Recuerdos del Puerto Cabello de mi infancia



Extracto del libro “La Tierra mítica de la infancia”

1

El mar

                                        
Voy a ser reiterativo, no me importa, es harto difícil no incurrir en lugares comunes, frases dichas por otros, -no soy el único a quien el mar lo haya llenado de asombro-, pero este es mi testimonio.

“Ya no volveré a pisar tus sagradas playas
donde yace mi cuerpo de niño.
Oh Zante mía, que te reflejas en las ondas
del griego mar donde la virgen ha nacido”

Ugo Foscolo

“Yo soy un hombre de mar, para quien los puertos apenas fueron transitorio pretexto de amores efímeros y riñas de burdel, yo que siento todavía en mis huesos el mecerse de la gavia a cuyo extremo más alto subía para mirar el horizonte y anunciar las tormentas, las costas a la vista, las manadas de ballenas y los cardúmenes vertiginosos que se acercaban como un pueblo ebrio…”

Álvaro Mutis

El misterioso e insondable mar, recuerdo haberlo visto por primera vez de la mano de mi madre. Tendría unos 4 años, y pude percibir el verdiazul de sus aguas desde la Plaza Flores. Aunque nací en mi añorado Puerto, al año de mi aterrizaje en esta maravilloso Planta asolado por el afán de destrucción de la especie humana, la familia se mudó al caserío de San Esteban como lo relato más adelante. Cuando papá nos llevaba a la casa de los abuelos escuchaba el sonido de la bocina de los barcos en los muelles, el olor del salitre se grabó en la memoria de mis pulmones. ¡Ah, mi querido Puerto!, quizás ya no volveré a mirar el mar desde la Plaza Flores donde aprecié ese milagro cuando aún mi alma no había sufrido las progresivas decepciones al ir descubriendo la realidad del mundo. El escritor español Jorge M Reverte en un aburrido libro sobre su infancia (un niño bueno y obediente, en las antípodas de lo que fui en mi infancia) se refiere al mar en términos parecidos a los míos: “…y cogido de la mano de mi prima María Celi, conocí el mar. No sé si María Celi recordará el apretón. Yo sí porque no recuerdo haber dado uno más fuerte en toda mi vida. Estábamos en la playa de San Juan, en el centro de Alicante. Vi el mar cogido de la mano de mi prima. Y al contemplarlo por primera vez se me acabaron las palabras”[1].


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www.trover.com, playa de Patanemo, Borburata, Puerto Cabello.

Dediqué unos sencillos versos a la memoria de mis abuelos maternos y paternos: “Oler el salitre, escuchar las olas golpeando las rocas en el malecón, el rugir de los barcos en el muelle, y el mar, el insondable y misterioso mar…”[2]. He aquí otro que encontré escrito en una página en blanco al final del ejemplar de libro de Saramago “La Balsa de Piedra” que leí en 1999:

“Mar

De solo contemplarte
Impasible mar
Bravío o sereno
De poniente a levante
Comprendo la insignificancia del hombre
Eres el mismo desde antes del inicio de los tiempos
No tienes historia
-estás simplemente-
Hasta que un meteorito
Parta la tierra,
El sol seque tus aguas
La estupidez y codicia humanas
Te conviertan en un inmenso pantano pestilente
El Planeta desaparezca
Tragado por uno de esos huecos negros
Del universo”.

A los seis años me zabullía en compañía de “limpiabotas” en las sucias aguas del área de los muelles para atrapar, antes que llegaran al fondo, las monedas que degenerados marineros lanzaban desde la proa de los barcos allí fondeados, al tiempo que varios tiburones se abalanzaban sobre los desperdicios de comida que esos mismos marineros botaban al mar con la intención de disfrutar del espectáculo de unos niños despedazados por los míticos depredadores marinos. En mi inocencia no comprendía la maliciosa intención de esos hombres: los desperdicios atraían a los tiburones, las monedas a esos pobres niños de la calle, no sé si ocurrió alguna desgracia tan deseada por aquellos hijos de puta catires (rubios: alemanes, holandeses). Un día, luego del acostumbrado juego de metras y trompo con los limpiabotas en la Plaza, mamá me sorprendió cuando me disponía a sumergirme en esas peligrosas aguas y me condujo furiosa hasta la casa de los abuelos. Reprimenda y varios correazos en mis piernas. Así terminó mi riesgosa aventura. Pescábamos desde la Plazoleta “La Independencia” limítrofe con ese mar de profundas aguas. “Popoyo”, mi hermano, llegó eufórico una tarde con un sábalo de regular tamaño, lo había ayudado un hombre a controlar al pez y sacarlo del mar, no puedo olvidar la alegría de su rostro, una hazaña para un niño de 10 años. No quería que María Penso lo escamara y lo preparara para comérnoslo, en la cocina no dejaba de mirarlo, no podía creer que él hubiese podido pescar aquel pez, “todavía no, todavía no, quiero verlo un rato más entero ¿dónde está Papaviejo?, quiero que lo vea”. Hubo que esperar al abuelo, un gran “mamador de gallo” (bromista) “¿Tú pescaste este sábalo?, no lo creo, ¿no será que tu mamá te dio unos reales y se lo compraste a un pescador?, y Popoyo “No abuelo, te lo juro, fui yo, pero me ayudó un señor”. Y el abuelo riéndose “hay que llamar al periódico para que le tomen foto y reseñen la noticia, Popoyo te graduaste de pescador”.

Contigua a la casa de los abuelos, en una con un hermoso y alto balcón estilo colonial cuyas maderas relucían, residía  con su esposa un señor de origen francés de apellido “Monfils” (lo pronunciaba bien “Monfis”)  un gigante, una estatura superior a los 2 metros (según mamá), cuando lo encontraba al entrar o salir de su casa le preguntaba “señor Monfis ¿cómo está la temperatura allá arriba?, porque aquí abajo hace mucho calor”, y el gigantón se reía de un carajito de 6 0 7 años, no le llegaba a la cintura, que sin asomo de timidez le hacía esa broma inocente. Desde la puerta de la casa de los abuelos se divisaba el “Castillo Libertador”. Contaba mamá que, durante la dictadura de Juan Vicente Gómez, ella jovencita, sufría mirando a los estudiantes presos que los traían en lanchas desde el Castillo, cárcel política en ese tiempo, para llevarlos a construir carreteras; flacos y ojerosos subían a los camiones con sus pesados grilletes en sus tobillos. Allí estuvieron presos disidentes de la oprobiosa dictadura, tales como José Manuel “Mocho” Hernández, el escritor José Rafael Pocaterra, el general José Rafael Gabaldón, Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt, Andrés Eloy Blanco, el poeta Pío Tamayo, el escultor Alejandro Colina, miembros de la gloriosa “Generación del 28”[3]. Andrés Eloy, nuestro poeta popular, escribió su obra lírica “Barco de piedra” en el tiempo de su reclusión en esa mazmorra, el título de su poemario evoca la forma alargada, cual barco, del Castillo. Un poema de Andrés Eloy[4] sobre el mar:

 “Siempre es el mar donde mejor se quiere, fue siempre el mar donde mejor te quise; al amor, como al mar, no hay quien lo alise, ni al mar, como al amor, quien lo modere. No hay quien como la mar familiarice, ni quien como la ola persevere, ni el que más diga en lo que vive y muere, nos dice más que lo que el mar nos dice. Vamos de nuevo al mar; quiero encontrarte en la hora más azul para besarte, y el lugar más allá para quererte, donde el agua es al par agua y abismo, en la alta mar, en donde el aire mismo, se da un aire al amor y otro a la muerte”.  

No hay que olvidar que el poeta (1897-1955) nació en la histórica ciudad costeña de Cumaná, murió en el exilio, en México, atropellado por un automóvil, y perdimos a ese gran bardo que tal vez hubiese podido legarnos más poemas.

Otro poema acuático del poeta cumanés:

Invocación al dios de las aguas
Dios submarino, Dios lacustre, Dios fluvial,
uno en el tritón y en la garza
y en la dulce corbeta y el áspero crucero,
Dios del agua, Señor de la Casa de Cristal,
Dios Marinero.
Expresión de agua de tus mil expresiones,
río tendido de Vulturno a Cristo,
Vuelo del ibis que cruza
del mascarón de Argos
al mastelero de la Santa María, Dios argonauta,
que tiendes a las manos de la Armonía
el río de tu música, largo, como una flauta.
Dios infuso en el lago blanco de la nube
alinderada de azul,
Dios de espuma en el crespo del corderillo,
Dios tormentoso en la melena del león,
Dios zahorí, estancado en la pupila del tigre,
Dios del río de estrellas que de Oriente a Occidente
cruza de noche el cielo,
Dios del agua combatiente
en el crinado Niágara y el sospechoso Dardanelos:
Tiende la diestra, donde nace el Río
y la zurda, donde desemboca
-en un cristalino arco de Brahma-
tiende el ánfora de las manos,
Señor del Agua, Viejo Comandante,
hacia los manantiales sonoros,
hacia el tibio remanso
del Orinoco de agua beligerante
brotado de tus sienes, sudado de tus poros
en el sábado de tu primer descanso!”

Y en este, “La renuncia”, el bardo cumanés no deja de evocar al mar, quizás como en mi caso quedó deslumbrado al mirar con sus ojos de niño a ese prodigio:

“He renunciado a ti. No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella...
hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba...
He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;
Como el que ve partir grandes navíos
con rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos bríos
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
Como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.
He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia; como esos granujillas otoñales, con los ojos estáticos y las manos vacías, que empañan su renuncia, soplando los cristales en los escaparates de las confiterías...He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, ¡cuántas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño”.

En la foto puede apreciarse la forma alargada cual barco del Castillo en referencia. Dicho Castillo conocido también como San Felipe es una obra de arquitectura militar localizada en la base naval Agustín Armario.




La realización fue propuesta por el Gobernador de la Provincia de Venezuela, Don Lope Carrillo de Andrade Sotomayor y Pimentel en 1729. Fue construido en el período comprendido entre 1732 y 1741 en honor al Rey de España Felipe V de Borbón. Su objetivo principal era proteger al puerto y las mercancías de la Real Compañía Guipuzcoana[5], que se benefició por muchos años del monopolio comercial entre Venezuela y España. Era la época de la piratería y las pugnas entre España, Holanda, Francia e Inglaterra por el dominio de los mares. Este castillo sirvió como refugio de la ciudad en el período colonial y junto al Fortín Solano formaba parte de un complejo sistema de fortificaciones similar, aunque a menor escala, al de Cartagena de Indias en Colombia.

Parado en la Plazoleta La Independencia miraba el Castillo y en mi febril fantasía infantil pensaba cuanto tardaría nadando hasta ese sitio, una loca idea que, por más imprudente que era a esa edad, nunca lo hubiera intentado, el mar en esa zona era un hábitat ideal para los tiburones, por lo que antes relaté respecto de los desperdicios de comida arrojados desde los barcos fondeados en los cercanos muelles, aparte de la lección que recibí de mamá para disuadirme de volver a lanzarme a esas peligrosas aguas. Nada como mirar el mar, puedo pasar horas simplemente oteando el horizonte, sentado en una playa, miro y miro, escucho el rumor de las olas, me produce paz, armonía, son momentos de sosiego espiritual. Prefiero las horas de la mañana o el atardecer, porque con ese sol ardiente del Caribe no hay manera de disfrutar ese prodigio de la naturaleza.

En diciembre de 1999 ocurrió un fenómeno ecológico en el Litoral Central (Estado Vargas), un “deslave” causado por más de dos semanas de precipitaciones ininterrumpidas (quién sabe si fue una manifestación del “cambio climático”). El agua desbordó los cauces de varias quebradas en Los Corales y otros barrios y poblados. Desde el cerro El Ávila que separa a Caracas del Litoral, se produjeron deslizamientos de tierra y enormes peñascos se desprendieron de la montaña llevándose a su paso viviendas y vidas, nunca se supo el número de víctimas. Y mientras esa catástrofe ocurría, el recién electo Presidente de esta desgraciada “República”, Hugo Chávez Frías, no suspendió el referendo convocado el 15 de ese mes para “legitimar” la nueva Constitución política, le importó un carajo esa desgracia, desapareció tres días (parece que fue a Cuba a recibir instrucciones de su jefe y mentor Fidel Castro), utilizó la expresión supuestamente dicha por Simón Bolívar en medio del desastre del terremoto de Caracas de 1812 (se había declarado la independencia de España en 1810) como respuesta a un clérigo que desde el púlpito de la Iglesia de San Francisco afirmó que tal tragedia era castigo de Dios por el pecado cometido contra la madre patria. Dícese que el Libertador en medio de las ruinas de aquella Caracas pronunció estas palabras “Si la naturaleza se opone (a la independencia) lucharemos contra ella”. Durante meses no pude volver al Litoral, a un pequeño apartamento adquirido en 1995. Dediqué a un buen amigo residente de la zona, que falleció hace más de 10 años, este poema:

“Caraballeda

A la memoria de Gumersindo Villasana

Nos separa
La montaña
Que en ese
Fatídico diciembre
Arrojó lodo
Rocas
Cadáveres
En tus aguas
Como a una amante
Imprescindible
Necesito mirar tú
Inquieto cuerpo
Iluminado
De sol
Calmar mis triviales
Desdichas de hombre
En tu misteriosa
Presencia…”

Esa tragedia me motivó escribir, en medio del dolor y el llanto otro poema:

Tigre cósmico

La montaña de agua
Rugió cual tigre cósmico
Y la tierra descendió del cielo
Bestia milenaria
Atroz, indiferente,
Y todo ese quehacer
Ese amor, ese dolor,
Ese precario vivir
Que somos los humanos
Desapareció en un torbellino
De lodo, piedras, gritos,
Apenas unas manos alzadas
Antes de hundirse en la nada,
Caraballeda
Ahora eres costa desierta
Frente a un mar apacible
Los perros desconcertados ladran
Al rumor de las olas
al batir de las alas
de las aves de la muerte
Y es inútil
inculpar a un Dios iracundo
a la naturaleza despiadada
y ofendida,
es el misterio de estar aquí
sin saber porqué
ni para qué
perplejos inquilinos
de un planeta
que no nos necesita”

1° de enero del 2000 (inicio de un nuevo milenio y siglo).

Antes de esa catástrofe ecológica de fatales consecuencias humanas (se desconoce el número de personas que perdieron la vida esos días, lo cierto es que el tejido social de las poblaciones del Litoral Central quedó profundamente afectado), solía pasar fines de semana con mi primera esposa, Marlen (mi querida “negra”) y mi hijo menor (Ricardo Enrique) en el apartamento al que ya me referí. Disfrutaba de caminatas a la orilla del mar, respirando el aire marino, mirando el horizonte.

