Un régimen delincuente
Un régimen
delincuente
(extracto de mi libro Seguridad, Estado, Sociedad y Derecho. Homero, Caracas,
2004).
Henrique Meier.
Las afirmaciones contenidas en ese libro fueron
tildadas de exageradas por personeros de la “oposición oficialista” del momento.
“Según el jurista español Gregorio Peces-Barba
(3):“La ilegitimidad de ejercicio es la justificación dinámica del poder,
mientras que la de origen...es la justificación estática. Esta última contempla
el problema en el nacimiento del poder y la de ejercicio durante la actividad
del poder en el tiempo. En este segundo momento de la legitimidad del poder, la
presencia del Derecho es aún más central y decisiva. Se racionaliza, se somete
a límites y se organiza el ejercicio del
poder, y el instrumento es el Derecho...en una tradición que arranca de San
Agustín y que se prolonga en el tiempo hasta Kelsen, es en el ámbito de la
legitimidad de ejercicio donde se puede diferenciar el poder jurídico de los
mandatos de una banda de ladrones. En la teoría de la legitimidad
legal-racional de las sociedades democráticas se pueden distinguir diversos
ámbitos vinculados a las formas de actuación del poder y a los objetivos o
fines que pretende alcanzar. Si nos situamos en las formas o procedimientos
encontramos los siguientes criterios para evaluar la legitimidad del poder: a)
Organización del poder: Reglas para el reclutamiento de los miembros de los
órganos y de las instituciones, competencias y ámbito de validez de las mismas,
procedimientos para el ejercicio de las competencias; b) Límites al poder:
Sometimiento a la ley y al derecho, separación de poderes, respeto a los
derechos fundamentales; c) Garantías frente al abuso de poder: Control Judicial
y garantía de la Constitución en el Poder Judicial”.
Cabe destacar que la misión de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos que realizó una visita “in loco” al país
entre el 6 y el 10 de mayo de 2002, con el objeto de evaluar la situación de
los derechos humanos a raíz de los sucesos del 11 de abril y días subsiguientes,
dejó consignada en un informe preliminar su honda preocupación por la
existencia de claros indicios de violación a la Carta Democrática
Interamericana por parte del régimen que lidera Chávez Frías, y por tanto, de
evidencias de ilegitimidad de desempeño del mismo. Esas conclusiones se
fundamentan en los mismos criterios expresados por el profesor Peces Barba,
para diferenciar entre legitimidad de origen y legitimidad de ejercicio:
“62. La principal fuente de legitimación
democrática es la otorgada por la voluntad popular expresadas en elecciones
libres, periódicas y universales. Sin perjuicio de ello, las elecciones por sí
mismas no constituyen elementos suficientes para asegurar una plena vigencia de
la democracia. Como lo señala la Carta Democrática Interamericana son elementos
esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los
derechos humanos y las libertades fundamentales: el acceso al poder y su
ejercicio con sujeción al estado de derecho...el régimen plural de partidos y
organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes
públicos. Asimismo, son componentes fundamentales del ejercicio de la
democracia la transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad, la
responsabilidad de los gobiernos en la gestión pública, el respeto de los
derechos sociales y la libertad de expresión y de prensa...En este contexto, el
funcionamiento de un Poder judicial independiente e imparcial como garante de
la protección de los derechos humanos, como vehículo para la obtención de
justicia por parte de las víctimas y como órgano de fiscalización y control del
accionar de los otros poderes del estado es fundamental para un Estado de
Derecho...66. La CIDH considera que la falta
de independencia del Poder Judicial, las limitaciones a la libertad de
expresión, el estado deliberativo en que se encuentran las Fuerzas Armadas, el
grado extremo de polarización de la sociedad, el accionar de los grupos de
exterminio, la poca credibilidad de las instituciones de control debido a la
incertidumbre sobre la constitucionalidad de su designación y la parcialidad de
sus actuaciones, la falta de coordinación entre las fuerzas de seguridad,
representan una clara debilidad de los pilares fundamentales de la existencia
del Estado de Derecho en un sistema democrático en los términos de la
Convención Americana y de la Carta Democrática Americana. Por ello la
Comisión urge el fortalecimiento del Estado de Derecho a la brevedad
posible...67. En la situación actual en Venezuela, la protección internacional
de los derechos humanos adquiere relevancia aún más fundamental. En tal
sentido, resulta especialmente importante que el Gobierno del Presidente Chávez
y los demás órganos del poder público cumplan de manera integral con las decisiones
y recomendaciones que adoptan los órganos del sistema interamericano”.
