Cuidado España con el síndrome de la autodestrucción, publicado en el 2014 en soberanía. org, página clausurada en el 2016 por la narcodictadura militarista comunista terrorista



¡Cuidado España con el síndrome de la autodestrucción!

                -Los riesgos del magnífico equilibrio de la España post-franquista-

 Prof. Henrique Meier

El Artículo 2° de la Constitución española establece que la misma se fundamenta “…en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.
Nótese que la norma declara la unidad de la Nación, no la del Estado, pues al reconocer el derecho a la autonomía de las nacionalidades (las Comunidades Autónomas) y regiones, implícitamente define la naturaleza plural del poder estatal. Esa Constitución constituye un logro que todavía muchos españoles no han entendido, no obstante sus 36 años de vigencia (1978-2014), ya que armoniza ideas, sentimientos, creencias que parecieran incompatibles, antinómicas: la monarquía y la república, la España unitaria y la España plural, la España conservadora y la España progresista, la España autoritaria y la España democrática.

La traumática experiencia de la guerra civil[1] y de la larga dictadura franquista [2] hizo comprender a los más esclarecidos españoles la necesidad de constitucionalizar ese régimen político mixto y plural. De la España conservadora emerge la forma monárquica del Estado: el Reino de España, pero un Rey (o Reina) que es básicamente una figura simbólica, carente de todo poder político, representante de la unidad de la Nación, más allá de la diversidad de nacionalidades regionales y de la pluralidad de ideologías políticas, de pequeñas “patrias” y de creencias religiosas.

El Rey, un Jefe de Estado imposibilitado de amenazar las libertades individuales y los derechos de las comunidades autónomas como antaño ocurrió en la etapa del absolutismo monárquico; por el contrario, y como lo demostró el abdicante Juan Carlos, el Rey defendió la democracia parlamentaria ante el intento de resurgimiento del fascismo franquista[3], y, en ese sentido, consolidó a la institución monárquica en una garantía trascendente a lo estrictamente político-partidista y político-ideológico, frente a las fuerzas del “autoritarismo centralista” y la “anarquía divisionista y disolvente”.

La primera mora en la oscuridad, en el inconsciente de no pocos españoles,  y la segunda, sin el menor rubor se expresa a la luz del día en Cataluña protagonizada por una clase “político-empresarial” cuya corrupción es pública y notoria (caso Pujol)[4] , y que pretende ampararse en la demagógica propuesta de la independencia de esa Comunidad cuya vigente autonomía les permite al Gobierno y el pueblo catalán desarrollar las potencialidades de la región, sin necesidad de desprenderse de una España democrática, plural y solidaria que ya dejó atrás el centralismo autoritario. El Rey lo es de todos los españoles: madrileños, asturianos, andaluces, vascos, gallegos, valencianos, catalanes, canarios.

De la España republicana emergen las instituciones democráticas: la legitimidad electoral de las Cortes (el Parlamento) y de las autoridades de las comunidades autónomas, así como la dependencia del Presidente del Gobierno nacional del órgano parlamentario (sistema de gobierno parlamentario: “La forma política del estado español es la monarquía parlamentaria, Art. 1.3).De la España republicana y anticlerical emergen la libertad de cultos, de conciencia, de comunicación, de expresión, la laicidad del Estado.

De la España progresista emerge el concepto del Estado social (“España se constituye en un Estado social y democrático de Derechos, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”, Art. 1) y los derechos sociales de procura existencial (educación, salud, trabajo, seguridad social), hoy lamentablemente en crisis a causa de la debacle financiera causada por los vínculos de corrupción entre la clase política y parte del mundo empresarial, pero crisis en vías de recuperación, aunque no pocos quieran negarlo (la tozudez tan española). El pluralismo de la España democrática y tolerante se expresa  en la declaración del castellano, la hermosa lengua de Cervantes, como lengua oficial del Estado, ¿Acaso podrían entenderse la totalidad de los españoles en una lengua que no fuere común?, sin desmedro de las demás lenguas (vasco, catalán, valenciano) consideradas como oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas (Art. 3.1 y 3.2)
Y de su integración a la Unión Europea, emerge la España europea, que posibilita para los españoles la ciudadanía comunitaria, y la máxima libertad de circulación de personas, capitales, y productos de su variada agricultura.
 ¿Qué más podría desear un país?

Y sin embargo, la súbita aparición en la escena política de un supuesto partido político llamado “Podemos”, nombre tomado de una nefasta organización que apoya a la neodictadura militarista de vocación totalitaria y corrupta que impera en Venezuela desde hace 15 años, pareciera indicar, además del caso Cataluña, que no pocos españoles se están cansado de la democracia, la paz y la estabilidad.

1. Notas adicionales: Neocomunismo y separatismo, los dos riesgos de la unidad, la convivencia, la democracia y el Estado de Derecho en España.

CRÓNICA DE UN DESASTRE INSTITUCIONAL EN PROCESO


Ahora que estoy con mi esposa exiliado aquí en la madre-patria (2018), huyendo de las garras de la narcodictadura militarista comunista terrorista, no quisiera llorar por ti España, me basta con mi querida y añorada Venezuela. Abrid los ojos españoles, que no les pase como a nosotros los venezolanos. Cuando escribí y hablé de los riesgos de que Venezuela se convirtiera en otra Cuba, muchos se burlaban diciendo "Venezuela no es Cuba", y hoy mi país se halla en una situación calamitosa semejante o peor a la de Cuba. La indiferencia de la mayoría silenciosa ante el avance del mal, representado en el neocomunismo, presagia su advenimiento.

2. Acerca de la transición hacia la democracia y los 40 años de la Constitución de 1978. Adolfo Suárez Illana, ABC. es (extracto de su artículo Concordia y Libertad)

Tres años para despejar los malos augurios y asombrar al mundo con una transición política ejemplar y única que, todavía hoy, se sigue estudiando en las universidades más prestigiosas del mundo. Esa transición modélica y ejemplar que asombró al mundo entero, no asombró por tener un rey joven, moderno, políglota. Tampoco asombró al mundo un presidente audaz y comprometido con la democracia. Y tampoco lo hizo una Constitución moderna, respaldada por un pueblo entero y homologable a la de cualquiera de nuestros vecinos. Lo que de verdad convirtió en excepcional todo aquel proceso, fue la forma en la que se hizo. Algo tan sencillo como eso, la forma. Que un país dividido, recién salido de una guerra fratricida, tras cuarenta años sin libertades políticas, fuera capaz, sin quebrantar una sola ley, de levantar un Estado social y democrático de derecho bajo la forma de una moderna monarquía parlamentaria a través del diálogo y el acuerdo casi unánime, era algo inédito. Por fin, la concordia entre los españoles fue posible. Se me pregunta a menudo por la receta… y es tan sencilla como difícil de aplicar. Dos fueron los ingredientes: fijar objetivos comunes y aceptar sacrificios personales. Su aplicación llevó a España a una transformación extraordinaria. Pero la transformación fue extraordinaria porque fuimos una sociedad extraordinaria. Extraordinariamente exigente a la hora de fijar objetivos comunes para toda la Nación. Fuimos una sociedad extraordinariamente exigente a la hora de fijar el compromiso personal de cada uno para con su Nación. Y fuimos, también, una sociedad extraordinariamente generosa abandonando los intereses particulares de cada uno, por muy legítimos que fuesen.