“Pertenezco a la raza de los inquietos/la que sigue con los ojos el tren que va pasando y suspira de nostalgia por el viaje que no hará/la que no puede dejar de asombrar el vuelo de los pájaros cruzando el cielo/sin sentir un ansia de alciónico vuelo/la que al perderse el barco en el horizonte/sufre la dulce tristeza de la lejanía”[6].

Deseo vivir lo que me resta de tiempo cerca del mar, no importa que no sea en la costa donde nací, ya se me agotó la patria, cualquier país, con tal que pueda mirar el mar, y si hay barcos mejor, un puerto, mi sueño, (quizás no se cumpla) es residir en una vivienda con vista al mar, que desde mi habitación, un balcón, pueda escuchar su sonido, es música para mis oídos, sentir la brisa marina en mi rostro, poder observar embarcaciones navegando, eso me llenaría de alegría, de euforia, me sentiría feliz, feliz de verdad, pues ya no aspiro a nada más, eso sí, con mi amada, tomados de la mano, brindando si es posible con unas copas de vino, quedarnos quietos sin hablar, sintiendo la vida, sabiendo que se esfuma. Y como no he podido realizar ese sueño, Mary localizó en el internet un audio que imita el rumor del mar, todas estas noches desde julio del 2018 (hoy es 1 de octubre) ubica dicho audio en el celular (móvil) y así nos dormimos escuchando ese dulce rumor, la voz de Dios, al igual que el sonido de la lluvia, y el de las aguas que descienden en un arroyo de montaña. Desde que concilio el sueño oyendo como las olas bañan una playa que imagino cálida alumbrada por la luz lunar, las pesadillas han desaparecido.


Resultado de imagen de tragedia de vargas venezuela

medium.com, foto deslave en 1999.


 Ahora que el sol me da en la espalda, mi única patria es mi amada, en Venezuela salvo mi madre, mi abuela, tal vez mis hermanos y unos cuantos amigos, fui muy mal querido, no he sido el único, por ese digo con el poeta HAT (Harold Alvarado Tenorio): “No pierdas el tiempo buscando la patria. El dinero no la requiere y la lengua es usura. La patria es el habla que heredaste y las pobres historias que conserva”. Y se está haciendo realidad mi deseo, ahora aquí en Alicante, España, puedo mirar el mar libre de zozobras, pero no de añoranzas, es imposible que olvide ese tiempo mágico de mi infancia y adolescencia en la “Tierra mítica de mi infancia”, parte de mi alma quedó atrapada en esos días maravillosos, una y otra vez regresan a la memoria instantes, rostros, paisajes, de manera espontánea, y aunque quisiera borrar completamente esa parte de mi pasado, no podría, sólo con la pérdida de la memoria, pido a Dios que me la preserve hasta el final, o hasta el inevitable fin de mi vida, desaparecerían esos recuerdos.


https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/9/9f/Playa_de_San_Juan%2C_Alicante.jpg/245px-Playa_de_San_Juan%2C_Alicante.jpg



 Otro poema inédito en el que aludo al mar:

“¿Soy?

Soy un nombre escrito en la arena
De una playa desconocida que las
Olas borran
Soy la sombra de un gorrión
Que vuela sin rumbo
En el atardecer
Soy hoja que cae
al soplo del viento
En anónima mañana
Soy estos huesos
Que pronto serán
Polvo en el polvo
Soy estos sentimientos
Que me estremecen
Estos malos versos condenados
A desaparecer
Entre los escombros de mi vida
Soy como todo hombre
Potencia de muerte
Potencia de olvido…”

Y este:

“Amanezco
Con esa borrasca
Exceso de tragos
De la noche anterior
Abro los ojos
A mi lado mi amada
Duerme plácidamente
Mareado no me atrevo
A poner pie en tierra
Cual barco a la deriva
Lejos de un puerto seguro
Naufrago en un mar de dudas
He soñado que mi cuerpo
Estallaba en pedazos
Dispersándose en el hueco negro
Del infinito
Hago enorme esfuerzo
Para reconstruirme
Yo, un hombre con nombre y apellido
Y una historia que comienza
A borrarse en la frágil memoria…”

Un poema de William Carlos Williams[7]

“¡El mar! ¡El mar!
Siempre,
cuando pienso en el mar,
me viene a la cabeza
la Ilíada
y la falta pública de Helena
que la engendró.
De no ser por eso
no hubiera habido
poema, y el mundo,
si recordara
unos pétalos carmín
dispersos entre las piedras,
habría dicho sencillamente:
asesinato.
La orquídea sexual que entonces floreció
y que mandó a tantos
apáticos
a la tumba,
legó su memoria
a una raza de tontos
o de héroes
si el silencio es virtud.
Solo el mar
con su multiplicidad
mantiene alguna esperanza”[8].

No quiero en este nuevo amanecer de un día más sobre la Tierra (hoy sábado 7 de abril de 2017) escuchar esa voz superficial que me hace sentir desgraciado, perdido en la incertidumbre, sino esa otra que viene desde lo más profundo del misterio, y que me dice “Ríete, pendejo, ríete de ti mismo, no te tomes tan en serio, el tiempo se te agota”. Sé que se agota, ese indetenible fluir, y no obstante cuesta tanto callar a esa voz superficial del hombre nervioso, del hombre de los tiempos modernos, tan diferente de la voz profunda del hombre antiguo, el que conocía sin palabras, el deslumbrado por las fuerzas del cosmos. Todos, en lo más profundo, participamos de ese conocimiento “silencioso”, lo sabemos por los sueños, en especial los “cósmicos”, no los sueños “basura”. ¿Cómo desoír la voz del mundo, la voz de la cultura? Es verdaderamente un prodigio poder liberarse, así sea por momentos, de esa voz impuesta por la sociedad y la cultura del tiempo de nuestro ciclo vital y acceder a las profundidades de la insondable alma. Intuimos que existe, que está en algún lugar de nuestro ser, la hemos escuchado alguna vez o varias, sin saber de dónde viene, nos ha sorprendido y confundido. Hay quienes la identifican con la voz de Dios, pues si hemos sido hechos a su imagen y semejanza, prescindiendo de las hipótesis científicas sobre el origen de la Tierra y del hombre (el Bing-Bang y la evolución según Darwin, o la creación según el Génesis), Él estaría dentro de nosotros bajo el impulso de Eros, del Amor, así como el príncipe de las tinieblas, en la voz de Tanatos, del Mal, no me atrevo ni a afirmar ni negar esa versión, lo que sí creo es en esa voz extraña y misteriosa que nos susurra que tengamos paz, que no nos inquietemos por nada, que seamos testigos impasibles de los prodigios de la naturaleza. Carezco de la supuesta seguridad expresada por algunos reconocidos intelectuales, hombres que no abrigan duda alguna acerca de la vida, la naturaleza, el cosmos, el tiempo, la eternidad, no los inquieta el misterio de estar aquí por breve tiempo, ni se preguntan que nos espera al morir, pues para esos arrogantes mortales la ciencia tiene las respuestas a cualquier incertidumbre. Tal es el caso de Steven Pinker:

Hace mucho tiempo que Steven Pinker (Montreal, 1954) mató a Dios. Fue en Canadá, al entrar en la adolescencia y descubrir que no lo necesitaba para nada. “Cuando empecé a pensar en el mundo, no le encontré sitio y me di cuenta de que no me servía ni siquiera como hipótesis”, explica. Arrancó entonces un idilio con la ciencia que 50 años después no ha dejado de crecer. Considerado uno de los psicólogos cognitivos más brillantes del planeta, sus trabajos académicos, centrados en el binomio lenguaje-mente, y sus obras de divulgación, como La tabla rasa (2002) y Los ángeles que llevamos dentro (2011), han roto tantos moldes que muchos le ven como un adelantado de la filosofía del futuro. No es una descripción que le agrade a Pinker, pero es imposible sustraerse a ella al repasar su obra. Cada uno de sus libros ha generado ondas sísmicas de largo alcance. Debates globales en los que este catedrático de Harvard, firme defensor de las bases genéticas de la conducta, nunca ha rehuido el cuerpo a cuerpo y que le han valido la fama de dialéctico invencible. Desde esa altura, vuelve ahora a la carga con una obra mayor. Un trabajo que ha cosechado el aplauso internacional y que Bill Gates ha definido como su “libro favorito de todos los tiempos”[9].

Y, yo simple mortal, desde ras de tierra y lleno de dudas, he vivido con esa dialéctica, la dualidad eros-tanatos y otras que conforman la complejidad y el misterio de la existencia: vida-muerte, luz-sombra, fe-duda, verdad-mentira, amor-desamor, alegría-tristeza, euforia-depresión, certeza-incertidumbre, fortaleza-debilidad, ánimo-desánimo, esas tendencias se han estado disputando mi alma desde que dejé la adolescencia, lo expreso en este poema:

“Atardece,
El cielo estalla
En colores,
El viento susurra
Entre los árboles
El enigma de esta hora,
Admira esa maravilla
La montaña trajeada de dorado
Por los últimos rayos del sol
Abandónate a esas antiguas
Y misteriosas fuerzas,
Vacía tu corazón
De congoja
Expulsa esa angustia
Que te corroe dentro
Libera tu alma
De pesadumbres…”

¿Podré hacerlo en el tiempo que me quede?, ¿será un asunto de estricta voluntad, de proponerse y vaciar el alma de angustias, desasosiegos y pesadumbres? Eso quisiera, más no creo que pueda liberarme, así como así, de esos estados de ánimo que en parte sabotean mi alegría de vivir, vienen solos, no crean que disfruto con ello. A menos que seas un ser absolutamente frío, carente de sentimientos, ¿los hay?, los expertos dicen que la psicopatía se caracteriza por ese rasgo; el prototipo del asesino serial (usualmente son hombres) se comporta de manera normal, convencional, lo que impide que se prendan las alarmas por parte de su entorno social, no muestran signos de peligrosidad, y no obstante, son capaces de asesinar una y otra vez sin mostrar el menor arrepentimiento. Cuando los descubren y los interrogan hablan de la forma como seleccionaron a sus víctimas y las asesinaron como si estuviesen describiendo una receta de cocina. Matan sin motivo especial alguno, por morbo, por el placer de mirar cómo se apaga la vida en los ojos de su víctima, en ese momento quizás disfrutan el orgasmo del poder, sentirse único y especial al quitarle el mayor bien que posee cualquier persona: su vida.


La Plazoleta La Independencia. Allí me zambullía con los limpiabotas y pescábamos, a la derecha la cúpula el “hotel de los Baños”, y el bar en la planta baja donde bebían los marineros hasta caer borrachos, algunos cayeron al mar y se convirtieron en comida del “Capitán del Puerto” según me relató mamá, a la izquierda la arboleda de la Plaza Flores”. https://www.google.co.ve/search?q=la+plazoleta,+puerto+cabello,+fotosHYPERLINK "https://www.google.co.ve/search?q=la+plazoleta,+puerto+cabello,+fotos&"&. Luís González. Foto 6 “Rumor del mar un beso en su arena acariciada-Amor, la gaviota su azulada libertad entrega al horizonte, unas olas van y vienen, espumosa respuesta a los oídos de las caracolas”. Odiseo Elytis.


Acerca de Puerto Cabello y la diversidad de especies marinas, mamá me relató la historia del “Capitán del Puerto”, un enorme “mero guasa” [10]que tenía como hábitat el espacio marino ubicado debajo de la Plazoleta La independencia. Las profundas aguas le permitían esconderse en esa especie de cueva y alimentarse de los desgraciados marineros que viernes y sábados, borrachos como cubas, perdían el equilibrio al tratar de subirse a las lanchas que los trasladarían a sus barcos fondeados en las proximidades de los muelles. Al caer se escuchaban gritos de horror, luego aparecían flotando las gorras. Cuando al fin le dieron caza, al abrirlo en canal encontraron huesos de manos, piernas, cráneos, botellas, latas, y hasta zapatos. Suerte tuvo el primo “Monchi”, medio patuleco él, al caer en tan peligrosas aguas mientras patinaba en La Plazoleta con el riesgo de ahogarse por el peso de los patines, o de servir de alimento al “Capitán del Puerto”. Por esas cosas del destino o de Dios, una lancha que se acercaba pudo rescatarlo de su inminente muerte no más comenzó a hundirse, no era su hora.


Obsérvese el tamaño del mero guasa, y no es de los más grandes como el pescado en Isla Larga, Puerto Cabello, el barbudo podría ser alimento para el enorme pez de 122 kilos, y 1,80 de longitud pescado el 22 de enero de 2015 por Rosalbo Azuaje y Pablo Moccó, según la reseña del diario Notitarde. Foto 7.



La más espléndida y gratificante visión del mar la aprecié cuando ingresé al primer grado en el colegio La Salle de Puerto Cabello ubicado en la Calle Anzoátegui frente al mar. Tenía dicho Colegio un amplio patio de cemento, y al salir de clases a la hora del recreo matutino, podíamos mirar el horizonte marino surcado por barcos y a veces delfines jugueteando en las hermosas aguas plateadas por el sol matutino. A cada instante miraba el reloj de pared del aula pendiente de la hora y del timbrazo para salir corriendo a otear esa maravilla. Como cualquier niño, a excepción de los genios, a esa edad no me interesaba para nada el estudio, lo mío era jugar, correr, bañarme en el mar, en el río mítico de mi infancia, joder a adultos y niños. Y tenía 7 años, no existían ni guarderías, ni preescolares. Esos carajitos de apenas 3 años que las madres despiertan a las 6 AM para que asistan al pre-kindergarten, - aclaro, los niños de la clase media y de los ricos, - y los párvulos medio dormidos con sus loncheras, disciplinados a esa edad en la que deberían dedicarse a jugar a tiempo completo, les cortan las alas. Se me dirá que juegan en el aula con otros niños, sí, pero supervisados por las maestras, ellas son las que dirigen sus juegos, también se me podría decir que es lo recomendable desde el punto de vista pedagógico; sin embargo, sigo creyendo que a los niños hay que darles libertad para que desarrollen su imaginación, dejarlos que inventen sus propios juegos. La pedagogía contemporánea, - y que me perdonen los pedagogos -es la pedagogía de la mutilación del alma-. Generaciones con jorobas espirituales, hombres y mujeres incapacitados para entender la poesía inmanente en la naturaleza, la magia de la vida, en medio de las desgracias y horrores de la humanidad. Sin embargo, reconozco que los cambios producidos en el estilo de vida de este tiempo, el hecho de que muchas madres trabajen en la calle (las madres solteras, las divorciadas sin parejas) o cuando ambos: padre y madre, laboran fuera de los hogares, obliga enviar los infantes a las guarderías y el preescolar.