Transcurridos siete meses de ese informe
preliminar, la CIDH en un comunicado de prensa del 12 de diciembre de 2002 (N°
47/02) “urge a los Estados miembros de la OEA a tomar acciones inmediatas
para detener el progresivo deterioro del Estado de Derecho en Venezuela”.
Resalta ese comunicado que “desde la visita hasta la actualidad la
situación ha empeorado progresivamente. En primer lugar, la Comisión desea
expresar su más profunda preocupación por el aumento significativo de ataques
sistemáticos contra los defensores de los derechos humanos que, directa o
indirectamente, les impiden o dificultan sus tareas...Asimismo, la Comisión ha
registrado un aumento progresivo de los ataques contra medios de comunicación y
periodistas, particularmente contra aquellos que cubren eventos y
concentraciones políticas. Los periodistas, camarógrafos, fotógrafos y demás
trabajadores de la prensa han sido blanco directo de agresiones y
hostigamiento. Los incidentes registrados abarcan entre otros, el asesinato de
un periodista; ataques a la integridad física, incluidos heridos de bala,
amenazas; la toma, saqueos y destrozos de las instalaciones de medios de
comunicación, tales como los realizados el pasado 9 de diciembre por grupos
adeptos al Gobierno en Caracas e importantes ciudades del interior...La
Comisión condena enérgicamente el uso de la violencia contra diferentes
sectores de la sociedad mediante disparos indiscriminados sobre
manifestantes...La Comisión expresa su preocupación por el surgimiento de
grupos civiles armados que ejercen la violencia política, así como por la
impunidad con la que operan. Inclusive, algunos de estos grupos parecen gozar
de cierta protección por parte de ciertas autoridades...Preocupa a la CIDH la
“intervención” por parte del Gobierno central de la policía metropolitana de
Caracas que estaba bajo la autoridad de un adversario político, sin dar razones
apropiadas para una decisión de dudosa legalidad. Tal medida ha contribuido a
agravar la inseguridad ciudadana en la ciudad...la CIDH ha otorgado durante el
presente año 12 medidas cautelares para proteger los derechos a la vida,
integridad personal y libertad de expresión, entre otros, de defensores de
derechos humanos, comunicadores sociales, diputados, víctimas de los sucesos
del 11 de abril, así como testigos y familiares de las víctimas de grupos
parapoliciales. Debido a la falta de cumplimiento de las medidas por parte del
Estado, la CIDH solicitó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos medidas
provisionales a favor de miembros de la organización no gubernamental de
derechos humanos COFAVIC, del medio de comunicación RCTV y de víctimas de
grupos parapoliciales que operan en el Estado Falcón...Con el propósito de colaborar
con el Gobierno y la sociedad venezolana en su conjunto y de cumplir con su
mandato, la Comisión tenía previsto llevar a cabo una serie de visitas de
seguimiento; sin embargo, pese a la invitación abierta recibida del Presidente
Chávez y del Vicepresidente Rangel, así como a las insistentes solicitudes del
CIDH, el Gobierno de Venezuela se ha negado sistemáticamente a fijar fechas
para la realización de dichas visitas”.
Si aplicamos los criterios señalados por Peces Barba para determinar la
legitimidad de ejercicio o actuación de un gobierno en el marco de los
principios y valores del modelo de Estado democrático de Derecho, los cuales figuran en la Carta Democrática
Interamericana con el carácter de parámetros para evaluar ese tipo de
legitimidad de los gobiernos de la Región, el régimen de Chávez Frías es un
poder ilegítimo, de facto, cercano al de una banda de antisociales en la
expresión del jurista español . Un
régimen que podría ser calificado de delincuente, ya que es público y notorio
cómo la mayoría de los actos de Chávez Frías y su camarilla configura hechos
punibles previstos en el ordenamiento jurídico. Delitos de lesa humanidad o la
persecución, hostigamiento, agresión y el asesinato perpetrado por los cuerpos
armados al servicio del régimen sobre la parte de la población que le es
adversa, con la finalidad de disuadir y eliminar la resistencia por el temor
que produce el terrorismo de Estado (el 11 de abril, el 4 de noviembre y el 6
de diciembre de 2002; el 3 de enero, el 1 y el 24 de mayo de 2003). Delitos
contra el patrimonio público: peculado, peculado de uso, concusión,
enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias, etc. Delitos contra el honor,
el buen nombre y la honra de muchos de sus opositores, víctimas de calumnias,
injurias y difamación. Propaganda de guerra e instigación al delito. Abuso
sistemático de poder, como los “allanamientos” ejecutados por la “guardia
nacional” en empresas privadas por orden del jefe de la revolución por supuesto
acaparamiento de productos de primera necesidad, en los que se violaron los
procedimientos de ley, además de los derechos humanos de trabajadores y
personas de la sociedad civil que se opusieron a esas medidas, maltratados,
lesionados en su integridad física y moral, y se incurrió en el delito de robo
con violencia y fractura, aparte de la violación al derecho de propiedad
privada, y la garantía constitucional de la inviolabilidad de todo recinto
privado de persona. La confiscación ilegal del armamento de las armas de la
Policía Metropolitana por parte de miembros de lo que fue el ejército y la
guardia nacional, instituciones transformadas, como ya subrayamos, en huestes
armadas al servicio del jefe del régimen delincuente, la explosión de bombas en
las sedes de la embajada de España y del Consulado de Colombia (25 de febrero
de 2003), dos días después de las agresivas declaraciones del jefe de la banda
revolucionaria contra los gobiernos de ambos países por sus severas críticas
contra el régimen, etc., etc.
