El antisemitismo como expresión de un “Estado” al servicio del odio, la violencia y la muerte. A propósito del discurso antisemita en el país., publicado en soberania.org, página clausurada por la narcodictadura militarista comunista terrorista.



 El antisemitismo como expresión de un “Estado” al servicio del odio, la violencia y la muerte. A propósito del discurso antisemita en el país.

Prof.  Henrique Meier


 A raíz del discurso antisemita del actual régimen de poder y de sus relaciones con Estados y organizaciones antisemitas, considero oportuno recordar con relación al “holocausto” provocado por el régimen nacionalsocialista alemán, ese doloroso y trágico hecho histórico que llena de vergüenza a la humanidad, en especial al pueblo alemán, los pasos o fases del perverso plan nazi para exterminar a las “razas inferiores”, en especial a la comunidad judía de Alemania y del resto de los países europeos que fueron anexados y ocupados durante la vigencia del Tercer Reich (1933-45).

En la primera etapa, con fundamento en las oprobiosas “leyes de Nüremberg” (1935, Ley de la Ciudadanía del Reich y Ley Para la Protección de la Raza Alemana y de la Honra Alemana),  mencionadas en artículos precedentes, se revocó  la nacionalidad y la ciudadanía  a los alemanes que no pertenecían, conforme a los criterios “legales”, a la “raza aria”. Esa legislación se aplicó especialmente a los judíos, lo que implicó para los integrantes de esa comunidad la pérdida de los derechos asociados a la nacionalidad y la ciudadanía tales como el derecho a unirse libremente en matrimonio (se prohibió el matrimonio entre arios y judíos), el derecho al sufragio, el derecho a postularse para cargos públicos (se expulsó a los judíos de los organismos estatales y se prohibió su ingreso a dichos organismos), etc.

 En los comentarios de las leyes de Nüremberg, los “jurisconsultos”  nazis Wilhelm Stukkart y Hans Globke hablaron de la restauración, en la vida estatal y nacional alemana, del más profundo sentido del orden humano establecido por Dios. En nombre de ese “orden humano” fueron promulgadas en los años siguientes doscientas cincuenta disposiciones denigrantes contra los judíos[1].

Asimismo, desde la designación de Hitler como Canciller del Reich en 1933 se inició la violación a los derechos económicos y sociales de los judíos,  impidiéndoseles la posibilidad de ejercer libremente profesiones y oficios, de fundar y organizar industrias y comercios, de dirigir empresas, de obtener empleos. Es más, sus establecimientos comerciales fueron saqueados e incendiados por miembros del Partido Nazi alentados por el discurso antisemita de Hitler y sus colaboradores (Goebbels, Rosenberg, Ley) y conforme a expresas instrucciones dadas a tales efectos. Para ejecutar ese plan el Partido Nazi dictó el 28 de marzo de 1933 una “Disposición sobre el Boicot a los Judíos”:

“1. En todos los grupos locales y seccionales de organización del partido nacionalsocialista se han de constituir inmediatamente comités de acción para llevar a efecto, de forma práctica y sistemática, el boicot de los a los establecimientos, mercancías, médicos y abogados judíos…3 Los comités de acción han de popularizar el boicot mediante una propaganda que explique las causas. Lema: Ningún alemán compra ya en el establecimiento de un judío, ni permite que los judíos o los que están detrás de ellos hagan propaganda de las mercancías judías. El boicot ha de tener carácter general. Ha de ser realizado por toda la nación y ha de herir al judaísmo  en su punto más sensible”[2].