Por cierto, disponía el Colegio de una piscina consistente en un hueco rectangular abierto entre los muros de la edificación, que las aguas llenaban al subir la marea. La extraña “piscina” se hallaba protegida por una malla de acero para impedir la entrada de tiburones, manta rayas, morenas y otros peligrosos especímenes de la fauna marina. Al mediodía se autorizaba el uso de la singular piscina. En mi locura infantil desobedecía la regla de no lanzarse a mar abierto, lo que me valió reprimendas y castigos por parte del director del Colegio. Sentado en aula de clase sentía que perdía mi libertad:

“Libertad condicional

Te encerraron en un aula
Ocho a doce/dos a cuatro
Afuera el sol/las playas/la calle
Afuera la vida te llamaba
La libertad te gritaba
Querían hacerte hombre de bien
-Tú que tan sólo vivir querías-”[11].

Recurro a la palabra poética para recordar el Puerto Cabello de mi infancia:

Salgo de la casa y corro
Hacia el muelle
Estás allí no te has ido
Mar.…Mar.…Mar
Soy pez en tus profundidades
Delfines que saltan en sus
Juegos matinales
Barca que acarician
Tus aguas caribes
Aves marinas
Manchas blancas
En
       El
                Azul
                         Estremecido
                                              Del
                                                                                    Horizonte...

Sí, el Puerto Cabello de mi infancia, tierra mítica a la que vuelvo en mis sueños y nostalgia, una y otra vez:

“Volví a soñar otra ciudad
Un puerto/ tal vez el de mi infancia
Casa solariega/ patio interno
Una fuente/ pájaros bebiendo libres del miedo
Del acoso humano
Un árbol de granados/ frutas doradas por el sol
Del Caribe/El sosiego del mediodía
Sopor del calor mitigado/Por la brisa marina
El grito de barcos/En los cercanos muelles
He vuelto a soñar otra vida
Sin angustias/ temores/ desasosiegos
Y al despertar/He llorado en silencio
Al saberme aquí ahora
En esta ciudad del caos/Donde asesinos se pasean
Impunemente a la luz del día
Donde reina la violencia/ la crueldad/la indiferencia
Ciudad sin alma/ vacía
Llaga pestilente/capital de la
Muerte”.

En ese horror se ha convertido Caracas, mi ciudad de adopción, no la reconozco. En el mes de febrero del 2017, en sus 28 días ingresaron a la morgue 400 cadáveres de personas asesinadas, 14 cada 24 horas. (28.000 personas asesinadas ese año). No creo exagerado afirmar que esta ciudad es la capital de la muerte, no puedo como en el pasado caminar por el boulevard de Sabana Grande, sentarme en un café, entrar a una librería, a una tasca. ¿Superaremos algún día esta catástrofe? Antes escribí que se me había agotado la patria, pero escucho esa nostálgica canción compuesta por Luis Silva “En Venezuela” y me abruma un profundo dolor:

“Llevo tu luz y tu aroma en mi piel, y el cuatro en el corazón, llevo en mi sangre la espuma del mar y tu horizonte en mis ojos, no envidio el vuelo ni el nido al turpial, soy como el viento en la mies, siento el Caribe como una mujer, soy así que voy a hacer, soy desierto, selva, nieve y volcán, y al andar dejo una estela, el rumor del llano en una canción que me desvela, la mujer que quiero tiene que ser corazón, fuego y espuela, con la piel tostada como una flor de Venezuela, con tu paisaje y mi sueño me iré, por esos mundos de Dios, y tus recuerdos al atardecer, me harán más corto el camino, entre tus playas quedó mi niñez, tendida al viento y al sol, y esa nostalgia que sube a mi voz, sin querer se hizo canción, de los montes quiero la inmensidad, y del río la acuarela, y de ti los hijos que sembrarán nuevas estrellas, y si un día tengo que naufragar, y el tifón rompe mis velas, enterrad mi cuerpo cerca del mar, en Venezuela”. ¿Cómo no voy a llorar al escuchar las frases “entre tus playas quedó mi niñez tendida al viento y al sol…de los montes quiero la inmensidad, y del río la acuarela?  

En el 2010 fui con mi actual esposa, la bella Mary, a Santa Marta (Colombia), nos hospedamos en una casita de una de sus tías maternas, -lamentablemente fallecida a los días de nuestro regreso a Venezuela-, ubicada en un conjunto residencial constituido por varias viviendas de la misma familia Martínez. Sobre esos felices 12 días que pasamos en la ciudad costeña volveré en la tercera parte de estas desordenadas historias emblemáticas de una vida, ¡quiera Dios concederme el tiempo y la lucidez! Con dos de sus primos hermanos: José y Estela, caminamos hasta la playa “El Camellón”, allí nos sentamos a mirar el ocaso y luego nos dirigimos a la zona colonial, para que yo la conociera. ¡Qué arquitectura tan semejante a la de mi Puerto Cabello natal!, la Plaza Bolívar, las mismas casas coloniales de altos balcones, las callejuelas, una ola de dulce nostalgia me vino desde lo más profundo del alma y me sentí feliz. Escribí un poema dedicado a Estela con quien hice amistad desde el primer día:



Foto Eli Duke, disponible en 8http://www.colombia.travel/es/a-donde-ir/caribe/santa-marta. Foto 8 “Decídle pues al sol que encuentre una nueva senda, ahora que ya su patria se ha oscurecido en la tierra, si su altivez perder no quiere”. Odiseo Elytis.

Santa Marta de mi madurez

A Estela

Calor soportable
Por la brisa marina
Los barcos
En el Puerto
Y esas casas
De otros tiempos
Altos balcones
Donde otrora
Hermosas hembras
Desafiaban
La eterna debilidad masculina
Estrechas callejuelas
Bullicio de vendedores
Pueblo variopinto y alegre
Con mi amada
Nacida en estas tierras
Hemos contemplado
El ocaso
El sol cayendo en el horizonte marino…
Sin pronunciar palabras”.


Hago un paréntesis (…  para dejar constancia acerca de esa extraordinaria familia, muy parecida en su alegría, buen humor y estilo de vida a la de mis primas Baptista-Echeverría en el Puerto Cabello de mi infancia y juventud, ¡Ah!, y aquellos inolvidables días que pasé con ellas en su casa de Caracas en el tiempo de adulto joven e inicios de la madurez. Para recordar los 12 días en Santa Marta, comienzo con el peor viaje en bus de mi vida. En el terminal de Oriente en Caracas nos montamos en uno de los buses que hace la ruta hasta la costeña ciudad colombiana. La loca de mi esposa Mary, como todos los Martínez, me dijo que el mejor sitio para ubicarnos en el colectivo era en la parte alta, pues allí tendríamos una vista magnífica, panorámica, del paisaje, grave error. Nos embarcaron a las 8 de la noche, luego de pasar la requisita de los bandidos de la guardia nacional, vimos como despojaban a los pasajeros de botellas de ron y latas de atún y otros comestibles bajo el falso argumento del “contrabando de extracción”. Como a las diez de la noche comencé a cabecear, tenía sueño, quería dormir, imposible, las luces de los vehículos que venían en sentido contrario me estallaban en la cara, “RAN…RAN…RAN” ¡qué vaina!, además, desde ese puesto podía percatarme de la imprudencia de uno de los conductores (eran 2 que se turnaban), iba a gran velocidad (eso de que los buses cuentan con un dispositivo que impide al conductor exceder un límite de la velocidad, será en otros países), aterrorizado veía como el bus se inclinaba peligrosamente en las curvas de la vía hacia Carora en el Estado Lara, pensé que nos volcaríamos e iríamos a engrosar las estadísticas de los muertos en accidentes viales por la irresponsabilidad de esos criminales del volante. Al fin amaneció y cuando nos acercábamos a la frontera con la hermana república, en cada alcabala de la criminal “guardia nacional” los pasajeros nos veíamos forzados a desembolsar una determinada cantidad de dinero porque, de lo contrario, los desalmados uniformados nos harían descender y sacar el equipaje para una revisión minuciosa, nojoda horas de horas detenidos, cansados, con deseos de arribar a nuestro destino, una auténtica extorsión por parte de los “agentes” de esa fuerza del “orden” y la “seguridad”, aunque usted no lo crea. De manera que ante la posibilidad de la revisión del equipaje de unos 50 a 60 pasajeros, o tal vez más, no quedaba otra opción que resignarse a la extorsión, ocurrió en dos alcabalas, en la tercera hubo airadas protestas por la cantidad que pedía la mafia uniformada de la frontera, se llegó a una suma “razonable”, y esa gran ira colectiva. A eso de las 2 de la tarde llegamos a la llamada “línea”, el límite entre los dos territorios nacionales, un sitio espantoso, calor, basura, sin número de comercios de mala muerte. Una cola para la revisión del pasaporte en el sector venezolano en una casucha de la “gloriosa guardia nacional”, la guardia del pueblo cuyo honor no se divisa (el estandarte dice “el honor es su divisa”. El chofer del bus al percatarse de mi bastón me dijo “No vaya donde la guardia, mire la cola, esos carajos a propósito se tardan lo que les da la gana, diríjase directamente al puesto colombiano, allí con su cédula de identidad, no necesita el pasaporte, le dan un permiso por el tiempo que vaya a estar”. Seguí su consejo y efectivamente me dieron esa autorización, sólo tuve que indicar el tiempo que pasaría en Santa Marta. Al dejar la sede de la policía fronteriza me dieron ganas de cagar, ¿dónde?, en territorio colombiano caminamos buscando un baño más o menos aceptable, preguntamos en una casita y pagué para que se me permitiera acceder al baño, una auténtica pocilga, una asquerosidad, sucio, anegado, hice mi necesidad con cautela, menos mal que Mary tenía en su cartera un rollo de papel higiénico, obviamente en ese espantoso cagadero ni siquiera papel de viejos periódicos, ni un trapo viejo y sucio.

Hablando de cagaderas y trapos, hago otro paréntesis (… , pues, acabo de recordar una situación parecida de la que fui testigo en un viaje (un tour) que un grupo de venezolanos hicimos a Egipto e Israel en 1990. Parte del grupo, además de mi primera esposa y quien esto escribe, mi primo hermano JM y su esposa, y una prima tercera María Herminia y su esposo Ricardo B. Visitando uno de los monumentos (no recuerdo su nombre) en el Cairo, acompañé a Ricardo al baño, tenía ganas de cagar, por supuesto un baño inmundo, no había papel higiénico, solo una pequeña toalla en la entrada para secarse las manos, sucia, como si cientos de personas la hubieren utilizado. Ricardo no tuvo otra alternativa que pedirle al árabe apostado en la entrada que le permitiera utilizar esa toalla, se negó, entonces mi amigo sacó un billete de 10 dólares y el árabe accedió. Ricardo se limpió con esa inmundicia, y yo muerto de la risa “Nojoda Ricardo, te pasaste por el culo cientos de manos sucias, ojalá no te de una infección”.

Cierro el segundo paréntesis (  ) y continúo con el relato del primero. Nos dirigimos al bus que ya había cruzado la frontera, debimos esperar unas 3 horas mientras los “alegres” viajeros hacían sus compras, y aquel calor. Al fin se subió todo el pasaje, arranca el bus, y lo peor, el aire acondicionado no funcionaba, un horror, no podían abrirse las ventanillas, estaban selladas, partiendo de la falsa suposición de que el aire acondicionado siempre funcionaría. Mary y yo nos instalamos en un asiento vacío en la parte de abajo, el calor arreciaba, los pasajeros gritábamos, hasta que un individuo inteligente abrió una escotilla del techo del bus y por allí entró aire, aunque caliente. Mientras tanto mi loca divina, Mary, me impregnaba de una vaina que se llama menticol, una sustancia que contiene alcohol mentolado, para refrescarme, el fuerte olor de esa cosa me producían nauseas, y yo que todavía no había sido operado de mis caderas, tengo prótesis en ambas desde el 2013, pero en ese momento, diciembre del 2010, con ese dolor del carajo, el insufrible calor, y el menticol, no tuve más opción que reírme, bueno sí, hubiera podido llorar o dar un alarido de queja animalesca. Oscureciendo llegamos a Santa Marta, 7 de la noche, 23 horas, casi un día, un viaje terrorífico. Pero, a pesar del inmenso cansancio, del estrés de ese insólito viaje, el conocimiento de los Martínez hizo que desapareciera todo vestigio del horror sufrido. Nos hospedaríamos en una de las casitas de ese grupo familiar. Una de las tías, Maruja, simpática, solidaria, propietaria de la casa principal y de un terreno (el revolcadero de burros en la expresión de mi suegro Eduardo Owen) donde se construyeron unas diez casitas adicionales, en las que residían parte de los integrantes de esa numerosa familia. Bajamos del taxi que nos llevó desde el terminal de los buses, entramos a la casita de Maruja, en el porche, las tías y sobrinas, las primas de Mary, jugaban a las cartas, las presentaciones de rigor. Se me acerca una de las tías, me dice “Mucho gusto colega”, le respondo “Caramba, usted también es abogado como yo”, y ella “si mi estimado colega, además soy penalista”, sorprendido le digo “Qué bien, especialista en derecho penal”….-“No mi amor, penalista porque vivo de pene en pene”, me dolió el estómago de tanto reírme, ¡Qué ocurrencia!, inmediatamente pregunté si en esa casa no había prohibición de alcohol, risa general, Mary y Estela, fueron y compraron una botella de wisqui, llegaron otros familiares desde Bogotá a pasar la navidad y el año nuevo. Nos hospedaron en la casita de una de las tías, Minga, mujer excepcional, nos cedió su cama, no sin antes advertirnos riendo que tuviésemos cuidado de no dañársela cuando hiciéramos los que normalmente hacen las parejas, a punto de dormirme quedé sorprendido pues Minga se acostó en ese mismo dormitorio a un lado de la cama, en un colchón, días verdaderamente de fiesta permanente, lamentablemente Minga murió a la semana de nuestro regreso a Caracas, una mujer de noble corazón. El 30 de diciembre contrataron una “chiva rumbera”,[12] una costumbre de la costa colombiana, un minibús acondicionado para la rumba, se sube la familia, música y tragos, y mientras el vehículo recorría las calles de la ciudad (ese día montaron en la chiva hasta uno de los tíos inválido en silla de ruedas) la “colega”, disfrazada de San Nicolás (no la había reconocido), parada frente a una ventana simulaba masturbarse, unos motorizados rodaron por la calle al mirar a aquel San Nicolás haciéndose una paja. A los días fuimos en otro minibús a darnos un baño de agua fresca en un río ubicado en la sierra de Santa Marta, creo que su nombre es el Río Piedras, nos instalamos en un comedero, una construcción recreacional confiscada a unos narcotraficantes y convertida en un sitio turístico, me provocó tomar ron y le pedí al encargado una botella de Caldas, la tía penalista me corrigió “No colega, pida ron Medellín, ese es abre chucha” (chucha, equivalente a vagina, chocho, cuca, según los países). No puedo dejar de mencionar a otro personaje singular, propio de los cuentos de García Márquez, también lamentablemente fallecido, Albertico, el otro varón de la numerosa familia Martínez. Me contaron numerosas anécdotas de él, un día salió de la casa de su hermana Maruja a las 8 de la mañana, a las tres horas se presentó borracho perdido, bajó de un taxi, su sobrina Estela en la puerta de la casa, Albertico la saluda y le dice “Mija tu si estás bonita y crecida, ah, esto si está bonito, esas flores”, y la sobrina “Acaba de entrar viejo gonorreíco, si te fuiste hace unas horas”. Solía beber con uno de sus sobrinos cuando visitaba Bogotá, o cuando el sobrino visitaba Santa Marta. Estaban libando en un bar en Bogotá, música en vivo, un grupo costeño, tocan un ballenato, un negro alto, fornido, se dirige a la mesa de Albertico y el sobrino, y le pregunta al primero “Amigo, ¿sabe quién es el compositor de ese ballenato?… “Medasculo moreno”, le respondió Albertico, el negro se retira pensativo, pero regresa a los minutos “¿Usted está seguro de que ese es el nombre del compositor? - Como no, amigo, oiga alguna emisora de la costa, está de moda el ballenato, constantemente mencionan a Medasculo”. El negro se fue no muy convencido, el sobrino pagó la cuenta y se llevó al tío, previendo que el negro cayera en cuenta de la broma, que el flaquito ese lo estaba jodiendo diciéndole que le diera el culo, y se devolviera para darles una paliza. Una tarde se presentó a su casa con un indio arhuaco[13], étnia de la sierra de Santa Marte, Julián, el indígena, con la indumentaria típica, ambos bebidos, ¿de dónde habría sacado Albertico al indio, la mujer de nuestro personaje, llamada “La grua”, de gran tamaño y fuerte, maciza, con cara de pocos amigos, lo de la grua porque se llevaba a rastras a Albertico, le tenía terror al indio, pero no se atrevía a demostrárselo, llamaba a su marido, “Betu…Betu…”, y Albertco seguía bebiendo con su indio como si no fuera con él.