3Es la democracia. EL Astrolabio. Bleito Rubido. ABC.es

En España no hay cientos de miles de fascistas, como tampoco millones de revolucionarios de extrema izquierda. Somos una sociedad plural, no demasiado distinta a la que habita en Francia o en el Reino Unido, con sus complejidades y con esos misterios que tejen las entretelas de las distintas comunidades. Todo ello alimentado de ambiciones, envidias y demás combustibles que históricamente han acompañado a la condición humana hacia el éxito, el resentimiento o el fracaso. No busquen mucho más. Existen españoles a los que les gusta la libertad y les irrita que los políticos intervengan hasta en los detalles más íntimos de su privacidad. Españoles que quieren a su país. Ciudadanos a los que no les parece mal su bandera y defienden la unidad. Algunos, hasta se han hecho ricos desde cunas muy humildes. También hay gente como Pablo Iglesias, que busca cargarse la Constitución, o como Torra, que trabaja para romper la nación. Incluso nacionalistas que miraban para otro lado mientras ETA mataba al vecino. Y después está la inmensa mayoría, centrada y moderada… En realidad, ¡cuánto les cuesta a algunos vivir en democracia!

4. La Constitución no es problema. Editorial ABC.es


El cuarenta aniversario de la Constitución Española es una buena ocasión para reivindicar su letra y su espíritu frente al revisionismo partidista y la ruptura separatista que dominan los discursos más radicales contra la Carta Magna. Desde hace años, la izquierda tiene en marcha una estrategia de derogación del orden constitucional para volver al punto de partida de la Transición y sustituir el consenso entre españoles por la imposición de una revancha. En la extrema izquierda y en buena parte del PSOE ha cuajado el discurso frentista que impulsó Rodríguez Zapatero con la ley de Memoria Histórica y su pacto del Tinell para deslegitimar a la derecha democrática. Hoy, cuando el PSOE y Podemos se dedican a repartir carnés de constitucionalistas, la mayor amenaza a la Constitución de 1978 viene de ese discurso que esconde tras la petición de «reformas» una verdadera quiebra del orden constitucional, que se manifiesta en el ataque sistemático a la Corona, al que el Gobierno y su propio presidente hacen sus aportaciones con ideas temerarias, como la supresión del delito de injurias al Jefe del Estado o de la inviolabilidad del Monarca. La Constitución no sólo se sustenta en la integridad de sus instituciones básicas, como la Corona, sino también en la soberanía del pueblo español y esta, en la unidad nacional. Cualquier pacto que busque atajos seudoconstitucionales para reconocer a Cataluña o el País Vasco el derecho a decidir vulnera tanto la soberanía como la unidad de la nación española. Las alianzas, aun cuando sean ocasionales, con golpistas del separatismo, que están siendo juzgados por delitos contra la Constitución, representan una deslealtad inaceptable en un Estado de Derecho y un riesgo para la continuidad del sistema democrático. El PSOE juega con fuego cuando avala el «constitucionalismo» de partidos como Bildu o ERC, porque está disfrazando al lobo con una piel de cordero que no merece. También hay que advertir de que el cuestionamiento de la Constitución desde posiciones conservadoras o centralistas añade presión a un debate que provoca una innecesaria precariedad de la Carta Magna de 1978. Quienes como Vox hacen bandera de la unidad nacional frente a la fragmentación autonómica deberían admitir que la experiencia del 155 aplicado a Cataluña -breve, corta, insuficiente-, demostró que la Constitución no es el problema, sino la solución frente al separatismo y que la organización autonómica es compatible con la conservación, en manos del Estado central, de recursos para garantizar la cohesión nacional. Antes que promover un cambio constitucional es mejor comprobar hasta dónde llega la eficacia de la Constitución, verdadero muro de protección de los derechos y libertades de los españoles frente al terrorismo y el separatismo, y que también deberá serlo frente al guerracivilismo de la extrema izquierda.