En una conferencia celebrada en el Ministerio del Aire el 12 de noviembre de 1938, Goering, entre otras cosas dijo: “Señores, lo más visible para el pueblo son las tiendas judías y no, por ejemplo, las participaciones que los hebreos puedan tener en los negocios. Por lo tanto, se ha de comenzar por este sector observando para ello las directrices siguientes que acabamos de establecer: Primero, el Ministro de Economía comunicará qué negocios quiere que se cierren definitivamente por ser de excesivo volumen…”[3] 

La siguiente fase o etapa de la persecución de los judíos, más dura que la anterior “…comenzó  el 10 de noviembre de 1938. El 10 de agosto, Julios Streicher, después de pronunciar un discurso en Nüremberg, había empleado una grúa para demoler una sinagoga. Lo primero que hizo fue arrancar la estrella de David. El 7 de noviembre fue asesinado en París, por un judío llamado Herschel Grynspan, el diplomático y miembro de las SS Ernest Von Rath. Este fue el motivo para el “ajuste de cuentas” a los judíos, planeado desde hacía largo tiempo. Lo que se presentó como “reacción espontánea de la cólera nacional”, estaba en realidad organizado hasta el más mínimo detalle... Los sucesos de esa noche han pasado a la historia con el nombre de “Noche de Cristal”. El 12 de noviembre fue publicada una nueva serie de disposiciones contra los judíos: fueron cerradas las sinagogas; todos los daños producidos durante la “Noche de Cristal” hubieron de se reparados rápidamente por los judíos, pagando de su propio bolsillo y siendo confiscadas a favor del Reich las pólizas de seguro de los judíos”[4]. De esa manera la comunidad judía fue privada del derecho a la libertad religiosa o de culto. 

Al mismo tiempo, se les segregó de la sociedad aria confinándolos en ghuettos y sometiéndolos a condiciones de vida inhumanas, al hambre y la desnutrición, a las enfermedades contagiosas por las pésimas condiciones sanitarias y de salubridad producto del hacinamiento. Se les obligó a llevar cocida en sus harapientas ropas una estrella de David visible en la parte izquierda del pecho para que pudiesen ser identificados, controlados y asesinados con mayor facilidad (una estrella de seis puntos, del tamaño de la palma de la mano, de tejido amarillo, con los contornos del dibujo en negro  y con la inscripción judío, también en negro)[5].

 Es así como la comunidad judía en Alemania y demás países que transitoriamente fueron integrados por la fuerza el nuevo imperio alemán (Polonia, Austria, Checoeslovaquia, Hungría, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Francia) perdieron sus hogares y el derecho a la intimidad conyugal y familiar, además del derecho a la libertad de movilización y tránsito.

En ese tópico es desgarrador el  relato del Profesor Ludwig Hirszefeld  sobre la vida en el Ghetto de Varsovia:

“En Varsovia, los sucesos se desarrollaron aproximadamente en la forma que sigue: A comienzos de la ocupación se habló de crear un distrito judío, pero el proyecto fue rechazado un par de veces porque, al parecer hubo epidemiólogos que previnieron a las autoridades acerca de los grandes peligros que encerraban tales desplazamientos de masas. Después de octubre de 1940 fue promulgado un decreto según el cual todos los “no arios” habrían de mudarse, so pena de muerte, a un determinado distrito de la ciudad…El distrito fue rodeado con alambre de espino y la comunidad judía hubo de costear el levantamiento de altos muros en los que fueron dejadas pequeñas aberturas para la entrada de víveres. ¡Doscientas calorías diarias por persona! Una décima parte de lo indispensable para vivir. La cuestión administrativa era de incumbencia judía, aunque al frente del Ghetto estaba, sin embargo, un comisario alemán que había de procurar que el número de judíos disminuyera lo más rápidamente posible. Para nosotros fue echado el cerrojo a la puerta de la vida. Tenemos la impresión de haber dejado un lugar ventilado para entrar en una prisión abarrotada y maloliente. Cualquiera puede golpearnos. En la parte “aria” de la ciudad, en una hectárea de terreno hay diez veces menos habitantes que en el barrio “no ario”. Allí es aniquilada únicamente la inteligencia; aquí es destruido todo. Allí se puede vegetar como un siervo; aquí estamos destinados a la muerte por inanición y miseria. Las calles están tan llenas de gente que resulta difícil caminar. Todos van vestidos con harapos y son muchos los que carecen de camisa…En una ocasión, pregunté a una pequeña: ¿Qué te gustaría ser? Un perro respondió la niña, pues a los centinelas les gustan los perros” [6] .