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No es Albertico, tampoco Julián, éste iba vestido a la usanza tradicional

Cierro otro paréntesis (  ) y continúo. El mar no deja de asombrarme, lo miro con ojos de niño, al igual que Zorba: “Ese milagro patrón, ese azul estremecido que se ve allá, ¿Cómo lo llaman? ¿Mar? ¿Mar? ¿Qué artista ha realizado tal maravilla? Te lo juro patrón es la primera vez que veo esto” (Kazantzakis)[14]. Y nuevamente la nostalgia se apodera de mi corazón y otra vez el poema me estremece el alma: Como Zorba asombrado del sol, las piedras, las nubes y la voz del mar en noches cretenses, amanezco alma ligera, candor en los ojos, el niño que no ha muerto tiene nostalgia de días sin horas, escuela, maestros, nostalgia de un río y sus cristalinas aguas, nostalgia de la ardiente arena en playas de la infancia, de estar en silencio, a la sombra de antiguos árboles”[15].

Con mi primera esposa realicé en 1981 un viaje por las islas griegas, Creta, me inspiró estos versos:

La vida se desparrama
En un laberinto
De callejas
Música/gritos
Rostros que son mapas
De alegría/dolor/esperanza/
Resignación,
-jamás desasosiego-
Tabernas donde
Zorba bebió
Y bailó
-El desapego-”

Y Marsella en1979:

“Marsella

Las gaviotas pueblan
El viejo puerto pesquero
Mañana dulce de primavera
Fenicios, griegos, romanos, árabes
Sembraron tu antiguo puerto
De hijos y culturas,
Marsella
Mestiza de veinticinco siglos
Te niegas a la cultura racista del galo
En un café
Abro mis sentidos
Al lujurioso espectáculo de colores,
Olores, gritos…
Hembras aceitunadas
Se contornean al pasar
¿Qué más podría desear en este instante?”

Volveríamos en 1998, pernoctamos durante 4 días en un hotel ubicado en el viejo puerto. Pude sentarme, después de 17 años, en el mismo café al que aludo en el poema, y gozar el paisaje marino, las gaviotas revoloteando cerca de los barcos de los pescadores mientras ofrecían peces de la reciente captura, otro momento mágico, único, poético. Y de nuevo el deleite para los ojos de esas hembras, esas hermosas mestizas cruce de sangre mora, romana, griega, gala, Europa y África, la maravilla del cruce de etnias y culturas, y pensé en el horror del nacionalismo, el racismo y la xenofobia, la causa de espantosas guerras, genocidios, discriminación, injusticias.

El Mar siempre el mar

No quisiera morir
Sin antes volver a mirar el mar
El mítico mar de mi infancia
Estar callado a la orilla de una playa
Al borde de un acantilado
Asombrado de inmensidad,
Alguna barca perdiéndose en la lejanía
Escuchando las olas golpeando las rocas
Deslizándose suavemente en doradas arenas
Oliendo el salitre
Y es que estoy hecho de sal
De algas
Comienzan a brotarme alas
Para volar con las gaviotas
En el azul reino
De la más absoluta libertad…”

31/5/2016

En presencia del mar no tienes edad, tampoco pasado, ni futuro, simplemente eres, te sientes un mero viviente observando esa inmensidad. La imponente fuerza del mar conmueve tu consciencia sin que te percates de ello, el puro y rotundo presente sin fisuras invade la totalidad de tu ser. Cualquier vestigio de tristeza, de recuerdos dolorosos y trágicos desaparece en ese momento, estás allí, nada más, en presencia de esa potencia de la naturaleza, sientes una emoción indescriptible y aspiras con todas tus fuerzas ese aire con olor a salitre. Hablo por mí, -quizás para muchos el mar no les diga nada en absoluto. Ocurre también con el sexo, cuando estás dentro de una hembra nada puedes recordar, ningún pensamiento extraño a lo que haces, -al deleite sexual-, invade tu mente. En ese sentido creo que el mar y la mujer amada, o deseada, se asemejan, te ubican en el presente que caracteriza el tiempo infantil, te convierten en un hombre sin calificativos, vulnerable, frágil, a merced de esas fuerzas telúricas de la naturaleza. Yo me confieso súbdito del reino femenino, mi mujer es mi reina. Y así lo digo en este poema:


Esta es mi verdad
                                     Aquí y ahora                                              

A Mary
Mi princesa bíblica

Aunque
Ya el sol
Lo tengo
A mis espaldas

A pesar del camino
Recorrido
Ilusiones desvanecidas
Desengaños
Desencuentros
Intrigas y mentiras
Y esos certeros golpes
Recibidos de quienes
Menos esperas
A pesar de todo el dolor
Que he sufrido
Que me han afligido
Tengo el corazón
Libre de amarguras
No guardo rencores
Ni deseos de venganza
Por eso
Puedo amarte
Con esta intensidad
De animal joven
Hambriento
Salvaje
Como si fuera la primera vez
Como si fuera la última vez

Y este otro:


Eres mi tierra prometida

Despierto
Bruscamente
De un extraño sueño,
A mi lado duermes
Con la placidez
De una niña…
No hay asomo de maldad
En tu espíritu,
¿Serás un ángel caído
aquí entre la jauría humana?
Animales pensantes
Devorándose sin piedad
Tú me salvas
De la profunda decepción
Que me acecha
Presta a ensombrecer
Los días luminosos
Que me quedan,

Pues tengo esta alma antigua
Pesada cruz
De lucidez,
Veo el horror del mundo
Y me refugio en tus brazos
Eres la tierra prometida
En la travesía de mi desierto…

Y lo atravesé, una etapa de transición, Paul Auster la denomina “el interregno”. El  personaje central de su novela 4,3,2,1 refiere que su abuelo denominaba “interregno” “al tiempo que mediaba entre dos momentos distantes, un tiempo sin tiempo en el que todas las normas sobre cómo se debía vivir se habían tirado por la ventana, y aunque el huérfano de padre entendía que aquel período no iba a durar para siempre, deseaba que se hubiera prolongado más allá de los dos meses que le habían concedido…había estado bien vivir en ese tiempo sin colegio, ese curioso intervalo entre una vida y el comienzo de la otra”[16].Yo había pasado antes por una etapa similar, lo relato en la “Tierra mítica de la infancia”, fallecido mi padre de marzo de 1953, mis tíos Pedro y Carmen (Bebi) me llevaron consigo a su casa en Caracas, me inscribieron en un colegio aledaño a su residencia, pero era tal mi trauma por la muerte del hombre fuerte llamado padre, que no pude seguir asistiendo a clases, me regresaron a Puerto Cabello, y en septiembre de ese año mamá me inscribió en el Colegio Humboldt cercano a la casa en la que nos residenciamos al mudarnos a Caracas.

Termina una etapa o ciclo de tu vida, y mientras te rehaces e inicias otra, vives como en suspenso, no puedes volver atrás, en mi caso, el segundo interregno ocurrió con la muerte de Marlen, un sacudón, un terremoto, me cambiaría la vida, entré en esa transición sin saber a dónde me llevaría, tres años de desconcierto hasta que Dios me envió ese ángel salvador, o más bien, esa angelita divina, y ahora vivo en el paraíso.

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Podría decirse que estoy obsesionado con el mar:

“Obsesión

Es tan intensa
La belleza del mar
Que dan ganas de volverse poeta anfibio
Para recitar con Alfonsina:
“Te ando buscando amor
Que nunca llegas
Te ando buscando amor
Que te mezquinas”.

Haber nacido frente al mar me hizo un desarraigado:
“La patria de quien nace frente al mar, no conoce fronteras, ni diferencias de lenguas y banderas. Es la identidad del mar, no tener raíces en tierra alguna, ni temer mirar el incierto horizonte. Es saberse dueño de NADA, pasajero sin equipaje en el barco de la vida… Habiendo nacido frente al mar, el mediodía me quema dentro, tengo nostalgia de barcos, de playas de ardiente arena, de bancos de peces multicolores, de gaviotas salpicando el cielo de blanco”.
Lo de las gaviotas me trae a colación otro cuento pendejo de gallegos: van por una playa dos amigos, y uno, Juan, le dice al otro “Pablo ¿acaso no viste a la gaviota muerta?, y Pablo mirando hacia el cielo “¿dónde? Juan, ¿dónde? Que no veo un coño…”. Ahora estoy escuchando en el recuerdo la voz de Leo Marine cantando “Tristeza marina” (Compositor: Hugo Sanguinete, en principio se cantaba como un tango, Marine lo interpretó como bolero):
 “Tú quieres más el mar me dijo con dolor y el cristal de su voz se quebró, recuerdo su mirar con luz de anochecer y esta frase como una obsesión “tienes que elegir entre tu mar y mi amor”, yo le dijo “No”, y ella dijo: “Adiós”, su nombre era Margó, llevaba boina azul, y en su pecho colgaba una cruz, Mar…Mar, hermano mío, Mar en tu inmensidad, hundo con mi barco carbonero, mi destino prisionero y mi triste soledad, Mar ya no tengo a nadie, Mar ya ni tengo amor, sé que cuando al puerto llegue un día, esperándome estará Margó…”.
También se la escuché al inolvidable bolerista venezolano Felipe Pirela asesinado en Puerto Rico. Hay una que al oírla me trae a la mente a mi querido Puerto en la época de mi adolescencia: “Mira ese barco entrando a la bahía, ahí se va, se va la novia mía…, Carolina, Carolina, Carolina, así se llama este barco entrando en la bahía… pronto vendrá, atracará, y se llevará para siempre la vida mí … no te la lleves muy lejos Carolina, porque si tú te llevas, esa negra, te llevas  la vida mía,… , la escuchaba desde la Plaza Flores cuando pasé un mes de vacaciones escolares en la casa que fuera de mis abuelos (1958). En un bar próximo a la Plaza (al final de la cuadra donde se hallaba la casa de los abuelos) había una rocola, imagino que algún borracho nostálgico metía monedas en el aparato, una y otra vez, quizás la novia o esposa se había ido en un barco a buscar otra vida. También aquella cantada por Luisín Landaez, voz engolada de guarachero: “Perdido en la playa morena, perdido en la bruma del mar”, tenía 12 años, comenzaba a descubrir las hembras. “… y las mujeres eran ahora un tema de gran interés para él, porque si bien sólo era un prepusbecente de doce años, en su interior se agitaba algo que anunciaba a Fergunson que los días de su infancia estaban contados” (Paul Auster)[17].
Y la guaracha que cantaba Carlos Argentino:
 En el mar la vida es más sabrosa, en el mar te quiero mucho más, con el sol, la luna y las estrellas, en el mar todo es felicidad, te verás bañada por las olas, y serás sirena de mi amor, hallarás amor entre sus aguas, y tendrás del mar su inspiración, que una concha nos sirva de abrigo, con música de brisa y adornos de coral, y al vaivén de las olas tranquilas, los peces de colores nos lleven a pasear…”.
Y el bello bolero de José Reyna “Noche de mar” interpretado por Eduardo Lanz, mi maestro de canto, barítono de hermosa voz: “Noche de mar, estrellada y azul, un murmullo un cantar de las olas que van, el titilar de una estrella al pasar, va dejando un adiós, y no puedo olvidar, lejanía que se va con el mar, un recuerdo va dejando al pasar, noche de mar dale un beso por mí, dile que volveré, como va mi cantar…
Y esa mejicana cantada por varios intérpretes, entre ellos, el gran Pedro Infante, “La barca de Guaymas”:
“Al golpe del remo se agita en las olas
ligera la barca
y al ruido del agua se ahonda mi pena
y solloza mi alma.
por tantos pesares, mi amor angustiado
llorando te llama
y te hallas muy lejos... y sola,
muy sola
se encuentra mi alma.
Cansado viajero que tornas al puerto
de tierras lejanas,
¿qué extraño piloto condujo tu barca
sin vela y sin ancla?,
¿de qué región vienes, que has hecho pedazos
tus velas tan blancas?,
te fuiste cantando
y vuelves trayendo la muerte en el alma.
Yo soy el marino
que alegre de Guaymas salió una mañana,
llevando en mi barca como hábil piloto
mi dulce esperanza,
por mares ignotos mis dulces anhelos
hundió la borrasca,
por eso están rotas mis velas y traigo
la muerte en el alma.
El cielo está triste, las nubes grisáceas
las ondas retratan
también en el alma sombría y callada
la pena agiganta.
Y siguen las olas y siguen las nubes
y sigue la barca
tan solo amargura y negra tristeza
se queda en mi alma
tan solo amargura y negra
tristeza
se queda en mi alma”.
     Pero, el mar es peligroso y traicionero, hay que temerle, respetarlo. Contaba mamá que su morocho, el tío Alfredo, era sumamente arriesgado en su adolescencia, la familia iba de playa al Palito, una zona caracterizada por la peligrosidad del mar, y el tío, buen nadador, se alejaba tanto de la orilla que apenas se vislumbraba su cabeza, un punto en la lejanía y Mamaén gritándole, implorándole que regresara. Tendría 14 años, eso creo, y en una semana santa en el Puerto fuimos a una playa también peligrosa: “Gañango”, conocida por la fuerza de las corrientes marinas. Me bañaba no muy lejos de la orilla, a mi lado un muchacho como de mi edad, de pronto el fondo arenoso dejó de sostenerme (resaca), la corriente me arrastraba mar adentro, conocedor de los secretos del mar no luché, dejé que la corriente me llevara, y luego, por efecto de las olas volví a la orilla, y allí rodeado por un grupo de bañistas el cuerpo inerte de aquel muchacho que momentos antes se bañaba a mi lado, ¿cómo podría imaginar que moriría ahogado?, así es la muerte, a veces te da preaviso, otras te sorprende con su irreversible fatalidad, aquel adolescente seguramente se desesperó y luchó contra la corriente marina. Fue la primera vez que presencié un ahogado, en otra ocasión, unos 30 años más tarde, caminando por Playa El Agua, en Margarita (Estado Nueva Esparta), otro ahogado, su rostro pálido, un cuerpo inerte. Hojeando viejos papeles encontré un poema dedicado a mis primos Adolfo, Guillermo y Felipe (para que no olviden ese tiempo) en el que evoco las playas de Quizandal y de Gañango (dos playas diferentes, la una usualmente de aguas tranquilas, la otra, sumamente peligrosa por su fuerte oleaje y las imprevisibles corrientes marinas) y el trágico episodio del adolescente ahogado:
Quizandal, la bella

