánea, como impulso y vocación natural, coexiste con instintos e impulsos violentos y destructivos, disociadores, antisociales; en una palabra, somos seres violentos. La desazón que produce la incompletud y que nos impele hacia la búsqueda del otro y los otros (la gregariedad), no significa que desaparezca por completo el vacío existencial. Por más que un hombre ame a una mujer y viceversa, o que se afilie e integre a un grupo, como individuos no logramos perder totalmente esa condición, en algún momento sentimos la imposibilidad de fundirnos en el otro, tampoco las actividades que realicemos para colmar esa angustiosa sensación: trabajando intensamente, afanándonos día a día para escalar posiciones, amansando dinero, buscando la fama y el prestigio, dedicados en cuerpo y alma a una causa considerada justa, entregándonos a un culto religioso, bebiendo alcohol, drogándonos, impiden que en cualquier instante brote consciente o inconscientemente ese vacío, ese sentirse solo ante los demás, la sociedad, el universo y puedes aferrarte a Dios, implorarle, más tampoco podrá obviarse la angustia de estar solo frente a la inmensidad. Es la dialéctica de la vida humana. No podemos prescindir de nuestra individualidad por más que quisiéramos fundirnos en otro, en un grupo. Gregariedad y soledad (aislamiento) forman parte de la complejidad humana. ¡Ah!, la vida, la vida, -este breve tiempo que pasamos en la tierra, - jamás podremos comprenderla, quizás al final, al instante de la muerte la conciencia pueda expandirse y entender el misterio de nuestra existencia.


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