 El profesor Ludwing Hirszefeld, sobreviviente del mencionado Ghetto, dice en otra parte de su trágico testimonio:

“De cuando en cuando, el ghetto era atravesado por autobuses desde donde miraban ojos de mirada curiosa, “La Fuerza de la Alegría”. Para ellos era como una excursión al parque zoológico. Probablemente Goebbels querrá exhibir lo que significa el poder y cómo se ha de despreciar a personas de razas extranjeras. Los desgraciados apenas si tienen semejanza con seres humanos normales. Todo el secreto del porqué las personas se convierten en asesinos radica en esta transformación. En el alma humana se opera un leve cambio que hace ver a la víctima como un ser despojado de toda condición humana para imponerle después atributos propios de una especie repugnante…una chinche, una rata, un piojo[7].

En abril de 1943 llegó una orden del Reichsfürer SS para exterminar a los judíos del Ghetto. La forma en que Stroop procedió puede apreciarse en los partes diarios de su informe caracterizado por un lenguaje “inhumano”:    

“…fueron atrapados doscientos judíos y apresados unos trescientos ochenta…Se comprobó que los judíos se hallaban en la red del alcantarillado. Se llevó a cabo un anegamiento completo…Decidí prender fuego a toda la manzana…Quien escapaba a las llamas de las casas  incendiadas era rematado en combate…Se adoptaron medidas  para liquidar rápidamente a los judíos…Pudo comprobarse una y otra vez que, a pesar del gran peligro del fuego, los judíos y bandidos preferían penetrar de nuevo entra las llamas antes que caer en nuestras manos”[8].

En esa fase también se les privó de manera absoluta del derecho a la libertad física recluyéndolos en campos de concentración, asesinando al “material humano superfluo”, es decir, a quienes no eran aptos para el trabajo esclavo en las fábricas del Tercer Reich. Se les sometió a experimentos “científicos”, vale decir, a manipulaciones violatorias de la integridad física y moral. Son innumerables los sufrimientos y  crímenes unidos a estos nombres: Sachsenhausen, Buchenwald, Dachau, Ravensbrück, Flossenbürg, Mauthausen, y otros. Bergen-Belsen, Auschwitz, Celmno, Maidanek, Belzec, Sobibór y Treblinka, operaron como campos de extermino en la etapa de la “solución final”.

 Himmler en un discurso dictado en un Cursillo sobre la política nacional de la Wehrmacht, en enero de 1937 hizo alusión a los campos de concentración en estos términos:

“…sería muy instructivo para cada uno en particular –a algunos señores de la Wehrmacht he podido facilitarlo –visitar una vez un campo de concentración. Cuando ustedes lo hayan visto, se convencerán de una cosa: no hay más que hidrocéfalos, bizcos, contrahechos, medio judíos, una cantidad enorme de gentes de raza inferior. Allí  están juntos… La educación se lleva a cabo sólo por medio de la disciplina jamás mediante enseñanza ideológica alguna, pues la mayoría de los internados tienen alma de esclavos…Así, pues la educación se basa en la observancia de un orden. Y este orden comienza al vivir la gente en barrancones limpios. Una cosa así sólo los alemanes somos capaces de hacerla; ningún otro pueblo sería tan humano”[9].
 
Quien no tuvo facilidades para emigrar no pudo escapar al campo de concentración y su sistema de destrucción de la dignidad y la vida de la persona humana, “…la próxima estación del calvario de los judíos, no sólo en Alemania sino en todos los territorios dominados por Hitler”[10]. Los primeros campos de concentración fueron creados en el año 1933 con el nombre de “campos de prisión preventiva”, con la finalidad de recluir a todos los enemigos políticos del nacionalsocialismo. Dachau y Orinaienburg fueron los primeros campos de esa clase, cuya existencia desde el principio estuvo en abierta contradicción con los principios y valores de un Estado de Derecho.