“Cada día la promesa
De una nueva aventura
La absoluta y embriagante libertad
De los doce años,
Seis, siete, ocho adolescentes
En bicicleta,
Tropa alegre sin propósito de guerra
La emoción a flor de piel,
Una y otra ¡Cuántas veces!
Al encuentro de Quizandal
-la bella-
La cálida vagina
De tus aguas/madre/novia/ dulce
Amante en tus orillas…

Gañango, la artera muerte
                                             
La fuerza de tus olas
     Presagian
Más allá de la cercana orilla
La resaca
La traición artera
De tus imprevistas
Y gélidas corrientes,
El cuerpo inerte
De Pedro, Juan
¿Cómo se llamaría?
Devuelto por las olas
A la playa,
Desde entonces
Observo los audaces
Nadando mar adentro
Ignorantes de tus
Mortales secretos”.

La experiencia traumática que me causó el desconocido muchacho, un adolescente como yo, que en un momento disfrutaba del mar sumergiéndose bajo las olas, y luego en un abrir y cerrar de ojos ya había perdido la vida, hizo que le temiera al mar. A partir de ese hecho traumático comencé a bañarme cerca de la orilla de la playa, a lo sumo daba unas cuantas brazadas y regresaba presuroso. ¿Qué posibilidades hubiere tenido ese adolescente de no haber perdido la vida en minutos?, no hay respuesta, es el misterio de la existencia, lo cierto es que la vida, el tiempo, es el bien primordial con el que contamos, aunque la muerte para muchos es preferible a una existencia signada por los dolores y los sufrimientos, la humillación, la violencia, la degradación; a veces con la muerte se termina el calvario de una persona: el final es preferible a vivir cargando una cruz de penas morales y sufrimientos físicos insoportables. 
Ese fue el caso emblemático de Ramón Sampedro[18] expresado en su dramático poema “Mar adentro” que se escucha al final del film protagonizado por Javier Bardem que lleva ese mismo título (2004, Director Alejandro Amenábar), basado en la historia real de Sampedro que quedó tetrapléjico durante más de 30 años, al golpearse la nuca y la espalda contra la dura arena del suelo marino, al lanzarse al mar desde una roca en la playa de As Furnas (costa de Galicia) a sus 25 años. El riesgo de ese acto temerario radica en el cálculo preciso del momento, unos pocos segundos, cuando la ola fluye hacia la orilla aumentando el nivel de las aguas en la suerte de piscina formada entre dos rocas (como puede apreciarse en la foto), a una altura (y, por tanto, profundidad) que permite el zambullido humano.
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A pesar de que su familia lo quiere, lo protege y lo atiende con esmero, Ramón piensa que la vida en ese estado no es vida, por lo que busca la manera de terminar con ese sufrimiento. Debido a su estado de radical incapacidad no puede suicidarse, solicita autorización al Estado por medio de una abogada, Julia, quien sufre de una enfermedad degenerativa (Ramón considera que ella, en razón de su enfermedad incurable, es capaz de comprenderlo) para que se le autorice el suicidio asistido, pero un tribunal le niega esa posibilidad. Al poco tiempo de conocerse Ramón y Julia se enamoran, lo que anima a Ramón a publicar un libro de poemas, pues posee el don de la palabra poética, ambos se prometen que morirían juntos, después que la editorial publicara su libro. Con la ayuda de la familia Julia transcribe los poemas que Ramón expresa en forma oral, luego parte en viaje llevando el texto del libro a una editorial, no sin antes prometerle que a su regreso morirían juntos. Pasa el tiempo y Ramón recibe un paquete de Julia con una carta y el libro de poemas, cae en una profunda depresión, pues Julia le expresa en la misiva que no regresará a cumplir su promesa. Ramón convence a su amiga Marta, quien jura que lo ama, para que lo ayude a morir, viajan a una zona costera, a una residencia frente al mar, Marta lo lleva a la playa lo introduce en el mar y Ramón se ahoga (en la vida real, Ramón murió en 1998 al ingerir cianuro potásico ayudado por su amiga Ramona Maneiro). Hay una memorable escena en la que un sacerdote discapacitado (en silla de ruedas), al enterarse del propósito de Ramón de quitarse la vida, va a la casa de la familia, como no puede subir al segundo piso de la vivienda donde se halla Ramón, se produce un diálogo estremecedor, el sacerdote le grita que la vida es sagrada, un don de Dios, que nadie tiene el derecho a quitársela, Ramón responde (bueno hace 13 años que vi el film, no sé si es exacto): “Y usted cree que esto es vida, 30 años postrado en esta cama sin poder moverme, apenas puedo soplar este aparato, y mi familia sufriendo este castigo por mi causa”.
“Mar Adentro
Mar adentro,
mar adentro.
Y en la ingravidez del fondo
donde se cumplen los sueños
se juntan dos voluntades
para cumplir un deseo.
Un beso enciende la vida
con un relámpago y un trueno
y en una metamorfosis
mi cuerpo no es ya mi cuerpo,
es como penetrar al centro del universo
.
El abrazo más pueril
y el más puro de los besos
hasta vernos reducidos
en un único deseo.
Tu mirada y mi mirada
como un eco repitiendo, sin palabras
‘más adentro’, ‘más adentro’
hasta el más allá del todo
por la sangre y por los huesos.
Pero me despierto siempre
y siempre quiero estar muerto,
para seguir con mi boca
enredada en tus cabellos”.
No, definitivamente no es vida para aquellos agobiados por sufrimientos insoportables. En los días finales al fallecimiento de mi primera esposa (octubre de 2003), Marlen, agobiada por el dolor de un cáncer pulmonar que le hizo metástasis en los huesos, no dudé en darle las pastillas de morfina recetadas por un médico para evitar su sufrimiento, apenas veía que se quejaba inmediatamente acudía a la morfina. Pedía a Dios que se la llevara, su fin en este mundo era inminente. Y también con mi primer suegro, José, padecía de otra enfermedad pulmonar, EPOC: enfermedad pulmonar obstructiva crónica, causada por el cigarrillo. Mi esposa había viajado a Margarita (2000) para estar con él y su familia: madre y hermanos. José se hallaba hospitalizado en una clínica, tenía 8 días conectado a un respiradero artificial cuando Marlen me telefoneó pidiendo mi opinión respecto de la decisión de desconectarlo, no lo dudé, le dije que eso no tenía sentido, que había que dejarlo ir, su muerte era irreversible, me hice responsable de esa decisión, me fui con mi hijo mayor al aeropuerto, tomamos un vuelo que estaba por salir, llegamos, la familia en el cuarto de la clínica, José parecía un Cristo agonizante, sin camisa, inconsciente, unido al respiradero, lo desconectaron y a los minutos falleció. ¡Carajo José!, cuanto me divertí contigo, un hombrón de un metro ochenta, ojos, cabellos y bigotes amarillos, parecía un tigre, mal hablado, generoso, buena copa, de padre canario, un auténtico guanche. No pasó del sexto grado de la primaria, su padre, propietario de una vaquera en una finca en el Puerto La Guaira, lo puso a trabajar desde los 12 años ordeñando vacas. Pasamos muchos gratos días en su residencia en la Isla de Margarita a donde se había mudado en 1974 para abrir una tienda. Allí iba con frecuencia con Marlen y los hijos: semana santa, vacaciones de julio y agosto, navidades. No más llegábamos me esperaba con una botella de buen wisqui, langosta, pescado, junto con su esposa, mi suegra, se desvivía por atendernos. Conservo en mi memoria muy divertidas anécdotas como la de la pérdida de la dentadura postiza de Julieta, la suegra. Un sábado temprano nos trasladamos a la playa del parque nacional “La Restinga”, una zona de espléndida belleza, además del mar, una laguna y su frondosa vegetación de mangles, paseo en lancha para arribar a la playa. José, aunque costeño, había nacido en la Guaira, no sabía nadar, le temía al mar, vestido con pantalón blanco de dril, guayabera y zapatos del mismo color, permanecía sentado en la churuata chupando wisqui mientras los demás disfrutábamos de las cálidas aguas marinas, de pronto la suegra dio un grito “La plancha, la plancha, se me cayó al mar, ayúdenme a buscarla” (la dentadura postiza). Con la familia se bañaban dos italianos que trabajaban en la remodelación de la residencia de los suegros, José al escuchar a su mujer se paró de la silla como un resorte, se acercó a la orilla de la playa gritando “Violeta, Violeta, coño, otra vez perdiste la plancha, una vaina tan cara”, estaba angustiado y furioso cuando una ola revolcó a la suegra y sus tetas, caídas como orejas de perro cazador, quedaron al descubierto, entonces el suegro gritó más fuerte, desde el agua me orinaba de la risa observando el espectáculo, “VIOLETA VIOLETA, LAS TETAS, NOJODA, LAS TETAS”, la gran preocupación de José eran los dos italianos que buscaban junto con mi mujer, mis hijos, dos cuñados y yo, la dentadura postiza que había caído al agua producto del golpe de una ola en el rostro de la suegra; que esos hombres vieran las tetas de su mujer, fin de mundo, él era sumamente celoso, a todas estas, Julieta, con su permanente cara risueña, su flácida boca desdentada, no hacía sino reírse, y José continuaba gritando, jamás podría olvidar algo tan cómico.
Escribí un poema el día del fallecimiento de José:
“Esperanza
“A José García González en la despedida de su vida”
Tal vez del otro
Lado de la muerte
Nos espera un paraíso
De playas infinitas,
Donde el alma
Pueda contemplar
-sin desasosiego-
La misteriosa belleza del mar”.

Y este otro:

León viejo, viejo león  

                                       A la memoria de José García González
                                                          En la hora de su muerte.


“Atropellaste la vida/te la bebiste
a grandes tragos/con insoportable angustia/desespero por todo/así amaste a los tuyos/sin cálculo/sin medida/hasta el día de tu muerte/el último suspiro/la última bocanada…”[19]




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Enciendo el televisor y en un programa una tipa con rostro de boba, sentada en una alfombra en la postura del yoga, atrás un paisaje bucólico, una fuente de apacibles aguas, y ese tono de voz, como si no quisiera despertar a un enfermo, y los “consejos” de la sabia, “relájese, respire profundo, medite, piense en la armonía, borre todo pensamiento negativo”, y uno que en este país llamado Venezuela consciente de que al salir a la calle a comprar a duras penas, y luego de una cola de 15 horas, dos paquetes de “harina pan”, si es que hay, puede perder la vida de manos de un malandro, lo que provoca es lanzarle un objeto a la pantalla del televisor. Esa moda ha plagado las redes sociales, diariamente alguien te envía unas palabras o un video con fondo musical y una voz absolutamente falsa con ese mismo mensaje repetitivo “viva el presente, decídase hoy mismo a ser feliz” y ese final que me encabrona “Qué tengas un feliz día”. No, coño, es muy jodido que pueda tener un día feliz en esta ciudad, en este calamitoso país, sufriendo las consecuencias del “socialismo del siglo XXI”, ese “proyecto” ideado por Chávez Frías y los sátrapas cubanos, Fidel y Raúl, para transformar al país en el “mar de la felicidad” como repetía la bestia apocalíptica del Chávez para referirse a la desgraciada Cuba. Y lograron su objetivo. Una obra de destrucción total del Estado de Derecho, la democracia, la economía, la poca lucidez y moral pública que nos había caracterizado, la esperanza en un mañana mejor, damos pena y vergüenza lo bajo que hemos caído, porque, -reitero lo antes afirmado, - hacia arriba hay límites, tanto individual como colectivamente las posibilidades de ascenso, de progreso tropiezan siempre con un techo; en cambio, la caída es libre cuando un individuo o un pueblo se lanza hacia el abismo.