5.¡Qué culpa tendrá la pobre Constitución!
Francisco Rosell, el mundo.es
 La Constitución española ha pasado de ser motivo de orgullo y de referencia para las transiciones democráticas de medio mundo a no tener, en apariencia, quien la defienda. Repudiada incluso por algunos padres putativos, le vale el marbete de La malquerida, una de las pocas obras, junto a Los intereses creados, que no ha caído en el olvido de la vasta panoplia de Jacinto Benavente. Aquel premio Nobel que se hacía perdonar su fama extremando su cojera y cuyo recuerdo se desvanece como su efigie de las monedas de 200 pesetas. Como metáfora del hoy, la casualidad quiere que estos días de diciembre coincidan los aniversarios de aquel drama rural más que centenario y de una Constitución cuarentona a la que algunos codician poner en cuarentena. En la ardorosa defensa que hizo del dramaturgo madrileño ante las invectivas de Pérez Ayala o de Valle-Inclán, Pemán argüía que algunos querían enterrarlo en la misma fosa que sus marquesas, sus cursis, sus mesitas de té y sus rosas de otoño. Algo parecido ocurre con la generación de la Transición. Se la quiere sepultar junto con una Constitución que, sin ser la más longeva, pues la canovista de 1876 pervivió 48 años, sí que ha contribuido a romper la acrisolada tradición de Cartas Magnas de quita y pon. En vista de ese poco asiento constitucional, Josep Pla concluyó que "España es uno de los países del mundo que, habiendo concebido más Constituciones -ha hecho un montón-, aún está por constituir". Tan opuesta, por ejemplo, a una Inglaterra que, sin precisar tenerla escrita, la tiene grabada en el sentimiento, en el ánimo y en su costumbre. Ello dota a los británicos de un sentido constitucional que ya quisieran para sí los españoles. Empecinada en hacer historia, España la deshace cual Penélope con el interminable manto con el que daba pares y nones a sus pretendientes. Al no existir norma redonda del todo, esta nuestra de 1978 no iba a ser una excepción. "Nadie [ni nada] es perfecto", advierte cualquiera sin llegar al grado de enamoramiento del prendado millonario de Con faldas y a lo loco. En su apasionado embeleso, no desiste en casarse con quien se disfraza de mujer huyendo de unos matones ni cuando el personaje de Jack Lemmon se desenmascara y clama tratando de hacerle entrar en razón: "¡Soy un hombre!". A la Constitución se le pueden sacar tantas tachas como sus detractores a Benavente. Pero, más allá de lo desatinado de algunos artículos o su vaguedad suicida -especialmente en el capítulo autonómico o en el educativo-, cualquier descosido se puede zurcir con la misma voluntad que facilitó su parto. Desgraciadamente, su cimentación se ha disgregado en grava que ahora se arrojan unos contra otros. La culpa no cabe endosársela exclusivamente al irredentismo nacionalista, pese a las concesiones hechas persiguiendo el improbable acomodo de quienes nunca pensaron que la Constitución fuera punto de llegada, sino pista de despegue hacia el independentismo. A este desbarajuste, los partidos nacionales han cooperado estúpidamente vaciando la Constitución por la puerta falsa del artículo 150.2 o avalando Estatutos que alteraban soterradamente la Ley de Leyes. Para garantizarse la mayoría parlamentaria o simplemente tener la fiesta en paz, los sucesivos presidentes de la democracia han antepuesto el acatamiento de Estatutos de relativo respaldo a una Constitución votada ampliamente y a la que han rendido a una posición subsidiaria. Aunque es patente que una Constitución no son unas inalterables Tablas de la Ley, la prioridad debiera ser soldar sus fracturas y restaurar los nexos de unión. Ello requiere una resuelta acción política, en lugar de abrir en canal una Constitución con un Parlamento transfigurado en Torre de Babel, donde todos gritan (e insultan) y nadie se entiende. Ello sólo originaría que el cuerpo enfermo no saliera vivo de la sala de operaciones. Sin carta náutica ni timonel perspicaz, con cada tripulante marcando rumbos contrapuestos, su reforma capotaría en la bocana del puerto. De hecho, en cuanto se formulan negro sobre blanco algunas enmiendas, se verifica que, más que resolver los problemas, se agrandan. A veces, de modo tan disparatado como aquel marino que, en medio del naufragio, discurre achicar el agua multiplicando los agujeros del bote que se va a pique. A ojos vista, pasma que, en vez de coser a dos cabos y amarrar fuertemente los descosidos de quienes desbaratan la Constitución, se proponga una especie de Constituqué, esto es, una suerte de artefacto explosivo que haga saltar por los aires la nación española, deconstruida en "nación de naciones", donde se determinaría una relación bilateral. En definitiva, nacioncitas con ínfulas de Estado que exaltarían aquello de "nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; y si no, no", atendiendo a la fórmula que los señores feudales imponían al rey de Aragón. A este fin, hay políticos, catedráticos y círculos empresariales que auspician un futuro Estatuto de Cataluña que, para dar gusto al independentismo, no tuviera que ser refrendado por las Cortes, depositario de la soberanía nacional, lo que sería un modo de autodeterminarse. Amén de postular medidas ya fallidas en Alemania en lo que hace a la reconfiguración del Senado como cámara territorial y eso que allí ningún länder niega formar parte de un todo en el que se reconocen. De hecho, los políticos germanos embridaron una dinámica centrípeta por la que 16 Estados maquinaban para que nadie pudiera hacer nada sin el otro y que delegaba sus decisiones en un inoperante Consejo Federal (Bundesrat) porque los 16 las vetaban de continuo. Lo esperpéntico es que, una vez que Alemania hace años que escapó de esa trampa reequilibrando el reparto competencial en pro del interés general y reduciendo el poder de veto del Bundesrat sobre el Parlamento (Bundestag), los arbitristas de la situación, buscando conjurar al secesionismo, reivindiquen convertir el Senado en Cámara de las Regiones. Al tener la Cámara Alta la encomienda del artículo 155, esto es, la suspensión de la autonomía, bloquear esa disposición sería lo único que movería a los secesionistas a prestarse al juego. En todo caso, cómo se va a elaborar otra Norma normarum cuando ni dentro de un mismo partido -caso del PSOE, hoy en el Gobierno- hay conformidad en asuntos básicos como el modelo de Estado con el oxímoron del federalismo asimétrico o el trampantojo del "derecho a decidir" que despoja de esa potestad al conjunto de los españoles. En síntesis, remedios de sofistas que, en realidad, son medios para el sepulcro. Sin la altura de miras y la grandeza de espíritu de los constituyentes, no es posible perfeccionar una Constitución por manifiestamente mejorable que sea, que lo es. Pero los malos políticos, cuando se le acaban las ideas o están en apuros a causa del descrédito, se evaden de la realidad embarcándose en mudanzas constitucionales sin una mínima avenencia entre quienes deben guiarlas. En esas circunstancias, sólo vendrán malos medicamentos que exacerben los padecimientos. Ningún país serio frivoliza tampoco con que cada generación debe tener su Constitución. Si fuera así, ¿cuántas debería atesorar EEUU desde 1789? Hace dos siglos y medio que conserva prácticamente inalterable la suya, pese a guerras civiles, magnicidios, crash, conflagraciones mundiales, dimisiones presidenciales o masacres como el 11-S. Haciendo tabla rasa y desestimación del interés general, es una irresponsabilidad atropellar una Constitución que conjuró demonios familiares enterrando la quijada de asno de un cainismo que tuvo a España en sostenida contienda civil casi desde la expulsión del invasor napoleónico hasta la Transición y que ahora algunos apetecen suicidamente revivir. Ya escribió Faulkner que "el pasado nunca desaparece; ni siquiera es el pasado". Más que empeñarse en el desiderátum de otra Constitución cuando no hay coincidencia ni en el diagnóstico ni en el tratamiento, el celo habría que ponerlo en garantizar su cumplimiento y preservar la igualdad de todo ciudadano, al margen del rincón donde habite. De hecho, su incumplimiento permite la desmembración de la nación que articula y que facilita que ésta se la borre gradualmente merced a una clase política que no está dispuesta a mudar su manera de gobernar, sino a variar de leyes. Como si éstas dispusieran de una virtud taumatúrgica que les hiciera invertir el estado de las cosas con su promulgación. No es menester tanto constituciones de nuevo cuño, como gobernantes dispuestos a hacerlas valer. No hay ley redentora alguna cuando, parafraseando a un egregio prócer de la Restauración, "gobiernan los mismos hombres que nos perdieron, los mismos partidos que no tuvieron inspiración, energía ni patriotismo en los momentos críticos y que, como si hubiesen sido triunfadores, siguen repartiéndose la nación empobrecida". En esta encrucijada, conviene preguntarse qué es lo que les ha hecho la pobre Constitución a quienes, en vista del mal trato a que la someten, habría que exigirles que apartaran sus manos de ella y la resguardaran de mayores estropicios. A esta Constitución, ahora malquerida, hay que insuflarle, al cabo de 40 años, el espíritu perdido que la vigorice para afrontar desafíos tan apremiantes como el independentista y el de quienes pugnan por reabrir la Caja de Pandora del guerracivilismo. A la sazón socios de un presidente del Gobierno como Pedro Sánchez que parece borrar de la memoria que esa Constitución es obra de un PSOE escarmentado, como el conjunto de formaciones políticas, de los errores que abocaron a España a una conflagración fratricida. Hay que insistir en ello tantas veces como sea pertinente, pues como aducía Benavente ante quienes le reprochaban la reiteración de frases en sus dramas: "La primera es para que la oigan, la segunda para que la escuchen y la tercera para que la entiendan".


6. Constitución. El Astrolabio. Bietio Rubido. ABC.es

"Podría escribir todos los tópicos y lugares comunes que, sobre las bondades de la Constitución de 1978, se nos pueden ocurrir a usted, amigo lector, y a mí; sabiendo, como sabemos, que el tópico siempre es el reducto de la verdad. No lo haré. Como tampoco voy a enumerar las formidables conquistas políticas y sociales, espirituales y materiales, alcanzadas durante…"