“Al llegar al campo, el internado leía en la puerta de entrada un aforismo: “A cada uno lo suyo” o “El trabajo hace libre al hombre”, por ejemplo. Durante la época del Tercer Reich  fueron millones los que cruzaron esas puertas, y millones los que no volvieron a salir de ellas. En los campos pequeños había por término medio unos 5.000 internados, y en los grandes unos 100.000. En los campos de concentración fueron internados todos los que no eran del agrado del Servicio de Seguridad o considerados peligrosos por él: detenidos políticos y comunes, judíos, gitanos, religiosos, homosexuales, vagos, prisioneros de guerra e investigadores de la Biblia…El camino desde el campo  hasta el lugar de trabajo y el regreso al campo solía ser utilizado por los guardianes para matar presos, “muertos al intentar fugarse, según rezaba la fórmula oficial… Los guardianes y celadoras de los campos cometían incontables e inimaginables crueldades, mejor sería llamarlas bestialidades, con los presos. Comenzaban con los encierros que tenían lugar en el llamado “sótano”, celdas de hormigón sin luz ni ventilación en las que no había sitio para sentarse ni siquiera para estar de pie. Después venía el castigo de azotes en el potro; estaban autorizados hasta veinticinco golpes con un vergajo de cuero, pero en muchas ocasiones se aplicaban más…Las declaraciones en este sentido llenan volúmenes enteros que no pueden ser leídos sin estremecimiento y cólera…Pero, quizás todavía peor que las bestialidades era que en los campos de concentración, el sadismo se había elevado a la categoría de método, basado en una pedante burocracia. En Bucchenwald existía una instalación para el tiro en la nuca, también llamada caballeriza…Esta burocracia del terror aparece reflejada también en  las actas de experimentos científicos realizados en los campos de concentración…fomentados con interés por los fanáticos biólogos de Himmler [11]

En una última fase, la llamada “solución final” (1942), se decidió la matanza colectiva de los judíos en la cámara de gas. La violación del derecho a la vida comenzó desde los primeros años del régimen nacionalsocialista (1933); sin embargo, la solución final se pospuso mientras se utilizaba como mano de obra esclava el “material humano” apto para ello.

Henz Huber y Artur Müller, autores reiteradamente citados, se refieren a la solución final:

“Los judíos de media Europa fueron arrojados de sus viviendas a la calle, lo mismo en Holanda y Francia que en Polonia y Hungría. Fueron registrados, reunidos en gigantescos centros de recogida y cargados en vagones de ganado de los trenes de mercancías que los llevaría a algún lugar del Este. Fueron desembarcados después de días y días de transporte, también en invierno, sin la alimentación suficiente. Sólo muy pocos sospechaban al principio lo que les aguardaba; los campos de exterminio…Los que valían para el trabajo eran enviados al campo de concentración. Los demás eran rápidamente llevados a las instalaciones exterminadoras. Los niños de tierna edad eran exterminados sin discriminación alguna, pues en razón de su juventud no eran aptos para el trabajo…Las víctimas elegidas para la eliminación –hombres, mujeres y niños- tenían que desnudarse, siendo llevadas después a las cámaras de gas, camufladas como “baño de duchas”. Las puertas eran cerradas herméticamente y por aberturas de ventilación era arrojado el gas tóxico Zyclón B. La muerte se producía en tres o cinco minutos. Después de transcurridos entre veinte y treinta minutos, los cadáveres eran extraídos de la cámara de gas y transportados a crematorios…Por este método fueron asesinadas en total más de cuatro millones de personas” [12].