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¡Ay mi querida Colombia!, que no les pase lo mismo que ha ocurrido con Venezuela, el riesgo de la degradación es predecible, el tal Santos ha traicionado a su patria con ese supuesto  acuerdo de “paz” con la banda de narcoguerilleros terroristas: asesinos, violadores, secuestradores, de las FARC, pareciera que los colombianos están dormidos, salvo el Ex Presidente Uribe “El llanero solitario” y unos cuantos más (Pastrana, Londoño), cuando despierten puede que sea tarde, mírense en el espejo de su hermana república. Ese pacifismo “marica” (expresión colombiana) es humo que oculta, impide, para muchos, ver la realidad: los hombres de las FARC nunca serán demócratas, simulan aceptar las reglas de la lucha política pacífica para infiltrarse en el tejido institucional del Estado colombiano y controlar el poder, no han podido hacerlo con las armas en más de 50 años, ahora lo harán con el voto, tal y como lo hizo Chávez en Venezuela. Para ello, Santos les ofreció en bandeja de plata un conjunto de privilegios inauditos, auténticos premios por sus crímenes de lesa humanidad. Ante tanta indiferencia y cobardía digo con el escritor colombiano Harold Alvarado Tenorio:

No hables
Mira cómo las cosas a tu alrededor se pudren
Confía solo en los niños y en los animales
Y de los ancianos aprende el miedo de haber vivido demasiado
A tus contemporáneos pregunta sólo cosas prácticas
Y comparte con ellos tus fracasos, tus enfermedades,
tus angustias, pero nunca tus éxitos.
De tus hermanos, ama al que esté lejos
Y teme al que vive cerca”.

 Sabias palabras, he sido testigo de esa pudrición social, el emblema de la podredumbre en Venezuela son los contenedores abandonados y enterrados por la empresa chavista “Pedeval”, llamada por el humor negro del pueblo “Pudreval”, con alimentos putrefactos comprados a “empresas” brasileras[20]. ¿Le importará a eso que denominan la “comunidad internacional la catástrofe que padecemos los habitantes de esta desgraciada patria? No lo creo, sólo cuando ocurra una carnicería, y mueran quinientas mil, un millón de personas, es posible, no estoy seguro, que la OEA, la ONU, y alguno que otro Estado, manifieste interés por nosotros, pues salvo el secretario de la OEA, Almagro, otro “llanero solitario” como Uribe, y unos pocos ex jefes de gobierno y de Estado, que, por la misma razón, ya no cuentan con poder político, se han interesado por nuestra suerte. Y eso lo saben los integrantes de la mafia narco militar asociada al terrorismo internacional que se halla en el poder del otrora Estado. Creo que ya he escrito esto, me importa un carajo reiterarlo. ¿Qué más podría hacer en este tiempo de la ignominia?, la gente protesta en las calles y es reprimida brutalmente por la narcodictadura militarista, hay hambre por doquier, escasez de alimentos, y lo poco a precios exorbitantes, ausencia de medicinas, niños y ancianos que mueren por esa causa, no se vislumbra una solución a corto plazo, la impotencia ¡Dios!, la impotencia  y la ira, asistir a este proceso de destrucción de un país sin poder hacer nada, salvo algunos artículos en una página web que pocos leen, entonces me refugio en estos recuerdos para no perder mi poca cordura.

Bien lo dice Rafael Cadenas:

“Soy
El que observa,
Registra,
Anota,
(No tengo otra tarea)
¿Quién podría
en estos tiempos
entre tantos escombros?”

Regreso al relato del adolescente ahogado. Sin embargo, esa experiencia, haber presenciado la muerte de una persona que en tan brevísimo tiempo pasó de estar vivo. -con todo lo que ello significa, su presente disfrutando de un baño de mar, y su futuro, todas las posibilidades que se le cerraron para siempre con la mayor pérdida que puede sufrir cualquiera, no me transformó en un individuo prudente, sí en lo que respecta al mar, pero fuera del ámbito marino continué cometiendo actos descabellados. La verdad no sé cómo he sobrevivido 72 años, tal vez un ángel de la guarda, que debe estar agotado, o quizás haya relevo en esa materia, ¡Ah!  Y la paciencia de la muerte. La misteriosa “guadaña” a algunos se los lleva muy jóvenes, a otros nos da tiempo, aunque está a la espera, no hay sobrevivientes en la tierra. Quizás sea cierto aquello de que cada uno de nosotros tiene su hora para morir.


 Foto 8
“En esta playa no me pregunto quién soy, ni dudo, ni ando a tientas
Claras potestades imperan aquí, ahuyentan ráfagas
De aniquilación, aúnan lo roto,
Inician”. Rafael Cadenas.

Y, sin embargo, cuesta aceptar ese adagio. ¿Cómo justificar la muerte de niños, adolescentes y jóvenes?, ¿Por qué no tuvieron la oportunidad de realizar algún sueño, una idea, o simplemente vivir sin proyectos especiales? De 19 años murió en un accidente automovilístico mi querido e inolvidable sobrino Gustavo, un joven extremadamente simpático, jovial, jodedor, alegre, lleno de vida, hoy tendría 43 años, en su homenaje le dediqué estas palabras en mi libro de poemas “Embriagado de Misterio”: “A la memoria de Gustavo, a quién la muerte traidora y cobarde, no dio tiempo de disfrutar a plenitud las alegrías y penas de esta vida.
 ¿Quién establece los lazos del amor y del odio?, ¿acaso los fortuitos encuentros y desencuentros son obra del azar?, ¿o será la vida de todo hombre el inexorable y fatal desarrollo de un meticuloso y previo plan, y toda palabra, gesto, acción, sentimiento, sueños, sea parte de un juego organizado por un aburrido Dios en su eterna rutina de omnipotencia y perfección? Y es que de pronto se pierden las ilusiones, no bastan los recuerdos, y uno se instala en la vida como un mueble, vacío, ausente de sí, sin pasado, sin futuro, en presente rotundamente rutinario, y ni siquiera llegan las preguntas, el aguijón de la angustia, el desgarrón de alma, para sentir nostalgia o un dejo de tristeza. Se cuelga el disfraz en el armario, el actor se pierde en sueños de la noche precedente, tampoco funciona el espectador, el mundo deja de ser candilejas, son esos días en los que se siente la muerte cerca, el horrible vértigo de la nada, ¡NO CARAJO!, ¡NO!, olvidé que no tengo tiempo para la queja, es tan frágil la vida, así que mi estimado alegra tu corazón y continúa este relato. Sí, continúa, continúa, olvídate del quehacer de los hombres, no hagas caso a ese sórdido ruido de la historia, las bombas, fusiles y cañones, el griterío de las masas hambrientas de resentimiento y odio a la espera de un nuevo líder que las conduzca otra vez al despeñadero ¿dónde estás mi guía en medio de las tinieblas? Es el clamor de no pocos que cometieron el espantoso error, no, “horror”, de votar por Chávez Frías en 1998, y ahora, en la desesperación del hambre y la miseria claman por un nuevo “salvador de la patria”. Con mucho esfuerzo unas 3 generaciones de hombres y mujeres luchamos para establecer una sociedad democrática organizada en un Estado de Derecho, hubo errores, sin duda, pues no existe la sociedad perfecta, pero la mayoría se aburrió de la democracia y sus logros, en el inconsciente colectivo siempre estuvo la añoranza del hombre “fuerte” (“Aquí hace falta una cachucha”, expresión popular añorando un militar) el peor de todos, el demagogo sin par, farsante, mentiroso, el que prometió distribuir la renta petrolera y los bienes ajenos sin esfuerzo alguno. Y eso, mis amigos, le encanta a este pueblo. La prueba: la práctica del saqueo de comercios en tiempos de penuria propiciada por el propio régimen de poder. En los días decembrinos del 2016 el ignaro, perverso y cruel, el tal Maduro que los imbéciles llaman Presidente, será de ellos, yo no lo reconozco, decretó una rebaja del 50% para todos las mercancías que se ofrecen en los comercios formales, y las turbas hambrientas de saqueo acudieron como langostas a adquirir a precios artificiales de “gallina flaca”: zapatos, camisas, pantalones, etc., me llegó un video conmovedor, un comerciante árabe o judío lloraba en su local, la “canalla” se llevaba el esfuerzo laboral de aquel hombre a quien, además, los “canallas” de la policía “económica” del régimen lo estaba maniatando para apresarlo ¿qué delito había cometido?, ¡Ah!, claro tratar de ganarse la vida honestamente, pues en esta republiquita del crimen los delincuentes gobiernan y los honestos a la cárcel, ¿Qué tal? Y no es una exageración, se veía venir para quien tuviera los ojos del espíritu abiertos, la lucidez.
Aquella frase que tanto escuché cuando hacía referencia sobre algún personaje que se había hecho rico metiendo la mano en el erario público, o mediante negocios fraudulentos: “No importa, tiene todo el dinero del mundo”, esa mentalidad explica, en parte, el horror en el que ha caído mi patria, la tolerancia ante la corrupción y el crimen, la admiración al poderoso, sin importar los medios para hacerse del poder, como ya lo he repetido en páginas anteriores.

  Playa Quizandal, en unas vacaciones los malandrines de la pandilla de la Plaza Flores, decidimos nadar hasta la isleta que se observa en el fondo, yo me devolví a mitad del trayecto cuando me pasó cerca un enorme pez espada o aguja, ¡bolas!, era “loco”, pero no tanto. Foto 9 “Volveré a ti prodigioso litoral, pero no esperes mis ojos. Ahora celebro el advenimiento de la levedad. Aún oigo las orillas. Las olas no solamente golpean la playa. El viento susurra una antigua historia sin desenlace”. Rafael Cadenas.
Este ejercicio de la memoria que no cesa, los recuerdos me invaden, llegan de pronto. Hace unos días escuché unas reflexiones sobre el sentido de la vida de ese maravilloso cantautor como lo fue Facundo Cabral, asesinado en mala hora en Guatemala (Rodolfo Enrique Cabral, conocido artísticamente como Facundo Cabral, La Plata, 22 de mayo de 1937-Ciudad de Guatemala, 9 de julio de 2011, fue asesinado a tiros tras un concierto cuando se desplazaba en una camioneta en dirección al aeropuerto. Los sicarios que le dispararon iban tras el empresario Henry Fariña, quien conducía el vehículo. Cabral viajaba en el puesto de copiloto). Se refería Facundo a la esencia del Tao: vaciarse por completo del pasado y del yo para vivir a plenitud el presente, cosa que a mí me es imposible. Y no es que el pasado sea un pesado fardo que me impida vivir intensamente el aquí y ahora, no, ese pasado que recuerdo, y ahora escribo, es la prueba de haber vivido. Lo que aconseja Cabral es existir como niños, pues sólo en ese mágico tiempo se vive sin pasado y sin futuro, en un absoluto presente.  
 “Poco antes de morir víctima de un tumor, el neurólogo Oliver Sacks publicó un maravilloso artículo titulado Habla, memoria en el que relataba que, según iba envejeciendo, los recuerdos de su infancia iban haciéndose cada vez más nítidos. Hablando con su hermano, le contó que se acordaba perfectamente de la bomba que explotó cerca de su casa en Londres —de pequeño vivió los ataques nazis contra la capital británica—. Pero su hermano le explicó que cuando cayó aquella bomba, él ya había sido trasladado al campo por su seguridad, que se trataba de una historia que siempre se había contado en su familia, pero que Sacks no había vivido. Eso le llevaba a realizar una reflexión sobre la importancia que la ficción —lo que nos han contado o hemos leído— ejerce sobre nuestra vida y explicaba que llega en un momento en que no importa si los recuerdos son verdaderos o falsos porque los dos cimientan nuestra personalidad con el mismo peso y condicionan igualmente nuestros actos. La memoria es un país extraño: nos dicta en gran parte lo que somos, pero confunde lo verdadero y lo falso. No podemos olvidar que las sociedades también tienen memoria y también se construyen con mentiras que tienen el mismo peso que las verdades. La diferencia es que en ese caso sí tenemos instrumentos para distinguir unas de otras. Deberíamos utilizarlos”[21].
Los recuerdos, los recuerdos imágenes desdibujadas que se van esfumando en la niebla de la desmemoria. Ya todo eso pasó, y parte de mi quedó sepultada en el pasado. Pero sé que la felicidad existe; sin embargo, mientras se vive ese goce corporal y síquico no nos damos cuenta de esa plenitud, estamos demasiados inmersos en ese tiempo fuera del tiempo, sólo cuando llegan las inevitables tristezas, las decepciones, frustraciones y amarguras es cuando tomamos consciencia de que alguna vez fuimos felices. Y si logramos aunque sea por instantes percibir el mundo como niños podemos entonces tener momentos de felicidad: escuchar la biológica alegría de pájaros al amanecer, mirar al mar ¡Dios! qué obra tan maravillosa, el solo verlo me produce euforia, ganas de vivir, de confundirme con los peces y las algas, convertirme en delfín, recibir la caricia de esa brisa del atardecer, disfrutar el ocaso, la lenta transmutación de la luz al inicio de la noche presentida y las estrellas en noches despejadas, basta mirar hacia lo alto y contemplar el espectáculo del firmamento. Estoy seguro que Dios lo disfruta desde la eternidad.
Nostalgia del mar, sí, es constante, como la del laureado poeta griego Odisseas Elytis[22]:
Melancolía del Egeo”:
“¡Qué encadenamiento del alma con los alciones de la tarde!
¡Qué quietud en las voces de la lejana tierra firme!
El cuclillo en el pañuelo de los árboles
Y el místico instante de la cena de los pescadores
Y el mar que toca con la armónica
El lejano tormento de la mujer
De la hermosa que desnudó sus pechos
Cuando el recuerdo penetró en los nidos
¡Y las lilas rociaron con fuego el ocaso!”