Tal es el
proceder ordinario de los personeros de un régimen caracterizado, reiteramos,
por la masiva y sistemática violación a los derechos humanos y a los principios
y garantías que definen las bases
axiológicas mínimas de un auténtico Estado democrático y social de Derecho y de
Justicia. El enunciado del artículo 2 de la Constitución: “Venezuela se
constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que
propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación,
la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia,
la responsabilidad social y, en general la preeminencia de los derechos
humanos, la ética y el pluralismo político”, es pura palabrería hueca,
vacía, sin correspondencia con la cruda realidad. En la expresión del recordado
constitucionalista larense, Don Ambrosio Oropeza, “una Constitución inauténtica
o de papel”. Difícilmente dicho régimen pueda ser analizado de acuerdo con los
principios y metodologías de la Ciencia Política, la Economía, y el Derecho
Público, es menester auxiliarse con los conocimientos que brindan la
Criminología, la Psiquiatría y el Derecho Penal.
A ese
rasgo de ilegalidad se refiere el periodista Francisco Olivares en su columna
del diario El Universal “Puerta Franca”, en su edición del 18 /01/2003 (p 1-7),
“La vía violenta”: “Hasta hace unos meses Chávez se había mantenido en una
línea que bordeaba la legalidad, en una frontera esponjosa en la que sus
actuaciones se podían enmascarar: Aun violando las leyes y la Constitución se
enfrentó al “enemigo político” con discursos encadenados, tergiversando y
justificando su conducta fuera de la ley y camuflando las agresiones y
violaciones a los derechos humanos, en manos de terceros, aparentemente
inconexos con el gobierno. En las últimas semanas las sutilezas de los primeros
tiempos dieron paso a la confrontación abierta de manera violenta... Además de
los asesinatos, conocidos desde el 11 de abril, 4 de noviembre, 6 de diciembre
y 3 de enero, ya tenemos presos sin el debido proceso y desconociendo decisiones
de los tribunales competentes. Se han llevado adelante procesos militares que
contravienen al Máximo Tribunal de Justicia. Hay secuestrados y torturados por
la Disip. Como el caso del estudiante Jesús Soriano. Se han producido numerosos
casos de intoxicados con gases lacrimógenos no permitidos internacionalmente,
este tipo de gases ha sido utilizado también por civiles armados por el
Gobierno...la intervención de la Metropolitana, el robo del armamento y el
desmantelamiento del centro de inteligencia forman parte del “paquete” de
acciones al margen de la ley que ha protagonizado el Gobierno en los últimos
meses, con la idea de destruir a un
cuerpo policial que ha sido clave tanto en la identificación y recolección de
pruebas de los asesinatos de los grupos violentos como en la protección de las
grandes movilizaciones de los opositores”.
En cuatro años Chávez Frías y sus secuaces desmantelaron la obra de varias generaciones
de insignes venezolanos ( políticos, empresarios, académicos, gerentes públicos,
intelectuales, trabajadores, profesionales, técnicos), que desde 1908 hasta
1998, en ese lapso de 90 años, se dedicaron a organizar, modernizar,
profesionalizar, tecnificar, democratizar y descentralizar al Estado-nacional;
en pocas palabras, a institucionalizar la estructura del poder público a
pesar de las limitaciones históricas
provenientes del pasado caudillista, militarista y populista, las creencias y
prácticas expresivas del poder como atributo personal (carisma) del caudillo de
turno. Fue una ardua tarea histórica llena de enormes dificultades. Pasar de
la legitimidad carismática del poder o de su forma pre-estatal, a la
legitimidad institucional o su forma estatal, vale decir, el proyecto
articulado a realizar la “despersonalización” de la titularidad y ejercicio del
poder político, implicó luchar contra el pasado anárquico y disolvente del
siglo XIX, las tradiciones y costumbres políticas y el inconsciente colectivo
presto, ante las dificultades propias de cualquier sociedad, a buscar al líder
capaz de “salvar al país”.
