Militares y masacres del oro en Venezuela, Ibsen Martínez, elpais.es
LE
FALTÓ A IBSEN SEÑALAR LA PRESENCIA DE MÁS DE 30000 CUBANOS, ASÍ COMO
IRANÍES, SIRIOS, RUSOS, CHINOS APOYANDO A LA NARCODICTADURA MILITARISTA
COMUNISTA TERRORISTA QUE NO SÓLO DESTRUYÒ LA ECONOMÍA, LA SOCIEDAD, AL
ESTADO Y LA INSTITUCIONALIDAD DEMOCRÁTICA, QUE PERSIGUE, ENCARCELA,
TORTURA Y ASESINA A MIEMBROS DE LA RESISTENCIA, MATA DE HAMBRE AL
PUEBLO, PROVOCA LA HUÍDA DESPAVORIDA DE NUESTROS COMPATRIOTAS ANTE EL
AVANCE DEL HORROR, SINO QUE TAMBIÉN DESTRUYE EN FORMA IRREVERSIBLE EL
CORAZÓN ECOLÓGICO DE NUESTRO PAÍS. EN ESTE BLOG PUBLIQUÉ UN RECURSO CONTRA EL DECRETO
DEL ACTO MINERO DICTADO POR EL SÁTRAPA MADURO., OJALÁ TENGAN TIEMPO DE
LEER ALGUNOS DE LOS ARGUMENTOS ALEGADOS CONTRA ESE ACTO REPRESENTATIVO
DEL DESPRECIO DEL RÉGIMEN AL PAIS Y SU GENTE, EN ESE CONTEXTO NO
ENTIENDO CÓMO TODAVÍA SE RECHAZA LA POSIBILIDAD DE UNA INTERVENCIÓN
MILITAR.
Según varios observatorios de la actividad militar en el globo, tales
como la privada Red de Seguridad y Defensa de América Latina, las
fuerzas armadas venezolanas se estiman en unos 365.000 efectivos y más
de 1.000 generales en activo.
Con
una población calculada en 31 millones de habitantes, la proporción
entre generales y ciudadanos venezolanos es de un general por cada
31.000 personas decentes.
En marzo pasado, la organización no gubernamental Transparencia
Venezuela, integrante de una respetada red mundial de lucha contra la
corrupción, informó que de los 34 ministerios creados por la revolución
bolivariana desde 1999, los militares están al frente de 14 de ellos,
incluyendo Defensa, Interior, Petróleo y Minería, Agricultura y el
notoriamente inepto y corrupto ministerio de Alimentación. Un general
detenta la presidencia de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) y
otros seis las gobernaciones de los Estados más populosos de los 24 en
que, políticamente, se divide el país.
Siempre según cifras aportadas por Transparencia Venezuela, más de
11.000 miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana se hallan, de
una u otra forma, en posiciones de poder y, de acuerdo con Control
Ciudadano, otra ONG que escudriña el opaco mundo castrense venezolano,
la participación de los militares en el Gobierno alcanza ya un 43,7%.
Vistas esas cifras, la responsabilidad de los militares en el
desplome de la economía que ha precipitado la tragedia humanitaria
venezolana es, pues, indiscutible. Su hegemonía en todos los ámbitos de
gestión pública susceptibles de ser saqueados con ya probada absoluta
impunidad se acrecentó con la creación, en 2016, del llamado Arco Minero
del Orinoco (AMO).
La propaganda bolivariana describe al AMO como una zona de desarrollo
estratégico destinado a “romper con el rentismo petrolero”. Nicolás
Maduro anunció, al crear el AMO, la participación de 135 compañías
internacionales.
El AMO abarca un área de 111.843,70 kilómetros cuadrados, es decir,
el 12,2 % del territorio venezolano, más del doble de lo que ocupa la
faja petrolífera del Orinoco. Se extiende al sur del gran río, desde el
norte del Estado Bolívar hacia el noreste del Estado Amazonas y parte
del Estado Delta Amacuro. La región se corresponde groseramente con la
del mítico reino de El Dorado que obsesionó a Sir Walter Raleigh en sus
exploraciones, a fines del siglo XVI. Diversas fuentes estiman las
reservas mineras del AMO en unas 7.000 toneladas de oro, cobre,
diamantes, hierro, bauxita y el invalorable coltán. Inmediatamente
después de su creación, comenzaron las matanzas de civiles dedicados a
la minería ilegal.
Entre enero y septiembre de 2017, la prensa regional registró hasta
61 mineros informales asesinados en cinco municipios del Estado Bolívar.
El portal Insight Crime logró atribuir, sin lugar a dudas, 40 de esas
muertes a las fuerzas militares venezolanas.
La escalada de violencia criminal asociada a la minería había
comenzado en marzo de 2016, con la desaparición y ejecución de 28
mineros venezolanos en Tumeremo, municipio aurífero donde, hace dos
semanas, volvió a registrarse una matanza con saldo de al menos 7
víctimas.