 La decisión de extinguir todo vestigio de la “raza inferior” en Europa ya había sido anunciada por Hitler en su libro “Mi Lucha”. En la Declaración Sobre el Exterminio en Masa de Rudolf Höss, Comandante de Auschwitz, puede leerse: “6. La solución final del problema judío significaba el exterminio de todos los judíos  de Europa. Yo recibí la orden de tomar medidas que facilitaran en Auschwitz el exterminio de los internados. Esto fue en junio de 1942…Según el tiempo que hiciera, eran necesarios de tres a quince minutos para acabar con la vida de los gaseados. Sabíamos el momento de su muerte por la terminación del griterío. Solíamos esperar media hora antes de abrir las puertas y retirar los cadáveres. Después, nuestros destacamentos especiales quitaban a los muertos los anillos y las muelas de oro”  [13].

 De allí el esmero con el que se “administró la muerte” a niños, recién nacidos y mujeres, para borrar de la faz de la tierra al pueblo judío (6 millones de muertos). Como puede apreciarse, la persecución contra los judíos consistió en un “proceso de muerte” cuya etapa final era la  extinción total del pueblo judío europeo, extirparlo desde sus raíces como se ha hecho con determinadas especies del universo animal (ecocidios). La muerte se aplicó por etapas.

Primera, la muerte civil, convirtiendo al judío alemán en un apátrida al revocarle la nacionalidad, en un extranjero en su país de origen, y lo que es peor, con la revocatoria de la ciudadanía, en una especie de “peregrino dedicticio”, categoría aplicada por los romanos a los individuos que por haberse sublevado contra el Estado romano no podían aspirar a la ciudadanía romana, ni acercarse a Roma en un radio de 100 millas so pena de caer esclavos (pessima libertas: tenían la peor libertad).

 Segunda, la muerte social y económica, segregando a los judíos de la sociedad (ghettos), excluyéndolos del tejido de las relaciones de intercambio social: afectivas, vecinales, comerciales, profesionales, culturales. Condenándolos a la degradación y la miseria al impedírseles las actividades productivas.

Tercera, la muerte moral, hiriendo en lo más profundo la dignidad humana al obligarlos a llevar la estrella de David  y marcarles un número en el brazo, como se hace con el ganado, al ingresar a los campos de concentración. En una palabra, tratándolos en condición de esclavos, robándoles la libertad-autonomía o libertad moral, sometiéndolos a la voluntad arbitraria e ilimitada de de sus carceleros y guardianes.

 La perversa idea era que la persona perdiera totalmente su individualidad y su estima como individuo único e irrepetible, que su identidad fuere un número y una condición genérica despreciable: judío. La ironía de la vida es que muchos hombres y mujeres judíos, a pesar de todos los sufrimientos, vejámenes y humillaciones no murieron moralmente, mientras que la mayoría del pueblo alemán que apoyó y siguió fervorosamente a Hitler sí murió moralmente al hacerse cómplice del Holocausto y  renunciar a la libertad de pensamiento y conciencia propia.

Cuarta, la muerte física, en masa, la solución final.

 Cabe agregar que el Estado nacionalsocialista no limitó su “política” de persecución, represión y matanza a los solos integrantes de la comunidad judía europea, pues si bien  tal comunidad constituyó la víctima preferida del genocidio, de la función del poder inspirado en “tanatos”, los nacionales de los países anexados, ocupados e invadidos por Alemania, aunque no fueran judíos también sufrieron las consecuencias del nacionalismo patológico de dicho régimen.

 La condición de extranjeros, el hecho de no tener sangre germana, de no ser ario, colocaba a polacos, checos, rusos, noruegos, daneses, holandeses, belgas, húngaros, franceses, en situación de inferioridad respecto de los alemanes genuinos y puros. Al igual que los pueblos conquistadores de la Antigüedad, la Alemania nacionalsocialista aplicó el código primitivo de la guerra infringiendo los principios del Derecho Internacional Humanitario:  
    