Un pueblo que en lugar de confiar en las
instituciones se había acostumbrado a poner sus esperanzas en el “cesar
democrático”. Y como es lógico, un
pueblo preso en el círculo vicioso de la esperanza, la decepción y el rechazo.
Al decir de Delfín Aguilera en un lúcido ensayo escrito a principios del Siglo
XX “Venezuela 1900” ,
en el que describe los personajes claves de la vida política, social y
económica de la sociedad venezolana de la época, arrasada por las guerras civiles,
la pobreza y las enfermedades endémicas, el Presidente de la República es el
hombre que al conquistar el poder, bien por las armas o por las urnas, se
convierte en el personaje más aclamado, admirado y adulado del país, sobre él
convergen todas las miradas, en él se depositan todas las esperanzas mesiánicas para salvar y redimir
al pueblo del gobierno o del régimen anterior, pero que al poco tiempo y ante
la evidente imposibilidad para un hombre de resolver los males de la “Nación”,
se inicia la etapa del desencanto, y al final, cuando es derrotado en las urnas
o expulsado del poder por vía de las armas, es la persona más vituperada de la
nación, el culpable de las desgracias del país. Y dice este venezolano cuyos
huesos fueron a parar a la mazmorra de la Rotunda por orden de Cipriano Castro “el
Presidente de la República en Venezuela es la cloaca por donde desaguan las
inmundicias de la sociedad venezolana”.
De manera que ese proceso de institucionalización de la titularidad y
ejercicio del poder político y de las relaciones que se derivan del mismo, es
decir, las relaciones políticas o de poder, siempre estuvo amenazado por el
fantasma de la anticultura caudillista. Pero, no obstante los veintisiete años
de la autocracia gomecista y los diez años de la dictadura militar
perezjimenista, y aunque en esas etapas no podía hablarse de Estado democrático
de Derecho, hay acuerdo entre los historiadores, politólogos y juristas en que
el Estado como estructura institucional de fines, sistemas, procedimientos y
funciones prevaleció por encima de las actuaciones despóticas, arbitrarias,
autoritarias y autocráticas de ambos dictadores.
Pues bien, el actual régimen desarticuló esa
estructura institucional, destruyó los sistemas, funciones y procedimientos
institucionales creados y organizados a lo largo de 90 años: aquellos
asociados a la existencia del Estado, independientemente de su connotación
axiológica, autoritario o democrático de Derecho: el sistema de la
seguridad y defensa de la nación, el sistema policial o de seguridad ciudadana,
el sistema de la Hacienda Pública Nacional, el sistema presupuestario, de la contabilidad pública, del control de gastos e
ingresos, el sistema tributario, el sistema de obras y servicios públicos, el
sistema de personal o las normas sobre ingreso, ascenso y retiro de los
funcionarios públicos, el sistema de datos y estadísticas nacionales, el sistema
de planificación, el sistema de gobierno y administración pública, el sistema
económico. Y aquellos inherentes al Estado democrático y social de Derecho
de carácter constitucional: el sistema electoral para garantizar el
ejercicio de la soberanía popular (la legitimidad de origen de las autoridades
estatales), el sistema de la legalidad o el ejercicio de las potestades
públicas conforme a las normas establecidas en la Constitución y las leyes, el
sistema de la separación de poderes, en particular la autonomía e imparcialidad
del poder judicial, el respeto a los derechos humanos, el sistema de control
judicial de los actos de los poderes públicos, el sistema de obras y servicios
de naturaleza social ( viviendas, empleos, educación, salud, seguridad social),
el sistema de responsabilidad institucional y personal por el ejercicio del
poder público, el sistema parlamentario; en fin, el sistema jurídico como
garante de la legitimidad de los otros sistemas. Esos sistemas, funciones y
procedimientos sólo existen a escala formal, en el papel, y en la retórica del
régimen. En la práctica reina la pura
voluntad personal, arbitraria, autocrática del jefe de la banda de antisociales
que, lamentablemente, se apoderó del poder por medio del sufragio en un momento
de estupidez y ceguera colectivas”.
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