7 Albert Boadella: "O se interviene Cataluña varios años o nos comemos la independencia"
RAÚL CONDE8 DIC. 2018 01:48

"Cataluña presenta todos los ingredientes de una secta. Y una secta sólo permite la desprogramación, pero no hay diálogo posible. Están en otro mundo. En el caso de Sánchez es una simple excusa para permanecer en el poder. Sánchez tiene todas las características de la psicopatía: no distingue entre el bien y el mal, y puede decir hoy una cosa y mañana la contraria. Por tanto, a él no le parece indigno ni inmoral el que esté dando fuerza, ánimo y sangre a una gente que quiere destruir la estructura del Estado".
8.Torra se pone del lado de los violentos, editorial, elmundo.es
"En toda democracia, el Estado tiene el monopolio de la violencia que se ejerce con el fin exclusivo de garantizar la seguridad y la normal convivencia de todos. Es un principio aceptado por cualquiera que crea en el Estado de derecho y su grandeza. Pero en España no ganamos para dislates un día sí y otro también y, en esa insufrible anomalía institucional que sufren los catalanes, todo es el mundo al revés. Y, así, la Generalitat arremete contra sus agentes de Seguridad y se pone del lado de los CDR -autodenominados Comités de Defensa de la República- que tratan de convertir el espacio público en una kale borroka al más puro estilo de los cacharros etarras. Las críticas y amenazas que han recibido los antidisturbios de los Mossos por su actuación el jueves para frenar a las turbas que trataban de impedir en Girona y Terrasa actos por la Constitución, con orden incluida del president Torra para depurar la cúpula de la consejería de Interior, suponen una vergüenza inadmisible en un país democrático.Si las instituciones son incapaces de preservar el orden público y el normal desarrollo de las libertades individuales -incluido ese derecho a la expresión de los no independentistas que vemos cómo cada día se les niega a dirigentes constitucionalistas-, y por si fuera poco se encomiendan a quienes conculcan la ley, nos encontramos con que la civilización ha sido sustituida por la selva. Esto está ocurriendo hoy en la Cataluña del independentismo. Ni Torra ni el conseller de Interior son dignos de permanecer un solo día más en sus cargos. Los propios sindicatos de los Mossos exigieron ayer la dimisión del conseller Miquel Buch por cuestionar la intervención contra las hordas radicales, sin que parezca importarle siquiera el hecho de que hasta 15 agentes resultaron agredidos el jueves".
9. ¿Qué más cosas tienen que pasar para que el presidente del Gobierno obedezca el mandato constitucional y aplique el artículo 155, suspendiendo parcial o totalmente la autonomía de Cataluña? "Si una Comunidad Autónoma -se lee en la Carta Magna- no cumple las obligaciones que la Constitución y otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquella al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general". Si Pedro Sánchez no decide aplicar en su justa medida el artículo 155 estará incumpliendo el mandato constitucional y podrá ser denunciado ante el Tribunal Supremo. ¿Qué más tiene que pasar, en fin, que las CDR paralicen la circulación en toda Cataluña, incendien automóviles, alunicen comercios, destrocen cafeterías y restaurantes? ¿Qué más tiene que pasar, que más, que se desate la violencia brava en las calles y se produzcan muertos, paralizados los mozos de escuadra por las órdenes del racista Joaquín Torra?. El desafío a la Constitución mantiene prófugos o encarcelados a los dirigentes del secesionismo que perpetraron un golpe de Estado, hasta ahora sin éxito. Sánchez esgrime el señuelo del indulto para que los secesionistas le mantengan en la silla curul de Moncloa hasta agotar la legislatura, mientras la unidad de España se resquebraja entre las grietas de una política indecente sin otro norte que el servicio a la megalomanía obsesiva de un presidente deslumbrado por su falcon, sus helicópteros, las suntuosidades de su vida nueva y los viajes galopantes. Entre tanto, el presidente marioneta Torra se ha permitido anunciar la vía eslovena, es decir, violencia, sangre y muertos para conseguir sus propósitos secesionistas, con un Sánchez que esconde la cabeza como el avestruz en su psicopatía por continuar en el poder unas semanas. Entre tanto, España se fractura ante la vista de una ciudadanía atónita y el racista Torra se mantiene en el procaz insulto a los españoles: "Son bestias carroñeras, víboras, hienas con una tara en el ADN"·. Luis María Anson, de la Real Academia Española, elmundo.es
10, Templanza. Astrolabio. Bietio Rubido. ABC.es


La política española anda muy necesitada de serenidad. Es difícil, lo comprendo. Cuando uno analiza con frialdad el momento actual, la pérdida absoluta de los valores democráticos en determinadas zonas de España y la tibieza del Gobierno ante semejantes dislates, se entiende la irritación de parte de la sociedad. Sánchez, ese hombre que teme a las urnas, quiere apalancarse en La Moncloa a toda costa. Y eso tiene precio. Un coste que pagamos entre todos los españoles con el deterioro de la convivencia. Ayer en el Foro de ABC, el ministro Borrell, la mejor cabeza del gabinete, lamentó que acababa de asistir a la sesión más bronca de su vida parlamentaria. Conviene rebajar la crispación. Lo que ocurre es que la cortesía parlamentaria es un camino de ida y vuelta, y ahora la izquierda, que creía tener patente de corso para decir las mayores barbaridades, se topa con la firmeza de otros partidos. Se sorprende de que le reprochen su actitud frente al problema catalán o que el partido del Gobierno sólo sume 84 escaños. Urge volver a la senda de los valores democráticos: Sánchez, el primero, convocando ya elecciones.

11.Pero llegó Pedro I El Dialogante. Recibió a Torra y a su lacito amarillo en Moncloa. Presionó a los jueces en favor de los golpistas. Desprotegió al Rey. Prometió más autogobierno, inversiones, un nuevo Estatut... ¿Resultado? El «procés» está más encanallado que nunca, el desorden crece, el presidente catalán aboga por una revuelta violenta y para celebrar un simple Consejo de Ministros en Barcelona, la segunda ciudad de España, hará falta un despliegue de un millar de antidisturbios. El «diálogo sereno» de Sánchez va viento en popa. Luis Ventoso. ABC.es

12 Reclaman diálogo con un supremacista, racista y fascista como Torra cuya dialéctica hubiera hecho las delicias de Adolf Hitler. Eduardo Inda OKdiario

Es sencillamente una infamia, cuando no un delito de lesa traición, que el legal aunque no legítimo primer ministro de una nación dialogue con un tipejo que nada tiene que envidiar intelectual y moralmente a Goebbels o Mengele. Sánchez no puede ni debe sentarse con un Quim Torra que considera que el resto de españoles son “bestias que beben odio”, “víboras”, “hienas” y “carroñeros”. Menos aún que considera que los españoles que no han nacido en Cataluña tienen “una tara en el ADN”. Hablan de ilegalizar a Vox, que jamás ha hecho la más mínima insinuación de este tipo, pero reclaman diálogo con un supremacista, racista y fascista cuya dialéctica hubiera hecho las delicias de Adolf Hitler. Y tiene pelotas que el Gobierno acepte una reunión tildada de “bilateral [sic]” con este camisa parda. Una costumbre que implantó el frivolazo de José Luis Rodríguez Zapatero situando al mismo nivel en la entrada de Moncloa la bandera de Cataluña y la de España. Torra, no obstante, les ha respondido con una bonita butifarra: “O cumbre de gobiernos o nada”. De coña no que lo exija el pollo que ocupa el Palau de la Generalitat sino más bien que lo pueda llegar a aceptar el jefe del Ejecutivo. ¿Se imaginan a Leopoldo Calvo-Sotelo o a Felipe González reuniéndose y hablando de tú a tú con Milans, Armada o Tejero en los meses posteriores al 23-F? ¿O a George Bush llamando a la Casa Blanca a Osama Bin Laden? Tan cierto es que, como apuntó uno de los padres de la Constitución, Manuel Fraga, que “la política hace extraños compañeros de cama” como que tampoco hace falta hacer el amor con alguien que cuando le des la espalda te va a propinar una puñalada modelo Instinto Básico.
13.La paz no está contigo. Tiene gracia que los golpistas catalanes se presenten como hombres de paz. Cada uno entiende la paz como le conviene. Torra sostiene incluso que se llega a ella por la vía eslovena para la independencia, es decir con el uso de la fuerza. Por eso pidió a los CDR que apretasen y se regocija cuando se anuncian movilizaciones caóticas en Barcelona para este viernes, aprovechando que el Consejo de Ministros se reúne en la ciudad condal. Están empeñados en liarlo todo. Cuanto peor, mejor para ellos. En realidad, viven en la agitación mientras su economía se desangra, y se obcecan en la confrontación social en lugar de respetar la Ley. Por eso se definen como hombres de paz, que viene a ser como si Belén Esteban se postulase a monja de clausura. Es una pena, porque independencia no habrá en Cataluña, entre otras razones gracias a la fortaleza del Estado, pero tampoco orden, paz, cumplimiento de la legalidad ni progreso. La Justicia hablará en su momento. Un año después, todo va a peor para el catalán medio, mientras sus dirigentes se toman a risa la convivencia, porque los primeros en no estar en paz consigo mismos son los dirigentes golpistas.El Astrolabio. Bietio Rubido. ABC.es

14.Sánchez continúa cediendo ante el separatismo
   Sánchez se vende a Torra, editorial ABC.es
La propaganda monclovita no se cansa de apelar al buenísimo del diálogo como forma de apaciguar a la Generalitat. Pero es absurdo. Es falaz. Y es una estafa a los españoles, que saben que ceder ante el independentismo es perder: perder autoridad, perder dignidad democrática y, como se ha visto en Andalucía, perder credibilidad. Sánchez no tiene un proyecto para Cataluña. No hay ningún plan maestro más que el de prolongar artificialmente la legislatura manteniendo viva la esperanza de aprobar los presupuestos del Estado para sobrevivir a toda costa. Es imposible que este Gobierno que duda sobre la unidad de España pueda exhibir una sola medida que haga recapacitar al secesionismo. Ni una. Es evidente que los golpistas presos dejaron ayer su huelga de hambre porque la sumisión de Sánchez a Torra ha sido la palanca que ha activado una nueva satisfacción para el separatismo catalán.

