El oscuro deseo del poder ilimitado, publicado en soberania.org, página clausurada por la narcodictadura militarista comunista terrorista.




El oscuro deseo del poder ilimitado


Henrique Meier* / Soberania.org - 23/05/12



La cultura democrática del venezolano se limita, en lo básico, al voto

 Todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo, va hasta que encuentra límites. Para que no pueda abusar del poder hace falta que, por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder—.Charles Louis de Secondat. 


El magnífico poeta portugués Fernando Pessoa en su “Libro del Desasosiego” (Acantilado, Barcelona, 2002, p. 67) expresa esta profunda reflexión: “Casi todos los hombres sueñan, en lo más secreto de su ser, un gran imperialismo propio, el sometimiento de todos los hombres, la entrega de todas las mujeres, la adoración de todos los pueblos…”. Ese “afán de poder” se origina en un impulso de dominación que inconscientemente abriga en la psique humana, lo que Freud designó como la pulsión de “Tanatos” por oposición a “Eros” en su obra “El Malestar de la Cultura”.


Y esto porque ese sueño de sometimiento de todos los hombres o la posesión, disfrute y preservación, a como de lugar, de un poderío ilimitado, implica necesariamente el empleo de la violencia, la astucia, el engaño, la mentira y la destrucción de todos los obstáculos que se opongan a ese objetivo, incluyendo, dentro de la “lógica de la dominación”, la persecución, detención, privación de la libertad, agresiones a la integridad psíquica, moral y física, y finalmente el asesinato individual o en masa de los hombres y mujeres que se resistan abiertamente a la realización de ese oscuro deseo. No por capricho Hobbes afirmó que el hombre es lobo para el hombre.

Pero, habría que agregar a la reflexión de Pessoa, otro sueño e impulso de no pocos hombres y mujeres: el deseo de sometimiento o la “servidumbre voluntaria”. Tal es la dialéctica de la relación de poder en el contexto de los sistemas autoritarios. Y es que difícilmente los dictadores pueden dominar y mantenerse en el poder con el sólo ejercicio de los medios represivos. El consentimiento o aquiescencia de esa modalidad de relación de poder por una parte considerable de la población, es un hecho irrefutable. Huber Matos en su dramática autobiografía: “Cómo Llegó la Noche” (Tus Quets, Editores, Barcelona, 2004, p. 337) se refiere a la inmensa popularidad de Fidel Castro que facilitó la instauración de un régimen totalitario en Cuba a partir de 1959:


“Octubre de 1959. Han transcurrido menos de diez meses desde que los revolucionarios llegamos al poder. Las perspectivas de que el líder de la revolución se convierta en un tirano como no ha conocido nunca nuestro país se perfila en el paisaje cubano. La gran mayoría de la población no percibe la traición. La popularidad de Fidel Castro es inmensa. La gente del pueblo cree en él con ciego fervor. Los que manifiestan su preocupación por el destino de la Nación o cuestionan el último capricho del Máximo Líder se convierten de la noche a la mañana en 'enemigos del pueblo'. La seductora retórica populista de Castro encubre hábilmente la increíble realidad que los verdaderos enemigos están en el seno mismo del poder”.

Más allá del miedo, del temor al dictador y sus esbirros, creo que las dictaduras y los totalitarismos se imponen  y sostienen por dos rasgos sicológicos del hombre: la servidumbre voluntaria, ya mencionada, o el miedo a la libertad (Eric Fromm) y la admiración que produce el dictador. Como no puedo, carezco de las “habilidades” para realizar el secreto sueño al que alude Pessoa, admiro abierta o soterradamente al que logra ese objetivo. El primero, la “servidumbre voluntaria”, tiene su origen en el miedo que inspira la libertad percibida como pesado fardo existencial. El libre albedrio o el valor de elegir (Savater) implica una insoportable carga de responsabilidad: tener que asumir las consecuencias de los actos propios, y por tanto, ¡Dios!, que no pueda culpar a otro u otros de mis problemas, fracasos, errores, frustraciones. No, la mayoría de las personas no quiere eso, prefiere delegar, transferirle a otra tamaña responsabilidad.¿Dónde estás mi guía en medio de estas tinieblas? En la claridad conceptual de Savater:


“Los tiranos son los que dicen: ven y dame tu libertad, yo cargo con tu culpa y con tus elecciones, yo elegiré por ti, tú confía en mi que no necesitarás preocuparte, tú enchúfate a mi y yo seré libre por ti y cargaré con todas las partes malas de la libertad, tú vivirás y yo cargaré con la responsabilidad de la culpa. Ese es el secreto de las tiranías y de los totalitarismos, lo que incluso lleva a determinadas personas a ser capaces de sacrificar su vida biológica, que les permite haber renunciado a su libertad y haber estado conectados, digamos, con algo superior a la libertad humana, algo que decide por los humanos y está al margen de las vacilaciones y dudas. Probablemente  nuestro tiempo tendrá ese peligro del miedo a la libertad, del deseo de renunciar a ella, de buscar a alguien que nos descargue de esa pesada carga, que la lleve por nosotros, que nos permita aunque sea viviendo una vida vicaria y en cierto modo humillante, no tener la preocupación, y la obligación de elegir permanentemente” (“La Libertad como Destino”. Fundación José Manuel  Lara Sevilla, España, 2004, pp. 60-61).

