La selección implacable de los peores
La selección implacable de los peores
Henrique Meier
“Sánchez,
ese hombre que gobierna con 84 escaños y teme a las elecciones, ha decidido
despreciar nuevamente a la sociedad española al declarar secreto el uso de un
helicóptero de las Fuerzas Armadas para un acto privado de la familia de su
mujer. Es la segunda vez que este «campeón de la democracia» subestima a la
opinión pública a propósito de la trasparencia que los ciudadanos reclamamos
sobre la conducta de quienes nos gobiernan. Este verano, se llevó a una
pandilla de amigos a un concierto en Castellón, y también lo convirtió en
secreto de Estado. Que Sánchez sea un
ventajista, al que no se le conoce oficio ni beneficio, no deja de ser un
síntoma de estos tiempos en que la política es una salida para los peor
preparados. Pero que nos tome por tontos… Va siendo hora de que nos
aclare el gasto de sus viajes y el objeto de los mismos, además de otros
detalles que los periodistas coleccionamos. Tal vez Sánchez ignore, porque se
le conocen pocas lecturas, que no hay secreto que el tiempo no desvele y que,
aunque él pretende gobernar sin elecciones, ejecutar por decreto y no dar
explicaciones, todo se sabrá”. ASTROLABIO. Bieito Rubido. ABC.es
En
efecto, hoy impera “la selección implacable de los peores”, pues salvo
excepciones, la regla en la mayoría de los estados, es el asalto al poder de los más incompetentes y
mediocres para gestionar los asuntos del Estado, aparte de los peores en la
esfera fundamental de la ética política,
y ello con el apoyo de mayorías circunstanciales (caso de Trump en USA,
de Chávez en Venezuela, de Ortega en Nicaragua, de Berlusconi en Italia, de los
Kirchner en Argentina,
de Lula y la Roussef en Brasil, de Evo Morales en Bolivia), o mediante la
fraudulenta manipulación del sistema electoral (Maduro en Venezuela, Putin en Rusia). La
política se ha convertido en un espectáculo (Mario Vargas Llosa) en una
sociedad globalizada donde impera la banalidad, la superficialidad de las redes
sociales. Hoy parece imposible que puedan figurar en el escenario político
hombres como Churchill (Inglaterra), Franklin D Roosevelt (USA) De Gaulle, Mitterrand
(Francia), Adenauer (Alemania), Mandela (Sudáfrica), Rómulo Betancourt, Raúl Leoni (Venezuela) Álvaro
Uribe (Colombia), Ben Gurión (Israel) y
mujeres como Golda Meir (Israel), Margaret Thatcher (Inglaterra), Ángela Merkel
(Alemania). Esos pocos hombres y mujeres para quienes la política ha sido la
pasión de sus vidas, auténticos
estadistas comprometidos con la defensa de los valores democráticos y el
bienestar de sus pueblos. Cometieron errores, no fueron perfectos, nadie lo es
salvo Dios, pero el balance de sus actuaciones los ubica como paradigmas de la
conducta de un servidor público. Tuvieron que tomar decisiones dolorosas, pero
necesarias, jamás se lucraron en el ejercicio de sus funciones, ni pretendieron
permanecer en el poder más allá de los lapsos establecidos en las
constituciones y las leyes. Algunos escribieron libros, buenos libros, dieron
discursos memorables, fueron verdaderos guías decisivos en horas aciagas para
sus países. Hoy ha muerto la convicción ética y el sentido de trascendencia. El
discurso “político” se limita a las 180
palabras o más, de esa basura de las redes sociales que llaman Twitter, lo que
importa es la imagen, mienten descaradamente, cínicos hasta lo indecible. Eso sí,
son astutos para mantenerse en el poder, favorecer a sus familiares, amigos y
cómplices partidistas, y apropiarse de los recursos del erario público. De ahí
el creciente desencanto respecto de la política, los partidos y los políticos
que se extiende como una mancha de aceite. La política se ha banalizado y
corrompido como nunca en la historia. Urge rescatarla.
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