15. Sánchez y su República. Luis Ventoso.ABC.es
Sánchez, que está disfrutando del avión oficial con idéntica fruición a la de mi sobrinita Irene cuando hace unos meses le regalamos un patinete eléctrico, ha decidido que el Consejo de Ministros sea itinerante. Mañana celebrará uno en Cataluña, que nada arregla y que tal vez suscite un problema serio de orden público (aunque, por supuesto, una vez anunciado que tendría lugar en Barcelona en modo alguno se podía dar marcha atrás, pues supondría asumir que algunas partes de España se han convertido en zonas no visitables para el Gobierno del país). Tras este gran éxito, Sánchez ya prepara otro consejo peripatético, esta vez en Alicante el próximo marzo. ¿Y por qué se va allá con sus ministros? Pues porque quiere rendir homenaje al último consejo de la II República, que presidió allá Juan Negrín hace 80 años. Siempre siento un atisbo de tristeza cuando veo la bandera de la República en manifestaciones de estudiantes españoles de hoy en día, o en marchas sindicales actuales, o en protestas de pensionistas. Apena que todavía perviva entre tanta gente la idealización de un régimen y de una etapa que en la práctica fue un calamidad en todos los órdenes. ¿Qué milonga les han endilgado a esos chavales de la era wifi que todavía salen a las avenidas empuñando la rancia enseña tricolor?Esos muchachos disfrutan de universidades en cada capital de provincia; de enorme seguridad en las calles; de absoluta libertad de expresión, pensamiento y religiosa. También gozan de la posibilidad de abrazar cualquier opción política sin temer por su vida, y de un país estable, con una economía encauzada, aunque sufra altibajos. ¿Qué echan de menos de la II República? ¿La devaluación del 20% que experimentó la peseta y las constantes disfunciones económicas? ¿Sienten nostalgia del aperturismo de un régimen que en noviembre de 1932 suspendió y se incautó de cien publicaciones porque osaron a pensar diferente? ¿Les gustaría vivir en una España saboteada por un anarquismo fuera de control y por huelgas revolucionarias que pusieron al país en jaque, como la de Asturias? ¿O tal vez les parece muy tolerante y admirable Azaña, que en 1931 se ufanó de que España dejaba de ser católica, cuando lo era -y lo sigue siendo- mayoritariamente? ¿Les fascina un régimen que en su decadencia final era incapaz de imponer su propia legalidad y que dejó que la violencia se le fuese de las manos? Un mal -el largo franquismo- no puede servir para justificar otro mal, una República ineficaz y fuera de control, antesala además de una dictadura comunista. Parece injusto que Sánchez, que representa a todos los españoles -a los que añoran aquella República y a los que no-, suplante la voluntad general y ensalce desde el Gobierno un fracaso histórico que contribuyó a provocar una terrible guerra civil. Rinda homenaje a lo que hoy disfrutamos, el gran país de la democracia de 1978. Aparque las rencorosas revisiones del pasado, las venganzas imposibles mirando al retrovisor, la épica mendaz de quien quiere reivindicar una Arcadia tricolor que nunca existió. En resumen: deje de renegar del país al que sirve (aunque sea de rebote y por un rato).
 Respecto, de ese periodo de la II República española, son premonitorias las advertencias del dirigente republicano español, Indalecio Prieto, en la primavera de 1936, antes del inicio de la espantosa guerra civil:

“La convulsión de una revolución, con un resultado u otro, la puede soportar un país; lo que no puede soportar un país es la sangría constante del desorden público sin finalidad revolucionaria inmediata; lo que no  soporta una nación es el desgaste de su poder público y de su propia vitalidad económica, manteniendo el desasosiego, la zozobra y la intranquilidad.  Podrán decir espíritus simples que este desasosiego, esta zozobra, esta intranquilidad la padecen sólo las clases dominantes. Eso, a mi juicio, constituye un error. De ese desasosiego, de esa zozobra y de esa intranquilidad, no tarda en sufrir los efectos perniciosos la propia clase trabajadora, en virtud de trastornos y posibles colapsos de la economía, porque la economía tiene un sistema a cuya transformación aspiramos...Si el desmán y el desorden se convierten en sistema perenne, por ahí no se va al socialismo, por ahí no se va tampoco a la consolidación de una república democrática, que yo creo nos interesa conservar. Ni se va al socialismo ni se va al comunismo; se va a la anarquía desesperada que ni siquiera está dentro del ideal libertario; se va a un desorden económico que puede acabar con el país”[1].

16. Sánchez humilla al Estado. Editorial, ABC.es

Los árboles no pueden impedir a la opinión pública ver el bosque. En términos simples, la «tournée» de Pedro Sánchez por Barcelona se ha saldado con un triunfo anímico y político innegable de Joaquim Torra. Ha habido claudicación del Gobierno español al sumarse a un comunicado infame que no hace alusión alguna a la Constitución o a la exigencia de cumplir la ley. En ese comunicado, repleto de eufemismos ilegibles, se diagnostica además un «conflicto» entre dos iguales empleando la misma terminología que en su día utilizaba ETA, y se promete «vehicular una propuesta con amplio apoyo de la ciudadanía catalana», lo que ha dado pie a que el secesionismo interprete la disposición de Sánchez a celebrar un referéndum. Ha habido cesión política y humillación formal ante el separatismo sin que a estas horas ni un solo español sepa qué concesiones de fondo discutieron Torra y Sánchez. España aún no sabe cuál será el precio a pagar para que Sánchez, el falso presidente de la transparencia, pueda prorrogar la legislatura. Pretender que los españoles se contenten con los gestos de teórico apaciguamiento y de diálogo es una estafa masiva a todos los ciudadanos, que Sánchez comete con absoluto desprecio a la Constitución. Poco después de la reunión, un socialista como Javier Lambán tildó a Sánchez de «pusilánime». No está mal como argumento sincero para que despierte ese amplio sector del PSOE discrepante de los muchos abusos que Sánchez comete en nombre de ese partido. Lo relevante no es la protección del orden público en Cataluña, sino la garantía del orden político. Y Sánchez está incurriendo en una alarmante dejación de funciones empleando su poder de modo cuasi-prevaricador. España no está en conflicto con una de sus comunidades autónomas. Más bien es una parte de esa comunidad la que se ha declarado en rebeldía por su odio a España, fracturando Cataluña y causando una inmensa grieta emocional que está empobreciendo a sus ciudadanos. ¿Por qué ha de asumir el Estado que está en conflicto con Cataluña? ¿Y por qué habría de resolver un problema que el Estado no ha creado? Hay un problema político. Sí. Y debe resolverse por vías políticas. Bien. Pero jamás saltándose la legalidad vigente, porque no es permisible y nos vincula a todos los españoles, sin excepción. Porque si eso ocurre, como ha ocurrido, la vía política debe dejar paso a la vía penal. España no puede sentir un complejo de inferioridad institucional respecto a la Generalitat, y mucho menos claudicar mintiendo a la opinión pública sobre el resultado de una conversación que tiene todos los visos de ser infamante. En su estrategia para sobrevivir a toda costa con solo 84 diputados, Sánchez no solo arrastra al PSOE a un precipicio electoral. Arrastra a todos los españoles, a los que usa como rehenes para alargar al máximo la legislatura. La prueba evidente es cómo permitió, durante la cena del jueves posterior a la cita con Torra, que este reivindicase en su discurso el derecho de autodeterminación una vez más, con Sánchez en silencio. La desautorización del Gobierno de Sánchez al histórico discurso pronunciado por el Rey hace un año es evidente. También es ofensiva para muchos millones de españoles la rehabilitación moral de la figura de Lluis Companys. Sánchez pertenece a esa estirpe de políticos que quieren dar por superados los consensos del año 1978, que ha vulnerado las normas no escritas accediendo al poder sin ser el candidato más votado, y que forzó una moción de censura con socios chantajistas, antiespañoles y poco recomendables, incumpliendo su propia palabra de convocar elecciones. Ningún Gobierno extranjero posa con Torra ni con Carles Puigdemont. Nadie en el planeta les concede la atribución o el derecho a constituirse en república separándose de España. Nadie justifica su pisoteo constante del Estado de Derecho y la legalidad española. Y nadie, salvo Sánchez, pone su fuerza a disposición de la eterna campaña de propaganda del separatismo. Que el independentismo esté dividido no es un triunfo del Gobierno. Es, más bien, ese alambicado desprecio que sienten muchos independentistas y nunca puede ser una coartada para que Sánchez exhiba musculatura política. Hay mucho de rendición en todo esto.
17. Sánchez, preso de las tesis del PSC y de su propia ambición, no sólo no opone resistencia al desafío secesionista, sino que pretende prolongar una senda que lleva al Estado al precipicio. El enojo de los barones, acrecentado por la inquietud ante una eventual venganza del sanchismo en la confección de las listas electorales, es comprensible. Pero debe traducirse en una exigencia de calado para materializar el cambio de rumbo en Ferraz. O el PSOE da marcha atrás en el diálogo y las cesiones al independentismo o sus candidatos corren serio riesgo de verse chamuscados en las urnas, relegando al socialismo español a la misma posición testimonial -incluso marginal- por la que ahora penan los socialistas franceses e italianos. Editorial, elmundo.es