“Se hizo todo lo necesario para que en los países dominados nadie tuviera ya apego a la vida: las raciones alimenticias fueron fijadas por debajo del mínimo indispensable; fueron dictadas restricciones para viajar; se prohibió temporalmente el consumo de energía eléctrica; tuvieron que ser entregadas ropas; fueron confiscadas viviendas y propiedades…En múltiples ocasiones, los seres humanos no eran tratados de distinta forma que las mercancías: eran material; en el mejor de los casos, patrimonio. Por ejemplo, los huérfanos polacos, considerados nórdicos tenían que ser sometidos a un proceso reselección y germanizados. Los niños que no eran considerados dignos de ser germanizados eran enviados a los campos de concentración y las cámaras de gas. En los pueblos sometidos, sobretodo en los del Este, Hitler sólo vio ejércitos de esclavos formados por seres inferiores y carentes de derechos; ejércitos que tenían que trabajar para él, para su guerra…La recluta de trabajadores se llevó a cabo en Europa Oriental de la forma que sigue: las fuerzas de policía rodeaban las casas, practicaban un registro, sacaban los moradores a la calle, los registraban y los numeraban. Los aptos para trabajar eran concentrados, cargados y transportados… Los tribunales de la SS impusieron innumerables condenas de cárcel, presidio y muerte; y cuanto más se prolongaba la guerra, tanto más cruel era esta justicia del terror, lo mismo en los territorios ocupados que en la misma Alemania”[14].

Símbolo de la barbarie del imperio de la violencia nacionalsocialista fueron los nombres de Oradour y Lídice. El odiado jefe de la Policía secreta del Estado y protector  del Reich en Bohemia y Moravia, Reinhard Heydrich, fue asesinado en su automóvil el 26 de mayo de 1942 en las cercanías de Praga por dos patriotas checos. Se celebró un entierro “heroíco” en presencia de Hitler en el que Himmler habló de sangre y mito, de heroicidad y raza, de actuar con mano de hierro y de la “obligación sagrada” “de vengar la muerte de Heydrich, asumir su tarea y aniquilar sin piedad ni debilidades a los enemigos de nuestro pueblo”.

A esto siguió una brutal acción de represalia contra la localidad de Lídice, en la que los autores del atentado se habían mantenido escondidos breve tiempo sin conocimiento de sus habitantes. Todos los hombres de Lídice fueron fusilados. Las mujeres fueron trasladadas al campo de concentración de Ravensbrück, donde pereció la cuarta parte de ellas. Los ochenta y ocho niños de Lídice fueron separados de sus madres y llevados a la cámara de gas con excepción de siete a los que se consideró aptos para su germanización[15].

Después de sesenta y siete años del final de la Segunda Guerra Mundial estos hechos no parecen creíbles para muchos de nuestros contemporáneos; por ese motivo debemos recordarles que el Holocausto ocurrió en la segunda mitad del siglo pasado, no hace miles de años.

En fin, no debemos bajar la guardia porque como dice Morris West “La loba que parió al bastardo, está otra vez en celo”. Las ideologías totalitarias y los hombres y mujeres que creen en la imposición por la fuerza de un modo o estilo de vida, están entre nosotros.




[1]  Huber, Heinz, y Müller, Artur (1967). El Tercer Reich, Su Historia en Textos, Fotografías y Documentos  Tomo II.  El Derrumbamiento del Poder. Plaza & Janes Editores.  Pp.  503-504
[2] IBIDEM p 500
          [3] IBIDEM p 506
          [4] IBIDEM, p 505-506
 [5] Ordenanza Policial de 1 de septiembre de 1941 Sobre la Implantación de la Estrella Judía. Según dicha Ordenanza se prohibió a los judíos, conforme a lo establecido en la Ley de Ciudadanía del Reich, mostrarse en público sin la estrella judía. IBIDEM, p 521.
           [6] IBIDEM, PP. 536-537
         [7] IBIDEM p 537. Negritas nuestras.
           [8] IBIDEM p 538.
[9]  IBIDEM,  p.484
           [10] IBIDEM p. 511.
           [11] IBIDEM PP. 511 y ss.
          [12] IBIDEM PP. 529-530.
          [13] IBIDEM p 534.
          
           [14]  IBIDEM PP. 676-678.
           [15] IBIDEM PP. 681-682.

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