Y este otro:

“Se olvidó la hora atardeciendo
Sin recuerdo
Con su árbol silente
Hacia el mar
Se olvidó atardeciendo
Sin un aleteo
Con su faz inmóvil
Hacia el mar
Atardeciendo sin amor
Con su boca inflexible
Hacia el mar
Y yo- en la serenidad que hechicé…”

Y este que me estremece el alma:
Aniversario

“Traje mi vida hasta aquí
A esta señal que combate
Siempre cerca del mar
Juventud sobre las rocas, pecho
Con pecho hacia el viento
Adónde ir un hombre
Que no es otra cosa que un hombre
Contando con sus frescos verdes
Instantes, con aguas las visiones
De su oído, con alas sus remordimientos
Ah, Vida
De un niño que se vuelve hombre
Siempre cerca del mar cuando el sol
Le enseña a respirar allí donde se desvanece
La sombra de una gaviota…”

¿Qué se hicieron los días de mi infancia?, ¿Qué ha sido de las solariegas casas y sus jardines internos donde se escuchaba el coro de pájaros bebiendo en las fuentes? El mar, siempre el mar, el insondable y misterioso mar. El sol de mandarina cayendo, bola de fuego en el atardecer del horizonte marino. La brisa refrescando el caluroso puerto. Y los juegos a esa edad del presente eterno. ¡Ay la magia entre las manos! -el secreto perdido-. San Esteban y la selva y sus inmensos árboles, el río y sus apacibles aguas en el verano y turbulentas en el invierno. Las noches tenebrosas, los cuentos de aparecidos, el mundo y su incesante descubrimiento. Camaradas de la infancia muertos, perdidos, olvidados, tal vez por la vida destruidos: el alcohol, los pesares, las tristezas de la edad adulta. Mi primera bicicleta y mis patines, el bate de béisbol que me regaló un diciembre mi madre. Y todas esas pequeñas cosas, la felicidad de un niño sin deseos de ser adulto. Ayer tarde releí este poema de Rafael Cadenas[23]:

“Lo que no pasa

Infancia dormida en los rayos del sol
Cuánta luz para aquel niño
Ahora el me busca
Me desdoblo
Es absurdo volver los ojos a tus días
Vivir de tu suelo es cambiar un extraño por el que soy”.

Y encontré escrito debajo de los versos del excelente poeta venezolano, esto que no sé si logra ser un poema:

“¿Fui yo alguna vez ese niño?
¿El que subía árboles y techos?
¿El que sentía plena identidad con los pájaros,
y las aguas del río?
¿El que vivía el hoy eterno sin grietas?
¿La vida sin tiempo?”

Es curioso: cuando nos imaginamos volviendo al pasado-expresa Nabokov[24] por boca de uno de sus personajes novelescos-con el contrabando del presente, qué extraño sería encontrar allí, en lugares inesperados, a los prototipos de los conocidos de hoy, tan jóvenes y frescos, que en una especie de demencia lúcida no te reconocen…Pero, ay, incluso logramos, en un sueño, realizar este viaje de vuelta, en la frontera del pasado tu intelecto presente queda invalidado por completo, y en el ambiente de una clase reunida con atolondramiento por el torpe encargado de los accesorios de la pesadilla, vuelves a no saberte la lección- con todos los matices olvidados de aquellas viejas congojas escolares”[25]. A veces me he soñado adulto en un pupitre escolar, un examen de matemáticas, ¡carajo!, no he estudiado, temo ser aplazado; en otros sueños me desdoblo, en un momento soy profesor, en otro no me he graduado de abogado y debo rendir examen de una asignatura sin haber estudiado. Es el extraño y misterioso inconsciente. Ahora voy a buscar en la extraña memoria los recuerdos de mi amada San Esteban.










[1] Jorge M. Reverte. Una infancia feliz en una España feroz. Espasa, 2018.
[2] Henrique Meier. Horas clandestinas. Pavilo, Caracas, 2001.
[3] Durante el carnaval del año 1928 surgió un movimiento de protesta contra el gobierno Juan Vicente Gómez, encabezado por un grupo de estudiantes universitarios que pasaría a ser conocido como la Generación del 28. El objetivo principal del movimiento era el de impulsar un proceso de cambios en el sistema político venezolano. Para el autor Manuel Caballero, los jóvenes universitarios de la Generación del 28 inventaron la política en Venezuela, tomando en cuenta la forma civilizada de realizar sus protestas y canalizar sus peticiones al gobierno, un elemento que contrastaba totalmente con la forma tradicional de ejercer presión política hasta la fecha. Algunos de los miembros más destacados de la Generación del 28 fueron: Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Andrés Eloy Blanco, Juan Oropeza, Raúl Leoni, Humberto Tejera, Gustavo Machado, José Pío Tamayo, Edmundo Fernández y Juan Bautista Fuenmayor entre otros. En primera instancia el movimiento tenía un carácter restringido a la academia. De hecho, los eventos que se organizaron con motivo de las festividades del Carnaval de 1928 tenían por objeto recaudar fondos para la reactivación de la actividad cultural de la Universidad Central de Venezuela, tarea que ya habían emprendido con el apoyo del rector de esa casa de estudios, Diego Carbonell. Los estudiantes habían diseñado una agenda que constaba de diversas actividades; a saber:
  • Desfile desde la Universidad Central de Venezuela hasta el Panteón Nacional, en homenaje a los próceres de la patria.
  • Coronación de la reina de los estudiantes Beatriz I (Beatriz Peña), en el teatro Municipal.
  • Recital de la juventud, en un teatro capitalino.
  • Concentración juvenil en La Pastora.
  • Preparación de una becerrada que no se realizó por el sesgo que tomaron los acontecimientos.
Durante la coronación de la reina de los estudiantes, el poeta Pío Tamayo, antiguo exiliado político, leyó un poema que fue considerado como subversivo por las autoridades. Siguieron las intervenciones de algunos estudiantes, entre ellos Rómulo Betancourt, que también fueron consideradas inadecuadas, ante lo que las fuerzas de seguridad deciden actuar y ejercen la fuerza para disolver los festejos y encarcelar a los líderes estudiantiles y al poeta Pío Tamayo, quienes son trasladados al Cuartel de El Cuño. En respuesta a la detención de sus compañeros un grupo de alrededor de doscientos estudiantes se entregan a las autoridades y son conducidos hacia el Castillo de Puerto Cabello. En aquel lugar el gobierno les propone firmar una carta de arrepentimiento por su actitud subversiva y de esa manera quedar en libertad. Sin embargo, los jóvenes se niegan a firmarla y prefieren seguir detenidos. En Caracas, la ciudadanía responde de forma totalmente imprevista, se realiza una huelga general espontánea, cuya significación es de suma importancia, tomando en cuenta el grado de desmovilización y desorganización de una sociedad oprimida bajo el yugo de la dictadura gomecista. Luego de que los padres de los estudiantes firmarán una caución en la que se comprometían a velar porque sus hijos depusieran su actitud rebelde el régimen decide liberar a los estudiantes. El autor Manuel Caballero señala en su obra Las crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992) las principales consecuencia del surgimiento de la generación del 28, de las cuales consideramos pertinente señalas dos de ellas: 1. Cambia el escenario de las luchas políticas y sociales: se pasa del campo a la ciudad.  2. El esfuerzo por despersonalizar el ejercicio de la política y el poder. https://historiadevzla.wordpress.com/2012/06/01/generacion28/


[4] Nació el 1 de agosto de 1896 en Cumaná, estado Sucre. Cursó la enseñanza primaria y parte de la media, completando su formación académica en Caracas, graduándose en la Universidad Central de Doctor en ciencias políticas y sociales. Siendo un adolescente ganó el primer premio en los Juegos florales de Caracas en 1916Como poeta, sus composiciones tuvieron popularidad. En 1919 publicó su libro de versos "El huerto de la Epopeya", y en 1921 el poemario "Tierras que me Oyeron”. Entre 1923 y 1950 escribió: PodaBarco de PiedraGiraluna, y Beadeker 2000, y en prosa publicó: La Aeroplana Clueca, Episodios (1935); Malvina recobrada y Liberación y siembra (1937), además de la obra de teatro Abigail. En su obra destaca El alma inquietaEl río de las siete estrellasEl limonero del SeñorEl conejo blanco o en El gato verdeLa loca luz CaraballoA un año de tu luz y Canto a los hijos. Al triunfar la Revolución el 18 de octubre de 1945, ocupó el cargo de Presidente de la Asamblea Constituyente (1947), y en 1948 el de Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno constitucional de Rómulo Gallegos. Tras el golpe de estado de la Junta Militar en contra del gobierno de Gallegos, en 1948, se exilió en México, donde murió en un accidente automovilístico el 21 de mayo de 1955. www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/888/Andres%20Eloy%20Blanco.
[5] Por Real Cédula de 25 de septiembre de 1728, se constituía la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, con privilegio del comercio recíproco entre el Reino de España y la provincia de Venezuela. Prolongó sus días hasta 1785, cuando quedó refundida en Compañía de Filipinas. Los objetivos de la Compañía Guipuzcoana eran claros y definidos: por parte de la Provincia de Gipuzkoa y de los comerciantes del Consulado de San Sebastián, hacerse con el comercio del cacao de Venezuela -que hasta entonces llegaba a altos precios por manos holandesas-, y vender manufacturas en las colonias; por parte del Rey, evitar el contrabando que los extranjeros, sobre todo holandeses, realizaban en la colonia caraqueña. Si la empresa prosperaba, además, aumentarían los ingresos del Real Erario. El comercio de la Compañía estuvo fundamentado en el siguiente intercambio: en los viajes de ida, los navíos que salían del puerto de Pasaia o de Cádiz transportaban hierro vasco en sus más diversas formas (clavazón, hachas, rejas, etc.), tejidos -en su mayor parte de origen extranjero-, géneros de mercería y productos del agro andaluz (aceite, aceitunas, vinagre, aguardientes), así como vino, aguardientes y harinas de origen francés. Por parte de los géneros que regresaban de Caracas, sin duda el más importante en cuanto a cantidades y valor fue el cacao; pero no fue el único, ya que también llegaron regularmente café, algodón, y partidas de tabaco y cueros, géneros que en gran medida eran enviados a Holanda, sobre todo el tabaco. El 15 de julio de 1730 salieron del puerto de Pasaia, verdadera base de operaciones de la Compañía, las 3 primeras naves (las fragatas San Joaquín y San Ignacio y la galera Santa Bárbara), artilladas en total con 86 cañones y una tripulación de 561 hombres. Navíos y carga fueron asegurados en plazas europeas, al igual que se siguió haciendo en futuros viajes. Tres meses más tarde partió un cuarto navío, una fragata de gran porte. Los resultados comerciales de estas primeras expediciones fueron extraordinariamente provechosos para la Compañía, pues el retorno de dos de esas naves ya proporcionó a la Península 80.000 fanegas de cacao, compradas al precio de sólo 10 pesos y vendidas en España a razón de 45 pesos, lo que dio un beneficio neto de 738.000 pesos. En 1734, la Compañía Guipuzcoana comunicaba a su accionariado (es la primera compañía del reino de España que se conforma mediante el sistema de acciones) que contaba con nueve navíos, lo que pone de manifiesto el esfuerzo de la empresa mercantil por aumentar su comercio. A lo largo de su carrera, sus más de 70 barcos hicieron posible un fluido intercambio entre Gipuzkoa, Cádiz y Venezuela. Para ello dispuso de sus propios astilleros en Pasaia, de donde salió alrededor de la mitad de la flota. También recurrió al flete de naves extranjeras cuando las guerras u otras circunstancias así lo aconsejaron. La marinería y oficiales de los navíos fueron mayoritariamente de origen guipuzcoano. Asimismo, la construcción naval que se generó en los astilleros ofreció trabajo a mucha gente en la bahía de Pasajes. La Compañía, pues, más allá de sus beneficios comerciales, fue un auténtico motor de la economía guipuzcoana, hasta el punto de que el jesuita Larramendi se lamentaba de que los pueblos de la costa quedaban sin jóvenes que pudieran dedicarse a la pesca, atraídos por la Compañía Guipuzcoana.