18. La convivencia y sus enemigos, editorial el mundo.es

El discurso de Navidad del Rey giró en torno a dos ejes: el constitucional y el social. Al defender la garantía de convivencia que ofrece la Constitución, Felipe VI no solo rendía tributo al gran éxito colectivo del pasado sino que proyectaba su vigencia hacia el futuro, frente a los irresponsables que pretenden dar por superada la democracia de 1978. Se trata de un mensaje que suscita un amplísimo grado de aceptación en la sociedad española y en la clase política, pero como no podía ser de otro modo también genera incomodidad entre los enemigos de nuestra convivencia. De modo que las reacciones airadas de Quim Torra y Roger Torrent vienen a probar el acierto discursivo del Monarca. Incapaz de escapar de la mentira y el sectarismo que le constituyen, Torra ha tenido la desvergüenza de replicar al Rey que no existe un problema de convivencia en Cataluña sino uno de "democracia y de justicia". Algo que solo puede afirmar un líder ignorante del Estado de derecho, en el que son los jueces con arreglo a la ley quienes imparten justicia, y desconectado del deber de representar a todos los catalanes, también a esa mayoría no independentistas cuyos derechos llevan mucho tiempo siendo vulnerados por el rodillo separatista que manda en las instituciones catalanas. La última vez que vimos el estado de salud de la convivencia en Cataluña fue el pasado viernes durante la celebración del Consejo de Ministros en Barcelona. Torrent, por su parte, volvió a insistir en la tesis del "conflicto político" existente en Cataluña -en realidad creado por la deslealtad nacionalista- y llamó a superar en un referéndum de autodeterminación "el régimen del 78".Desde Moncloa se apuntan a señalar la sintonía del Gobierno con las palabras del Rey, lo que supone un ejercicio de afinidad selectiva cuando no de cinismo: el Rey apeló al consenso dentro de la Constitución, pero Pedro Sánchez viene de firmar con Torra un comunicado que omite deliberadamente la referencia a la Carta Magna. Parecido ejercicio de retorcimiento hermenéutico realizó Pablo Iglesias, a cuyo juicio el Rey ha rectificado su discurso del 3 de octubre en plena intentona golpista; como si la defensa de la legalidad constitucional no equivaliera a defender la concordia entre distintos que ha guiado siempre la coherencia programática del reinado de Felipe VI. Así lo reconoció Albert Rivera, que destacó la convivencia como patrimonio constitucional de todos, y también Pablo Casado, que subrayó la demanda de respeto a las reglas de todos. Fue el eje social -en especial el énfasis en la dura realidad laboral de los jóvenes y en la lucha por la igualdad de las mujeres- el que suscitó una aceptación prácticamente unánime. Un reconocimiento de los problemas que desvelan cada día a los españoles que actualiza el papel de la institución monárquica y la acerca al sentir de los ciudadanos.