El segundo, “la admiración al poderoso” explica la exaltación de los caudillos y guerreros, y de los regímenes autoritarios. Esa es la historia de Venezuela, una historia de caudillos militares: Simón Bolívar, José Antonio Páez, José Tadeo y José Gregorio Monagas, Joaquín Crespo, Antonio Guzmán Blanco, Cipriano Castro, JV Gómez, etc., hoy  Hugo Chávez; una historia “épica” de supuestos “héroes”, de batallas, de ese lenguaje patriotero, grandilocuente y guerrero, oloroso a pólvora y sangre,  rayano en lo cursi. Nada más expresivo de ese inocultable culto al poder y al poderoso que las recientes declaraciones de Oswaldo Guillén acerca de la admiración que le inspira  Fidel Castro porque en más de 50 años nada, ni nadie, lo han podido desalojar del poder. O la de un conocido periodista que hace unos años declaró que Hugo Chávez F. era el “político” más competente de su generación por su “habilidad” para mantenerse en el poder. O aquella insólita de un reconocido constitucionalista que en el momento en que se sometió a consideración de la Asamblea Nacional Constituyente el proyecto de Constitución Nacional (1999) declaró que en esa materia la opinión de Chávez “era infalible”. Y es que no hay sumisión, sin adulación. ¿Cuántos supuestos opositores al actual régimen de poder no admiran en secreto a Chávez Frías?


¿Hasta qué punto nuestro pueblo cree en la democracia sustantiva o el sistema político basado en el reconocimiento, respeto y garantía de las libertades y derechos civiles, políticos, económicos y sociales? No hay duda de que esos rasgos psicológicos, antes señalados, explican que en 182 años de Venezuela como república independiente (1830-2012), apenas en 40 haya funcionado, con grandes dificultades, un sistema democrático y un  Estado de Derecho garantes de las libertades y derechos ciudadanos. La democracia, con su pluralismo político, la alternabilidad en el poder, y el control político, institucional y jurídico de los actos estatales, ha sido la excepción. La regla, los regímenes militaristas autoritarios. 

No nos llamemos a  engaño, la cultura democrática del venezolano se limita, en lo básico, al voto. Para la mayoría es suficiente con la posibilidad de votar, no importa si luego el gobernante electo hace lo que le da la gana, ejerce el poder en forma abusiva y arbitraria, despilfarra los recursos de la Nación, viola los derechos humanos, con tal de que yo no sea la víctima. Y si además, reparte migajas y de alguna manera consigo, aunque sea una partecita de la torta, del botín petrolero, ¿Cómo no apoyar al campeón del populismo? Sin embargo, ese afán de poder “ilimitado” no deja de ser una “ilusión trascendental” en el concepto del filósofo venezolano Ernesto Mayz Vallenilla:


“Si el poder como sabemos se resuelve en dominio… para lograr el dominio del dominio se requiere, a su vez, un aumento de poder. Y de esta forma, ineluctablemente, nos sumimos en el vórtice de una terrible y subyacente paradoja cuyas perspectivas sin exageración alguna, colocan en un abismo al género humano. Efectivamente, aumentar el poder para dominar el poder significa, en otras palabras, aceptar el camino de un infinito incremento de aquél con la vana esperanza de lograr su control, sin prever ni sospechar que se trata de un evidente e irrebatible círculo, valga decir, de una auténtica ilusión trascendental. Pero tal vez lo más grave radica en que, al seguir esta vía, al par de lo anterior, el hombre admite una suposición extremadamente peligrosa: la de creer que su poder es i-limitado y que justo, por semejante condición, se encuentra en capacidad de emprender las más audaces y osadas tentativas, sin importarle los riesgos y amenazas que implican sus acciones” (El Dominio del Poder, Ariel, España, 1982, p. 117)

Sustitúyase la expresión del filósofo “colocan en un abismo al género humano” por la de “colocan en un abismo al pueblo de Venezuela” para que se comprenda el riesgo inminente en el que nos ha colocado el actual régimen de poder. Hace unos años fui objeto de crítica por algunos “opositores oficiales” quienes consideraron exagerada la siguiente afirmación en mi libro “Seguridad, Estado, Sociedad y Derecho” (Homero, caracas, 2003, p. 301)  respecto del “gobierno”:


“No existe plan ni proyecto político alguno. Estamos en presencia de la más ancestral expresión del poderío primitivo, tan diferente al poder político civilizado, institucionalizado. La lujuria del poder por el poder mismo se manifiesta en el discurso, las actitudes y los actos inauditos del régimen y sus personeros, en particular Hugo Chávez Frías… La destrucción por la destrucción misma, la catástrofe como bandera… Disfrutar del poder en medio del caos, aprovechar la desarticulación del tejido institucional y el miedo de una población en estado de indefensión, para ejercer sin límites el poder material que proporcionan los recursos del otrora Estado: la fuerza armada y el dinero proveniente de la renta petrolera” .





[*] Henrique Meier / Abogado / Profesor y Director del Área de Estudios Jurídicos y Políticos. Decanato de Estudios de Postgrado. de la Universad Metropolitana, Venezuela. / Twitter: @MeierHenrique / E-mail: hmeier@unimet.edu.ve





Artículos anteriores del autor:

El retiro de Venezuela del sistema
interamericano de los DDHH

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