Más claro no canta un gallo
“Llaman fascistas a Vox, cuando los fascistas son más bien los
nacionalistas vascos y catalanes»
El filósofo Ignacio
Gómez de Liaño, que acaba de publicar «Democracia, Islam, Nacionalismo»,
analiza la situación política actual
ELENA,ABC.es
Actualizado:30/12/2018 01:19h143
Actualizado:30/12/2018 01:19h143
La poesía fue, a los
quince años, la primera dedicación vocacional del filósofo Ignacio
Gómez de Liaño (Madrid, 1946). Se convirtió en autor pionero de poemas de
tipo espacialista y escribió la primera historia de la poesía experimental en
España, estudios que compartió posteriormente con la filosofía. Pero también le
gusta el relato, contar cosas, lo que le condujo al mundo del arte. Acaba de
publicar su libro «Democracia, Islam, Nacionalismo» (Ediciones
Deliberar). Con este motivo, y rodeados de libros, el pensador nos habla sobre
la situación política actual.
En estos días, con
motivo del aniversario de nuestra Constitución de 1978, se ha avivado el debate
sobre su reforma. ¿Cuál sería su posición al respecto?
Pienso que habría que
reformarla radicalmente. En el sentido de preservar los grandes valores, como
son la soberanía de los ciudadanos respecto al Estado, el de la igualdad de
todos ante la ley, o el valor más grande posible de la libertad, siempre y
cuando no afecte a la de los otros.
¿Qué le parece la
propuesta de convertir el Estado de las Autonomías en un Estado federal?
Es absurdo pretender
hacer un federalismo. Es decir, querer resolver el problema aumentándolo. Como
es sabido, los regímenes federales se han creado para unir lo separado, no al contrario.
¿Y en cuanto a
suprimirlas?
Yo, lógicamente,
estoy a favor de la supresión de las Comunidades Autónomas. Como es un asunto
que requiere un consenso muy amplio, lo importante es que el debate se abra y
que se vean los pros y los contras. Por ejemplo, ¿para qué diecisiete Estatutos
de autonomía? Lo mejor sería ir viendo cada uno, para terminar haciendo uno
solo más adecuado, y no generaría desigualdades. Por supuesto, el concierto
vasco y el régimen foral navarro son inconcebibles en un Estado moderno. ¿Cómo
van a tener un privilegio, por ejemplo, en el tema fiscal? Esta desigualdad ha
generado una gran inseguridad jurídica, algo que cualquier persona con una
concepción honorable de la democracia no debería haber permitido. De lo
contrario, no se puede decir que estemos en un Estado democrático, ya que no
hay seguridad jurídica.
¿Entonces usted
considera que el Estado de las Autonomías ha sido un fracaso?
—Aunque se hizo con
la mejor voluntad, los años transcurridos han demostrado que no ha servido para
curar el mal que pretendía remediar. Porque en el caso de los vascos el
problema era que había toda una vanguardia asesina terrorista llamada ETA, que
mató a más de 800 personas y dejó graves heridas a miles de víctimas, obligando
a más de 200.000 personas a marcharse. Entonces, en vez de solucionar el
problema lo ha potenciado, porque ha hecho incluso surgir regionalismos donde
antes no existían, por ejemplo, en las Baleares, en Galicia o en Valencia, o a
su manera en Andalucía. Se ha creado un caldo de cultivo identitario,
antiigualitario y antiliberal.
Sin embargo, se ha
planteado si trocear la educación en diecisiete partes debilita la democracia o
la enriquece.
Tanto Juan de Mariana
como Thomas Hobbes han afirmado que no se puede mantener un Estado sin una
educación común. Es así, incluso en Estados federales como Alemania, donde la
educación es competencia del gobierno de la nación, no de los Länder. Y de
Francia no digo nada. O también Italia. Es un gravísimo error. Primero, porque
ha facilitado que la educación sirva como un instrumento para adoctrinar
políticamente, como se hacía en la Unión Soviética o en la Alemania nazi.
Segundo, porque se deteriora la calidad educativa. En vez de respetar el
criterio del mérito para la promoción del profesorado, es el criterio
geográfico.
¿Y en cuanto al Poder
Judicial?