Lugareños y diputados de la región ante la Asamblea Nacional dicen
que los asesinatos sugieren una operación de exterminio de la minería
informal presuntamente exigido por las transnacionales del oro atraídas
por Maduro. Esta vez, lo acontecido en Tumeremo dejó ver que la bárbara
lucha por el control de las minas incorpora nuevos actores amados.
Uno de ellos son los llamados trenes, aguerridas bandas criminales
comandadas por líderes, a su vez llamados pranes, salidos todos de las
dantescas cárceles venezolanas y luego cooptados por generales de la
Guardia Nacional, la aborrecida policía militarizada. El otro bando en
pugna es el inefable ELN (Ejército Nacional de Liberación) colombiano,
obrando como subcontratista de los generales de la Fuerza Armada
Nacional Bolivariana. Pranes y elenos actuarían como agentes de
retención del diezmo que los generales venezolanos cobran a los mineros
ilegales.
La codicia homicida de este paralelogramo de fuerzas deja ver el
grado de envilecimiento moral del sector militar venezolano, el único
sostén real de la dictadura de Nicolás Maduro.
Que aún haya opositores demócratas que lo esperen todo de mitológicos
militares restauradores de la democracia civil y regeneradores de la
moral pública es el más terco resabio del militarismo hondamente
arraigado en el alma venezolana desde 1830.
@ibsenmartinez
El referido Decreto, aunque no lo exprese en su
motivación, se basa en el anacrónico concepto de la soberanía estatal ilimitada
sobre los recursos naturales y bienes ambientales en general existentes en el
territorio nacional, sin considerar la declaración principista del Preámbulo de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) que califica al
equilibrio ecológico y los bienes jurídico
ambientales del territorio nacional como “patrimonio
común e irrenunciable de la humanidad”, de manera que esa declaración
compromete la responsabilidad del Estado venezolano (poder constituido)
respecto de la utilización que lleve a cabo o autorice sobre unos bienes que el
propio poder constituyente originario ha considerado como un patrimonio común
no sólo de los venezolanos de las actuales y futuras generaciones (Art, 127
CRBV), es decir, de la nación venezolana, sino de la humanidad en su conjunto.
El constituyente ha plasmado así una filosofía
jurídico-ambiental que se funda en el concepto, de indubitable fuerza
científica, del carácter holístico o sistémico de los bienes, factores,
recursos y procesos que conforman la litosfera, la hidrosfera y la atmósfera,
vale decir, la biosfera o envoltorio de la vida. Y es que la experiencia ya ha
demostrado hasta la saciedad como los efectos degradantes de determinadas
actividades sobre tales bienes frágiles e insustituibles para garantizar todas
las formas de vida no se limitan a las fronteras del territorio del Estado
donde se han ejecutado esas actividades, sino que también se extienden a otros
Estados, como por ejemplo la degradación del ecosistema marino del Golfo de
México causado por la negligencia de la Bristh Petroleum Company (2010) o la
contaminación radioactiva el accidente nuclear de la central de Chernóbil en
Rusia.
En
ese sentido pues, ni la soberanía estatal ni el derecho de propiedad privada
son títulos jurídicos que legitimen el uso antiecológico de los bienes
ambientales de dominio público o de apropiación privada. Los términos del
Decreto que estamos impugnando, dada su generalidad y la ausencia de referencia
a la protección del ambiente como uno de los valores superiores del
ordenamiento jurídico-positivo que vincula la actuación de todos los poderes
constituidos por mandato del constituyente, al pretender autorizar la
explotación de minerales como el oro y el diamante en una extensión territorial
equivalente al territorio de Bélgica y
en la que existe una riqueza ecológica frágil e insustituible, constituye una
amenaza cierta e inminente a ese invaluable patrimonio colectivo, ya que no es
secreto para nadie que la explotación de esos minerales es una de las más
drásticas actividades susceptibles de dañar irreversiblemente bienes
ambientales como las aguas, los suelos, los bosques, las especies vivas, la
biodiversidad, los paisajes, el clima y en especial el sistema de áreas
protegidas bajo régimen de administración especial existentes en tan vasto
territorio. Podríamos decir si exageración alguna que de llevarse a cabo ese
despropósito ecológico y ambiental se estaría hiriendo de muerte el corazón de
la patria, la región donde se encuentra el 80% de las reservas de agua dulce
del país.
Por
otra parte, en la motivación del Decreto se alude al “Ecosocialismo”, concepto
que no figura en ninguno de los artículos que integran la “Cláusula Ambiental
de la CRBV”, como tampoco de la Ley Orgánica del Ambiente en su carácter de ley
fundamental del subsistema jurídico ambiental, es decir, que carece de
relevancia jurídica, y de un significado preciso en materia de gestión
ambiental integral, a lo sumo se trata de una referencia ideológica que no
puede sustentar política pública alguna en esta compleja materia al menos
mientras se halle en vigencia la Constitución de 1999, así como los tratados
suscritos por la República en la temática ambiental (Extracto del recurso de nulidad contra el Decreto del Arco Minero, Henrique Meier)
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