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[6] Henrique Meier. Horas Clandestinas. Pavilo, Caracas, 2001.
[7] Rutherford, Nueva Jersey (1883 - id., 1963) Poeta estadounidense. Contrario al cosmopolitismo de T.S. Eliot y de Ezra Pound, quiso desarrollar una poética netamente americana, en la que el lenguaje se arraigase no en las ideas sino en las cosas. En 1909 publicó un poemario (Poems), y a partir de 1911 se instaló definitivamente en Rutherford. Tras la publicación de The tempers (1913), en 1917 apareció su primer poemario importante: Al que quiere. Empezó entonces una larga serie de publicaciones, que incluye los libros de poemas Sour Grapes (1921), Spring and all (1922), An early martyr (1935), Adam and Eve and the city (1936), Las nubes (1948), La música del desierto (1954), Journey to love (1955), Retratos de Brueghel (1962) e Imaginaciones (1970), y algunas recopilaciones de relatos y novelas, entre las que cabe citar A voyage to Pagany (1928) y la trilogía Stecher, formada por las novelas Mula blanca (1937), En el dinero (1940) y El enredo (1952). Completan su producción ensayos como In the American grain (1925), obras dramáticas como Muchos amores y otras piezas (1961) y algunos textos autobiográficos: Autobiografía (1951) y Yo quise escribir un poema (1958). Su obra fundamental es Paterson (en cinco volúmenes, 1946-1958), especie de epopeya del hombre moderno.
[9] Jean Martínez Ahrens. Steven Parquer “Los populistas están del lado oscuro de la historia. Entrevista dominical, http://elpais.es , edición del 17 de junio de 2018
[10] Puerto Cabello, enero 22, 2015.- Un gigantesco mero de 122 kilos de peso y 1.80 metros de longitud fue capturado por pescadores en las aguas de isla Larga, en el municipio Puerto Cabello, la mañana de este jueves. Rosalbo Azuaje y Pablo Moccó, pescadores del sector Playa Sonrisa de la ciudad, expresaron que el hallazgo ocurrió a eso de las 10:00 de la mañana, cuando se encontraban por la isla. Comentaron que la faena para llevarlo hasta la orilla fue dura, pues necesitaron de la ayuda de seis hombres para extraerlo del mar. Tuvieron que amarrarlo a la embarcación y traerlo remolcado, debido al peso no pudieron montarlo en la lancha. Los pescadores confesaron que ésta es la cuarta oportunidad en la que han pescado un mero de esta especie. Es muy difícil pescar uno de estos, aparecen cada cierto tiempo, en cuarenta años que tenemos en esto ésta es la cuarta vez que podemos conseguir uno. Una vez pescamos uno de 560 kilos, ha sido el más grande, dijo Azuaje. Durante todo el día, el gigantesco pescado fue la atracción de propios y turistas, quienes no dudaron en posar y tomarse fotografías, otros preguntaban por el precio para adquirirlo. Al final, Azuaje y Moccó, propietarios del mero, estaban en conversaciones para vendérselo al propietario de un restaurante conocido de la ciudad. Mero guasa. El mero guasa (Epinephelus itajara), también conocido como mero gigante, es una especie de pez de la familia Serranidae en el orden de los Perciformes. Los meros presentan un cuerpo robusto, con una cabeza grande en la que resaltan los ojos globosos y unas grandes mandíbulas. Su hábitat son las zonas rocosas de aguas templadas y tropicales con grandes piedras o cuevas submarinas, en cotas que oscilan entre los 4 y los 350 m. Los ejemplares más grandes pueden llegar a alcanzar más de 1 metro de longitud y más de 40 kg de peso. Se trata de especies hermafroditas proterogínicas, cuya madurez sexual se alcanza a los 5 años. Disponible en http://www.notitarde.com /La-Costa/Pescaron-un-mero-guasa-de-122-kilos-en-las-aguas-de-Isla-Larga/2015/01/24/486377/
[11] Henrique Meier. Horas Clandestinas. Pavilo, Caracas, 2001.
[12] Declaradas patrimonio cultural colombiano en 2008, las chivas –también conocidas como buses escalera porque tienen un ‘capacete’ o segundo piso a donde se llega por una escalera situada en la parte posterior– son uno de los buses más representativos de Colombia. La chiva es un transporte propio de las zonas rurales del país, aunque en los últimos años también se ha convertido en sinónimo de recreación, turismo y esparcimiento en las grandes ciudades y un atractivo del turismo en Colombia.
[13] Los Arahuacos son un grupo homogéneo compuesto por 14.799 personas, que habitan en un área de 195.900 hectáreas. El término Arahuaco, como se les ha llamado generalmente a los ika, fue acuñado por los españoles para denominar a la región situada en la vertiente sur del macizo, diferenciándola de otras provincias como la Tairona y Chimila. El término se generalizó a todos los indígenas de La Sierra Nevada de Santa Marta que sobrevivieron a la conquista hasta el siglo XIX. https://www.todacolombia.com/etnias-de-colombia/grupos-indigenas/arhuaco.html.
[14] Nikos Kazantzakis Candía (1885 - Friburgo, 1957) Narrador, poeta y dramaturgo griego cuyas novelas gozan de gran popularidad. En 1906, fecha en que escribió la primera de ellas, La serpiente y el lirio, y su primera obra teatral, Apunta el día, se doctoró en derecho en la Universidad de Atenas. En 1907 obtuvo un premio literario concedido por la misma universidad. En los dos años siguientes estudió filosofía en París en los cursos de Henri Bergson. posteriormente estudió también sociología en Berlín e historia del arte en Roma. Por esta época escribió otra obra dramática, El albañil, y la novela Almas rotas. Viajó luego ampliamente por España, Inglaterra, Rusia, Egipto, Palestina y Japón, estableciéndose en la isla de Egina antes de la Segunda Guerra Mundial. Fue ministro del gobierno griego (1945) y trabajó para la Unesco en París (1947-1948). Nikos Kazantzakis desarrolló una amplia y variada obra que incluye, además de su producción novelística, ensayos filosóficos como Ascesis (1927), libros de viajes, traducciones al griego moderno de clásicos de la literatura universal como la Divina Comedia de Dante y el Fausto de Goethe, y obras dramáticas: Nicéforo Focas (1927), Ulises (1928), Cristo (1928), Melisa (1953) y Teseo (1953). Escribió también poesía: La Odisea (1938) es un extraordinario poema épico en 33.333 versos que retoma la historia de Ulises donde la dejó Homero. Pero su fama se debe principalmente a sus novelas, ampliamente traducidas a diversos idiomas. Hasta 1946 no se publicaría la más célebre de todas ellas, Zorba el griego, retrato magistral de un extraordinario personaje real que el autor había conocido años antes, llamado Georges Zorba. La aparición en la vida del escritor de este hombre del pueblo, amante apasionado de la vida y filósofo intuitivo, dueño absoluto de su alma y de su cuerpo, propiedad que lo convierte en señor del mundo y maestro de la vida, fue trascendental para su obra. Zorba era la perfecta síntesis del tema insoslayable con que se inicia y concluye toda su actividad literaria: la búsqueda de la conjunción y goce de las dos fuerzas cósmicas, materia y espíritu, no vividas como antagonistas, sino como armonía. Para Kazantzakis "Todo hombre es un hombre Dios, carne y espíritu. He aquí por qué el misterio de Cristo no es solamente el misterio de un culto particular, sino que alcanza a todos los hombres". Otras de sus obras son Libertad o Muerte (1950), una pintura de la lucha del pueblo de Creta contra el dominio turco en el siglo XIX; Cristo de nuevo crucificado (1954), considerada la más importante de sus novelas; El pobre de Asís (1956), dedicada a San Francisco de Asís, donde expuso su concepción del cristianismo; y La última tentación de Cristo (1959), estudio psicológico revisionista sobre Jesús de Nazaret. El cinematógrafo adaptó varias de sus novelas: El que debe morir (Jules Dassin, 1958), adaptación de Cristo de nuevo crucificadoZorba el griego (Michael Cacoyanis, 1964, con Anthony Quinn en el papel protagonista), y La última tentación de Cristo (Martin Scorsese, 1988). https://www.biografiasyvidas.com/biografia/k/kazantzakis.htm.



[15] Henrique Meier. Embriagado de Misterio. Pavilo, Caracas, 1999.
[16] Paul Auster. 4,3,2,1. Seix Barral, 2017
[17] Paul Auster.4, 3, 2,1. Seix Barral, 2017.
[18]Un día como el de hoy de 1998 murió en la localidad coruñesa de Boiro Ramón Sampedro. El marinero gallego sufrió un accidente en 1968 que le produjo una tetraplejia postraumática que le supuso la inmovilidad total del cuerpo a excepción de la cabeza. En 1993 comenzó una batalla legal para que se permitiese que le suministrasen fármacos que aliviasen su dolor en caso de que dejase de ingerir alimentos, que después derivó en que se permitiese que se le ayudase a poner fin a su vida. En 1996 la audiencia de A Coruña dictaminó que no tenía ese derecho ya que la ayuda al suicidio era un delito. En enero de 1998 puso fin a su vida ingiriendo a través de una pajita el cianuro potásico contenido en un vaso que él mismo había solicitado pusiesen a su alcance. Llevaba 29 años y cuatro meses postrado en cama. En 2004 su historia fue llevada al cine por Alejandro Amenábar en un film que ganó el Óscar a la mejor película extranjera. Su caso sirvió para plantear abiertamente el debate de la ayuda al suicidio en España. https://canalhistoria.es/hoy-en-la-historia/muere-ramon-sampedro/

[19] Henrique Meier. Horas clandestinas. Pavilo, Caracas, 2001.
[20] Colombia decomisó el miércoles 16 de mayo casi 400 toneladas de alimentos en mal estado en el puerto de Cartagena de Indias que, según el operativo de la Policía Fiscal y Aduanera, iban a ser repartidos por los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, conocidos como CLAP, en Venezuela. Las más de 25.000 cajas con el logo CLAP (como se observa en las imágenes proporcionadas por la presidencia de Colombia) contenían productos como arroz, azúcar, harina y pasta y estaban infectadas por plagas por lo que no eran aptos para el consumo humano. "Se intervinieron 15 contenedores en uno de los muelles de exportación del puerto de Cartagena", ha relatado el general Juan Carlos Buitrago, director de la Policía Fiscal y Aduanera. Disponible en http://www.elpaís.es    edición del 18 de mayo de 2018.

[21] Guillermo Altares. La memoria es un país extraño, el país.es, edición del 4/09/2018.
[22] Odisseas Elytis. Antología. Alianza Editorial, 1989 Seudónimo de Odysseas Alepoudelis; Iráklion, 1911 - Atenas, 1996) Poeta y ensayista griego, uno de los más representativos de la renovación de la lírica moderna en Grecia. Obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1979. Hijo de una acomodada familia procedente de Mitilene, su vocación poética pronto le llevó a abandonar los estudios de derecho que cursaba en la Universidad de Atenas. Junto con Georgios Seferis, Yannis Ritsos, Andreas Embirikos y otros, Odysseas Elytis pertenece a la llamada Generación de 1930, pero mostró una personalidad peculiar dentro del movimiento vanguardista agrupado en torno a la revista Nea grammata (1935), que introdujo el surrealismo en su país. Atraído particularmente por la poesía de Paul Éluard, sus poemas más tempranos manifiestan una fuerte personalidad dentro de esa corriente. Orientaciones, publicado en 1940, recoge sus creaciones de esa época. Publicó más tarde Sol el primero (1943), libro donde tiende más al intimismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, tras unirse a la resistencia antifascista con los italianos en Albania, se convirtió en el portavoz de los jóvenes griegos. Uno de sus poemas, el Canto heroico y fúnebre para el subteniente caído en Albania (1945), es un himno a la libertad que tuvo gran repercusión en la posguerra. Después de la contienda no publicó nada durante casi tres lustros. En 1959 reapareció con Axion Esti, largo poema con reminiscencias del Canto a mí mismo de Walt Whitman. La tercera etapa de su poesía se caracteriza por la audacia formal, pero conserva su exaltación por la libertad y la energía vital: Dignum est (1959), Seis y un remordimiento para el cielo (1960), El árbol de la luz y la decimocuarta belleza (1971), Monograma (1972). Otras de sus obras son Ho halios ho heliatoras (1971), Los hijastros (1974), María Nefeli (1977) y Libro de señales (1977). Característica de su poesía es la constante búsqueda de la diafanidad. Él mismo lo ha explicado: "Al decir diafanidad entiendo que tras un objeto concreto puede aparecer algo diferente, y tras esto a su vez, otra cosa; y así sucesivamente". Elitys tradujo también a poetas como Paul Éluard, Arthur Rimbaud, el conde de Lautréamont, Pierre Jouve, Giuseppe Ungaretti, Federico García Lorca y Vladimir Mayakovsky, y a dramaturgos como Bertolt Brecht y Jean Giraudoux. Después del golpe militar de 1967, el llamado "poeta del mar Egeo" se estableció en París. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/e/elytis.htm.
[23] Rafael Cadenas. Obra entera. Fondo de Cultura Económica de España, 2006. El totalitarismo ha vuelto, ha sobrevivido, no hay que descuidarse. Hay que defender la democracia", dijo con una voz tenue, entre silencios, pero con un mensaje muy nítido. "Es muy importante la amistad entre España y Venezuela. Han desaparecido muchos periódicos, casi no hay espacio para la oposición...". Rafael Cadenas lanzaba un SOS tras otro al escaso auditorio. "La Universidad de Venezuela tiene casi 300 años y está en el suelo por la situación que vivimos", detalla. Además de vivir (o malvivir) en Caracas, y de responder sobre ello, a Cadenas le persigue un poema desde que lo escribió cuando tenía 32 años (y ahora cuenta 88). Pasaba una época de depresión y surgió Derrota. No es que lo rechace de plano, pero ya no se reconoce en él. Da igual. Donde va le preguntan por él. En América Latina es todo un himno: "Yo que no he tenido nunca un oficio/ que ante todo competidor me he sentido débil/ que perdí los mejores títulos para la vida/ que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución) ...". "No es que me sienta triunfante, sino que difiero, además menciono las guerrillas favorablemente y es un gran error recurrir a ese medio. Y tampoco lo escribí como un poema, sino uniendo frases que iban en la misma dirección". En la antología no aparece el poema, pero sí Fracaso, que Cadenas lo considera el contrapunto a Derrota, y donde se incluye este verso: "Me has hecho humilde, silencioso y rebelde". ¿Y se siente así? "Si hay alguien que dice que es humilde, no lo es; es como darse un título. ¿Callado? Sí, un poco. ¿Rebelde? Más que rebelde trato de ser consciente”. Los dos primeros libros de Cadenas, Los cuadernos del destierro (1960) y Una isla (1958), reflejaron y no sólo su estancia en la cárcel (tres meses) y su exilio (cuatro años) en la isla de Trinidad. "Eran versos un tanto exuberantes. Luego la poesía cambió, se acercó a la prosa, al habla. Y eso ha seguido hasta ahora". O sea, de libros como Memorial (1977), Amante (1983) y Gestiones (1992) a ese "ahora" que es En torno a Basho y otros asuntos (2016). Basho y sus haikus, sobre todo el que para Cadenas es el modelo: "Un viejo estanque:/ salta una rana, / ruido de agua". Pues la poesía de Cadenas, como el haiku, intenta capturar el presente, lo que existe, pero sin olvidar el pasado. "Es lo que trato de escribir, presente y pasado. ¿El futuro? No lo conocemos, es una fantasía”. No lejos de los haikus están otras debilidades de Cadenas, como el Maestro Eckhart, san Juan de la Cruz ("de quien escribí un pequeño libro") y la corriente clásica de la India ("pero sólo como lector, no como practicante"). También leyó a la Generación del 98 y del 27 gracias a la Colección Austral pero no a las posteriores, no han llegado a Venezuela. Y recuerda que cuando era periodista de un diario deportivo un ciclista le confesó que se sabía de memoria La voz a ti debida de Pedro Salinas. Y lo dice como ejemplo de un país que ama la poesía y la música. Y luego calla. https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2018/10/23/5bce1bf546163ffa5f8b45e5.html.
[24] Escritor, crítico literario y profesor ruso nacionalizado estadounidense, Vladimir Nabokov es considerado uno de los grandes autores en lengua inglesa del siglo XX, gracias a obras tan conocidas como Lolita, Ada o el ardor, Pálido fuego o Una belleza rusa. Nacido en una rica familia rusa, Nabokov hablaba tanto ruso como inglés y francés. Tras huir primero de la Rusia comunista e instalarse en Alemania e Inglaterra (donde realizó sus estudios en Cambridge), Nabokov abandonó la Europa de la II Guerra Mundial para vivir en Estados Unidos. A partir de 1938 escogió el inglés como lengua literaria y desde 1941 comenzó a dar clases de Literatura Comparada y Ruso en el Wellesley College, aunque también enseñó en otras universidades, como Cambridge o Cornell. El gran éxito de Lolita, polémica novela que ha sido adaptada al cine en varias ocasiones, permitió a Nabokov dedicarse por completo a la literatura, retirándose a la localidad suiza de Montreux, aunque siguió ofreciendo clases magistrales y conferencias sobre literatura en las que defendía su idea esteticista del arte. Su influencia es notable en autores como Pynchon, DeLillo o Banville. Además, Nabokov destacó como entomólogo aficionado, siendo responsable de la colección de mariposas de la Universidad de Harvard. http://www.lecturalia.com/autor/2513/vladimir-nabokov.
[25] Vladimir Nabokov. La dádiva. Anagrama, 1988


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