Creo que se debe
intentar que éste tenga la máxima independencia respecto al Poder Ejecutivo y
Legislativo. No puede ser que estos poderes tengan la facultad de facilitar el
nombramiento de magistrados del Supremo, que van a juzgar incluso casos de
corrupción que pueden tener los propios partidos políticos que les designan. Si
no hay separación de poderes, entonces tampoco puede decirse que la democracia
sea genuinamente democrática.
Entonces, ¿cómo hay
que entender el derecho de autodeterminación? Si además de las Comunidades
Autónomas, también las provincias y las ciudades quisieran hacer uso de ese
derecho de indepencia, ¿a qué conduciría esto?
De alguna manera, a
una confrontación civil. En realidad es un derecho que se anula y se contradice
a sí mismo. Si tú exiges el derecho de autodeterminación para tu región, no se
lo puedes negar a las partes de esa región que a su vez quieren
autodeterminarse. A santo de qué se exige eso en Cataluña, y no se admite que
Barcelona, por ejemplo, siendo una ciudad tan importante, no tenga ese derecho
de autodeterminación. Es una contradictio in terminis.
En 1960 la ONU
reconoció el derecho de autodeterminación sólo a los países colonizados o
sometidos por las armas...
Ramón y Cajal, que
había estudiado en Barcelona y conocía muy bien la sociedad catalana, afirmó
que el nacionalismo obedece a intereses de las oligarquías que quieren hacer un
chantaje empleando la potenciación de la emotividad, del rencor al otro, y de atribuir
todos los males a los otros. El odio al otro ya justifica todos los males que
han ocurrido, y, como el que te está predicando te exalta, piensas que ese te
va a liberar. Si la historia nos demuestra algo es que, cuando quieres destruir
un país, has de potenciar partidos y movimientos nacionalistas.
¿Por qué?
Porque entonces haces
que valgan, no las reglas de la razón para resolver los problemas, sino las
emociones, que es lo peor que puede ocurrir para arreglar problemas que
requieren un tratamiento racional y técnico como es debido. ¿A quiénes está
beneficiando económicamente más el nacionalismo catalán? No a los catalanes,
sino a los madrileños, a los de Zaragoza, a los valencianos, etc.
En el caso de que se
proclamase la independencia en Cataluña, ¿qué pasaría?
Eso es inadmisible.
El Estado no puede hacer una dejación de sus funciones. No puede ser el
cooperador de la destrucción del Estado. A lo que esto debería llevar es al
establecimiento de un 155. Lo que no puede ser es que gente enemiga de España,
incluso también con pretensiones racistas, esté gobernando una región española.
Eso es inadmisible.
Pero algo positivo
deben ver ellos porque se arriesgan a ser excluidos de Europa, salir del euro,
nuevos aranceles, huida de empresas...
Sí, pero todo esto ha
sido muy normal en la historia. Ha ocurrido muchas veces, por ejemplo, en los
países musulmanes. El fundamentalismo islamista acaba con esos países, y mucha
gente se siente atraída; el nazismo acabó con Alemania, y sin embargo mucha
gente lo apoyó, empezando por no pocos judíos; en la Rusia soviética mucha
gente pensó que Lenin y Stalin iban a ser la salvación. Es decir, que los
delirios se propagan, desgraciadamente, con mucha facilidad. Y sobre todo los
delirios de tipo nacionalista y socialista-comunista se han propagado con una
excesiva facilidad, y, a pesar de haber traído sólo desgracias, siguen teniendo
una continuidad. Quizá por falta de educación, por falta de estudio y
conocimiento de la historia. Por eso es importante que se explique, que se
cuente la historia de hacia dónde llevó realmente el comunismo, el socialismo o
el fascismo. Y por eso es importante también que no se empleen tópicos como,
por ejemplo, que se llamen fascistas a Vox, cuando los fascistas son más bien
los nacionalistas vascos y catalanes.
Habla en su libro de
los sucesos que ocurrieron en Cataluña en 1934 con Companys a la cabeza, que
pretendía fundar la República Catalana, y sobre los recientes de octubre de
2017, ¿Qué tienen en común y en qué se diferencian?
La principal
diferencia es que el gobierno de la República fue más tajante contra el
nacionalismo independentista de aquella época. Tanto que habla la izquierda en
favor de la República, pues que la imite en eso, ¿no? Allí, el general Batet
acabó con ellos en unas horas. Y hay que leer las cosas que dice Azaña en su
diario en contra del nacionalismo catalán, que él conoció muy bien y que en
algún momento le dio su apoyo.