19. En un nuevo ejemplo de cinismo el PSOE, a través de Iratxe García, miembro de la Ejecutiva del partido, calificó ayer de "anecdótico" el hecho de que ni Pedro Sánchez ni la vicepresidenta Carmen Calvo ni la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, hayan informado de la propuesta de acuerdo con 21 puntos que Quim Torra les entregó durante la reunión de la pasada semana. De esta forma, a la indignidad de aceptar un encuentro entre iguales con los líderes independentistas de la Generalitat se uniría la recepción de un documento inaceptable que incluye una posible comisión internacional que medie entre los "gobiernos de Cataluña y de España", la "desfranquización" del país y el reconocimiento del "derecho de autodeterminación". Ante el silencio de Sánchez, Torra ha desvelado parte del contenido del escrito para recordar al Ejecutivo que su apuesta por la ruptura del orden constitucional no es negociable y que aceptar el diálogo es estar dispuesto a ceder a sus pretensiones. El presidente del Gobierno se está comportando de forma irresponsable, tanto al aceptar un documento que supondría la voladura del Estado como al intentar que la opinión pública ignore el precio que parece estar dispuesto a pagar para mantenerse en La Moncloa. Editorial. elmundo.es
20.Sin gobierno frente al separatismo, editorial ABC.es
Pedro Sánchez tiene que explicar qué trató con Quim Torra durante la reunión que celebraron en Barcelona el pasado día 20 y, sobre todo, tiene que explicar por qué no dio por terminado el encuentro en cuanto el presidente catalán le entregó el documento con sus reivindicaciones. El mero acto de escuchar a Torra pedir una mediación internacional entre Cataluña y España constituyó, en sí mismo, una cesión a la estrategia de crispación diseñada por el separatismo. Lo peor, sin embargo, fue la explicación del Gobierno central, que calificó de «anecdótico» que Sánchez no informara de esa oferta de internacionalización. Sánchez es un presidente opaco y poco amigo de la verdad. Desde que accedió a la Presidencia, su mandato se ha caracterizado por perseverar en el plan suicida de pactar con los separatistas solo con el objetivo de reeditar el Pacto del Tinell contra el PP. Por eso no es anecdótico que callara, y siga callando, sobre las peticiones de Torra, sino sintomático del nivel de alienación en el que se encuentra el Ejecutivo ante los separatistas catalanes. Esta vez, el presidente del Gobierno no necesitó intermediarios ni columnas de opinión para saber que Torra está aprovechando su indigencia política para dar pábulo a la estrategia secesionista con un encuentro que fue indigno en su apariencia y ahora también se sabe que en su contenido. Cuando al Estado se le plantea una ofensiva que persigue su destrucción, el presidente del Gobierno tiene que saber muy bien en qué lado debe situarse. Sánchez parece no saberlo, porque sus actos y sus decisiones no son las propias de quien ostenta la máxima responsabilidad política del Estado, sino de un político en precario que sobrevive con los préstamos de voto que le hacen los enemigos del Estado. Torra ganó la baza política de su encuentro con Sánchez, primero, porque logró una apariencia de encuentro bilateral; y, segundo, porque hizo que Sánchez recibiera una propuesta de destrucción del orden constitucional sin inmutarse. Sólo una anécdota, según el Gobierno. Bloqueado tras el desastre electoral en Andalucía, el Gobierno de Sánchez es una pieza fácil para el separatismo, que tiene los votos que necesita para alargar el mandato. El drama de España es que no es Sánchez quien decide lo que dura esta legislatura, sino Torra, Puigdemont y Junqueras. Un neofascista, un fugado y un preso. Esta situación no es fruto de acontecimientos inevitables, sino de la voluntad expresa del PSOE y de Sánchez, que, a cambio de no ser devorados por el separatismo, son capaces de emitir un comunicado conjunto con Torra en el que se que refleja el ideario separatista: un conflicto político que sólo se solucionará con una propuesta política apoyada por los catalanes en el marco no de la Constitución, sino de una etérea «seguridad jurídica» creada a la medida. Es dramático, pero cierto: España no tiene un Gobierno que actúe contra el separatismo.
21. Con la amenaza sistemática de Podemos, el PDeCAT o ERC sobre los Presupuestos, con el estancamiento del crecimiento, con la inclinación de parte de nuestra ciudadanía hacia los populismos extremistas o el voto emocional, y con el chantaje del secesionismo reforzado por la absurda estrategia de Sánchez con Cataluña, España se halla en una extraña encrucijada. Asistimos a iniciativas revisionistas de nuestra historia basadas en un revanchismo inasumible, y a la negación de los consensos de la Transición que dieron lugar a una Constitución ejemplar. Hay quien desde la extrema izquierda propone la supresión de la Monaraquía, y hay quien desde la derecha radical apela al desmantelamiento del Estado autonómico o al antieuropeísmo como nuevos mantras de un patriotismo milagrero frente a nuestros males. Sin embargo, lo necesario es la convocatoria urgente de elecciones generales para que los españoles puedan votar. Ahora mismo hay un presidente del Gobierno elegido de forma legítima, pero abrupta, en una moción de censura basada en la idea de que inmediatamente se convocaría a las urnas. Con solo 84 escaños, Sánchez mintió entonces y sigue mintiendo hoy alimentando de forma irresponsable la confusión en torno a la convocatoria de comicios generales. Todo en su Gobierno, y todo en su gestión, está guiado por su concepto cesarista del poder. Sánchez piensa más en sí mismo, y en cómo permanecer el mayor tiempo posible en La Moncloa, que en los intereses de España. Falta a su propia palabra cada día, se contradice sin rubor, improvisa de modo alarmante con demagogia y frivolidad, mantiene una estructura de poder más cara que la de ningún otro Gobierno, y es sumiso con los nacionalismos rupturistas mientras desprecia al constitucionalismo… Incluso, ha blanqueado al terrorista Otegui. Cada mes de 2019 que Sánchez permanezca en el poder será un mes perdido para los españoles, y muy probablemente también para el PSOE, cuyos críticos con su secretario general se están equivocando al guardar silencio porque no es descartable que Sánchez los aboque a una ruina electoral irreversible. ABC.es
22. ¿Retrocede la democracia? Astrolabio. ABC.es, Bieito Rubio
"La democracia, tal y como la conocemos, está en serio riesgo. Ojalá me equivoque y estas advertencias nos hagan tomar conciencia de que tenemos que defenderla y aplicarla ahora más que nunca. ¿Cuáles son algunos de esos síntomas que nos inquietan? La tendencia a no reconocer a la mayoría, la descalificación hasta la muerte civil del oponente político, el cuestionamiento de la propiedad privada, el amago de despreciar las instituciones del Estado -véase a Sánchez y Calvo queriendo anular al Senado en España- o los serios ataques a la libertad individual desde gobiernos locales o nacionales. Sin olvidar cuestiones esenciales como son los principios de orden y autoridad, que políticos golpistas se pasan por el arco de sus voluntades. Necesitamos volver a inocular en el cuerpo social de España -aunque en Europa se dan situaciones similares- los valores y consensos clásicos de la democracia y superar la anomalía que vivimos y el desorden jurídico que sufrimos. De lo contrario, estaremos en pleno retroceso".
 Ese fue el mismo discurso socialista de Chávez-Frías.

23. Desmantelar el Estado en Cataluña, editorial ABC.es 

El Gobierno de Pedro Sánchez está volcado en comprar los votos del separatismo catalán para su proyecto de Presupuestos Generales del Estado de 2019. Lo está haciendo con precios políticos, ofreciendo al separatismo la cabeza de la Constitución, con una reforma imposible, y un nuevo Estatuto, ilegal de nacimiento, porque pretende burlar la sentencia del Tribunal Constitucional que anuló muy parcialmente el actual. Y también con precios a cargo de los Presupuestos Generales, aumentando la inversión en Cataluña hasta límites que agravian a la mayoría de las comunidades autónomas, algo que el PSOE no quiere aceptar, a pesar de lo que ha sucedido en Andalucía. Al Gobierno autonómico más desleal y traidor, al que peor ha gestionado su economía y ha condenado a la ruina los servicios públicos catalanes, al que promueve la ruptura con España y la división entre catalanes, incluyendo, si hace falta, la legitimación de la violencia; a este Gobierno presidido por el neofascista Quim Torra, Pedro Sánchez ha premiado con un aumento del 52 por ciento de la inversión real por territorios prevista en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Y, además, sin recibir a cambio otra cosa que nuevos gestos de desprecio y desafío del integrismo separatista. No es suficiente. Además, el Gobierno de Pedro Sánchez está dispuesto a duplicar el precio por los votos del secesionismo con un golpe financiero al Estado en Cataluña, reduciendo la inversión para las instituciones centrales en un 29,54 por ciento, frente a lo presupuestado por el Gobierno de Mariano Rajoy para 2018. No sólo los nacionalistas ganan por lo que reciben, sino también por lo que pierde el Estado. La prueba de cargo de las intenciones del Gobierno socialista está en el hachazo a los fondos previstos para las actuaciones del Ministerio del Interior en Cataluña, que pasan de 4,4 millones para 2018 a 1,76 millones de euros para 2019. Cuando más arrecian los actos de violencia de los CDR y de los demás «camisas pardas» del separatismo catalán, y a pocos meses de que se dicte la sentencia del juicio a los golpistas del «procés», el Gobierno merma la capacidad económica de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en Cataluña, quizá como signo de esta falsaria «normalidad» que el Ejecutivo de Sánchez interpreta sumisamente con encuentros bilaterales y discursos apaciguadores, al mismo tiempo que el separatismo aumenta el nivel de sus ataques al Rey y a la Justicia. Mientras la Sala Segunda del TS se echa a la espalda la tarea histórica de juzgar el golpe contra el Estado en Cataluña, el Gobierno socialista socava la estabilidad del Estado negociando con los autores de la intentona golpista, que ven con satisfacción cómo Sánchez sube a diario la puja para garantizar su supervivencia política.