Pero volviendo a
Companys...
Pues que Cataluña
tenía sus «escamots», que venían a ser como los Mossos d’Esquadra actuales, o
sea tenían sus fuerzas de choque. Ellos pensaban que, si daban el golpe, lo
conseguirían, pero el gobierno de la nación, el de la República, fue inmediato
y rápido en esto.
También habla en su
libro del «genocidio cultural» que se está produciendo en Cataluña debido al
tema de la lengua. ¿Puede explicarlo?
Claro, eso ocurre
cuando se pretende eliminar la lengua que ha sido mayoritaria, ¡y lengua de
cultura! Los libros que se publicaban a finales del siglo XVI en Cataluña, la
mayor parte de ellos eran en castellano. Se publicaba incluso mucho más en
latín que en catalán… Un genocidio cultural no es que se trate de eliminar a un
grupo humano –que es la definición académica de genocidio–, sino que se trata
de eliminar la cultura de ese grupo humano. Y desgraciadamente en el País Vasco
también van camino de eso por eliminar, en la medida de lo posible, el uso del
español. Eso no puede ser. No se están reconociendo los derechos de la inmensa
mayoría de la población al uso de la lengua castellana.
En su opinión,
¿cuáles son los principales valores éticos que caracterizan nuestra democracia
y que deberíamos preservar?
Primero, la soberanía
de todos los ciudadanos, porque todos los ciudadanos españoles somos
depositarios de la soberanía de todo el Estado. Es decir, que no se nos robe
parte de nuestra soberanía, como quieren los independistas. Ese es el punto de
partida. Por supuesto, también el derecho de propiedad, porque de lo contrario
no tenemos libertad, y asimismo la igualdad ante la ley, la libertad de
conciencia y de opinión.
Observando el
panorama actual en Europa, y en España en particular, ¿cómo ve la salud de
nuestro sistema democrático?
Creo que no goza de
buena salud. En el caso de Europa tiene incluso problemas mayores que España.
No olvidemos que en Francia más o menos cinco millones de franceses están fuera
de la ley, es decir, viven en las zones urbaines sensibles. Que haya cinco
millones de personas, que son ya ciudadanos franceses, pero que vivan en zonas
donde para muchos asuntos está casi más vigente la Ley islámica –la sharía–,
que no es democrática, hace que el problema sea inmenso. A Dios gracias, este
problema todavía no lo tenemos en España. El problema que representa el Islam,
por su incompatibilidad total con el reconocimiento de la igualdad de todos los
seres humanos –a diferencia del Cristianismo, que nos invita a querer a los
otros como a ti mismo–, es que es una religión que busca el sometimiento, la
sumisión. En Europa, el problema sobre todo viene por ahí, más que por los
nacionalismos, salvo en el caso de Bélgica y Gran Bretaña.
Habla de la
utilización de lo sagrado por el poder, centrándose en las grandes religiones
políticas de la modernidad. ¿Existe un revestimiento sacral en la política de
nuestro tiempo?
Sí, claro. Hay una
sacralización de la nación catalana y de la nación vasca. Lo grave, en el caso
español, es que una parte de la Iglesia católica, que debería estar en contra
de los nacionalismos –no por casualidad se llama católica, o sea, universal–, ha
hecho sin embargo causa común con esos particularismos. Se ven simpatizando a
obispos o abades, como el de Montserrat, o en el País Vasco en la época de ETA,
y no se dan cuenta que eso lo que produce es una gran desacralización en los
ambientes católicos. ¿Cómo voy a estar a favor de una jerarquía eclesiástica
que va en contra de los valores fundamentales del cristianismo, como la
igualdad o que todos los hombres somos hermanos?
Entonces, ¿cuál es en
su opinión el lugar de la religión en un sistema democrático como el nuestro?
En esto coincido
bastante con el filósofo español –aunque él escribió en inglés– Santayana. El
cristianismo católico tiene unos valores culturales y poéticos extraordinarios.
La liturgia también. De manera que yo creo que eso, independientemente de la fe
que uno pueda tener, de si hubo resurrección o no, etc. tiene ese valor
moralizador y poetizador. Esos son valores muy importantes para la humanidad,
incluida la humanidad democrática. En ese sentido, la religión que ha aportado
más ha sido la versión católica del cristianismo, y también ciertas versiones
del budismo.
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