24. Un país en absoluto desgobierno. Editorial OK-diario. 
Pedro Sánchez tiene a España sumida en el más absoluto desgobierno. Sólo siete meses en La Moncloa han servido para demostrar que el socialista no está a la altura de las medidas, la imagen y la estabilidad que nuestro país necesita para seguir prosperando económica y socialmente. De entrada, los delirantes Presupuestos elaborados por Economía y Hacienda, que disparan el gasto público y prevén unos ingresos irreales procedentes de gravámenes que aún no se han aprobado –como la ‘Tasa Google’ o la ‘Tasa Tobin’–, van a ser tumbados en el Congreso. ERC y PDeCAT, sus socios en la moción de censura, atisbando el final de un Gobierno absolutamente deteriorado y liderado por un dirigente desgastado, han anunciado que con su ayuda no van a sacar adelante las cuentas públicas. Con un juicio por el procés en ciernes, los separatistas han pedido a Sánchez un gesto con respecto a los golpistas encarcelados por el 1-O, sin embargo, el socialista no puede –ni debe­– interferir en la independencia del Poder Judicial, razón por la que los independentistas no lo sostendrán en el poder por más tiempo. Ellos lo pusieron y ellos forzarán su caída.
Sánchez, además, está atrapado en sus propios números y, a falta de una proeza económica mesiánica, cosa que parece harto improbable a tenor de la ralentización del PIB en 2018 –que cerró en el 2,5%, una décima menos de lo previsto y el peor dato desde 2014–, no podrá cumplir con la senda del déficit marcado en el 1,3% del PIB, tal y como le han advertido desde la Comisión Europea y la AIReF. Dos entes que, tras analizar las cuentas públicas, detectaron que el Gobierno para cuadrar el déficit había recurrido a la argucia de cambiar el sistema de recaudación de IVA e ingresaría un total de 13 meses y no 12 meses. Según argumentaba el Ejecutivo, a la hora de justificar el elevadísimo gasto público, los Presupuestos estaban destinados a solventar las desigualdades de la crisis de 2008; sin embargo, sus planes no progresan hacia una salida solvente. Sólo un mes más tarde del anuncio en Barcelona –lugar al que Sánchez acudió a rendir pleitesía a Quim Torra– de la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) para contentar a Podemos, otra de las patas que sostienen al socialista en La Moncloa, se ha dado de bruces con la realidad: se han destruido 200.000 puestos de trabajo y el paro ha subido en casi 83.500 desempleados, el peor comienzo de año desde 2013.
Para sostener nuestro Estado de bienestar, España necesita de un presidente del Gobierno creíble –que elabore su propia tesis doctoral sin plagios– y ambicioso que fomente la construcción de un tejido productivo que venga­ de la mano de la inversión, tanto nacional como extranjera, sobre todo ahora que tantas compañías salen de Reino Unido por la inestabilidad del Brexit. Atraer este capital a nuestro país debería ser uno de los objetivos primordiales de Sánchez, sin embargo, sus planes pasan por elevar los impuestos de sociedades y elevar las cotizaciones sociales alejando a pasos agigantados la inversión privada. El poder, tal y como sucede a menudo, consume rápidamente las siglas de los partidos que gobiernan, pero en el caso de Sánchez el tiempo ha sido récord. Por ello, sin dilación alguna el socialista debería disolver las Cámaras y convocar unas elecciones que dejen paso a un nuevo ciclo político más prometedor que el que ofrece su Gobierno.









               [1] Prieto Indalecio (1975). Discursos Fundamentales. Turner. Madrid Pp. 272-73 













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Soberania.org
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[1] La Guerra Civil Española fue  un conflicto social, político y bélico, que luego tendría graves consecuencias económicas — que se desencadenó en España tras el fracaso parcial del golpe de Estado  del 17 y 18 de julio de 1936, protagonizado  por una parte del ejército contra el gobierno de la Segunda República Española. Gracias a la rápida colaboración del régimen nazista alemán y el fascista italiano Franco, trasladó las tropas rebeldes a la península en las últimas semanas de julio, comenzó una cruenta guerra civil que finalizaría el 1° de abril de 1939 con el último parte de guerra   firmado por Francisco Franco, declarando su victoria y estableciendo una dictadura semi-totalitaria que duraría hasta su muerte en 1975 .La guerra tuvo múltiples facetas, pues incluyó lucha de clases, guerra de religión, enfrentamiento de nacionalismos opuestos, lucha entre dictadura militar y democracia republicanos, entre revolución y contrarrevolución, entre  fascismo y socialismo. Franco fue nombrado Genralísimo, Jefe de Estado y del Gobierno “Caudillo por la Gracia de Dios”.

[2] Toda guerra civil comporta un alto grado de violencia política entre los civiles y la española no fue una excepción. De hecho, la violencia ya se había apoderado de la vida política española antes de la guerra y durante ella no hizo más que incrementarse. Los estudios más rigurosos cifran en alrededor  de 400.000 las muertes violentas producidas durante la Guerra Civil, repartidas a partes iguales entre ambos bandos. El final de la guerra no acabó con la represión, ni abrió paso a la reconciliación, ni tampoco supuso el fin de la militarización de los juicios políticos. Al seguir en vigor el estado de guerra hasta 1948, se mantuvieron los tribunales militares y las fuerzas de seguridad continuaron sometidas a disciplina militar. Los Tribunales Militares solían ventilar alrededor de 15 casos a la hora, sin garantías procesales y presumiendo la culpabilidad del acusado. Con anterioridad al fin de la guerra, el gobierno nacionalista de Salamanca declaró fuera de la ley todos los partidos, asociaciones y sindicatos que habían apoyado al gobierno republicano. De igual forma, se impuso una estricta censura de prensa, se prohibió toda manifestación de la diversidad cultural y lingüística del estado y se persiguió cualquier tipo de disidencia política, religiosa o ideológica. Una vez finalizada la guerra esta legislación fue completada con la Ley de Responsabilidades Políticas de febrero de 1939 y la Ley de Represión de la Masonería y Comunismo de marzo de 1940, que extendían su jurisdicción a todas las formas de colaboración con el bando republicano de forma retroactiva hasta el 1 de octubre de 1934. Sin embargo, a pesar de la laxitud de ambas normas, la persecución fue selectiva, apuntando a los principales responsables de las organizaciones e instituciones republicanas. La dureza de la represión fue amortiguándose con el paso del tiempo. A finales de 1939 la población reclusa ascendía a 270.719 personas; a finales de 1945 la cifra había descendido a unos 40.000, de los cuales menos de la mitad podían considerarse como presos políticos. Las ejecuciones por motivos políticos, que se calcula en unas 28.000 durante la posguerra, se convirtieron en un fenómeno excepcional a partir de 1945.
3 El golpe de estado del 23 de febrero de 1981 (conocido comúnmente como 23-F) fue un fallido intento de golpe de estado cuyo objetivo era devolver un régimen franquista en España por parte de un grupo de guardias civiles liderados por el teniente coronel Antonio Tejero que, en medio de una votación realizada en el Congreso de Diputados Congreso de los Diputado irrumpieron en la sala, manteniendo secuestrados durante una noche entera a los diputados que se encontraban en el edificio.

[4] El 25 de julio de 2014, Jordi Pujol reconoció en un comunicado enviado a varios medios haber ocultado a la Hacienda Pública durante 34 años «un dinero ubicado en el extranjero», según sus afirmaciones procedente de su padre Florenci Pujo En ese comunicado Pujol lamentaba no haber encontrado nunca el «momento adecuado» para la regularización de esas cantidades y pedía perdón a la opinión pública Según varios medios, se trataría de en torno a cuatro millones de  euros ubicados en      Andorra que se habrían beneficiado de la amnistía fiscal (o regularización extraordinaria) promovida por e Gobierno de España  en 2012 La confesión de Jordi Pujol generó gran controversia política. Como reacción, el 28 de julio el sindicato Manos Limpias denunció a Jordi Pujol  Soley y a su esposa ante los juzgados por los delitos de coheco, tráfico de influencias, delito fiscal, blaqueo de capitales, prevaricación, malversación. La denuncia recayó en el juzgado 31 de Barcelona, donde la juez titular acordó abrir diligencias y notificar su decisión a la Fiscalía. Al día siguiente, 29 de julio, el presidente Mas luego de una reunión mantenida con Pujol  Soley, anunció que este renunciaba al sueldo y a la oficina que tenía asignados como ex presidente, así como al título honorífico de presidente fundador de CDC y de CUI Posteriormente, el consejero de la Presidencia Farnces Homs aclaró que esto incluía renunciar al trato honorífico de Molt Honorable Senyor y a la medalla de oro de la Generalidad.


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