¿Crees que puedes borrar tu pasado, vivir sin recuerdos?




Los recuerdos, los recuerdos imágenes desdibujadas que se van esfumando en la niebla de la desmemoria. Ya todo eso pasó, y parte de mi quedó sepultada en el pasado. Pero sé que la felicidad existe; sin embargo, mientras se vive ese goce corporal y síquico no nos damos cuenta de esa plenitud, estamos demasiados inmersos en ese tiempo fuera del tiempo, sólo cuando llegan las inevitables tristezas, las decepciones, frustraciones y amarguras es cuando tomamos consciencia de que alguna vez fuimos felices. Y si logramos aunque sea por instantes percibir el mundo como niños podemos entonces tener momentos de felicidad: escuchar la biológica alegría de pájaros al amanecer, mirar al mar ¡Dios! qué obra tan maravillosa, el solo verlo me produce euforia, ganas de vivir, de confundirme con los peces y las algas, convertirme en delfín, recibir la caricia de esa brisa del atardecer, disfrutar el ocaso, la lenta transmutación de la luz al inicio de la noche presentida y las estrellas en noches despejadas, basta mirar hacia lo alto y contemplar el espectáculo del firmamento. Estoy seguro que Dios lo disfruta desde la eternidad.
Nostalgia del mar, sí, es constante, como la del laureado poeta griego Odisseas Elytis[1]:
Melancolía del Egeo”:
“¡Qué encadenamiento del alma con los alciones de la tarde!
¡Qué quietud en las voces de la lejana tierra firme!
El cuclillo en el pañuelo de los árboles
Y el místico instante de la cena de los pescadores
Y el mar que toca con la armónica
El lejano tormento de la mujer
De la hermosa que desnudó sus pechos
Cuando el recuerdo penetró en los nidos
¡Y las lilas rociaron con fuego el ocaso!”

Y este otro:

“Se olvidó la hora atardeciendo
Sin recuerdo
Con su árbol silente
Hacia el mar
Se olvidó atardeciendo
Sin un aleteo
Con su faz inmóvil
Hacia el mar
Atardeciendo sin amor
Con su boca inflexible
Hacia el mar
Y yo- en la serenidad que hechicé…”

Y este que me estremece el alma:
Aniversario

“Traje mi vida hasta aquí
A esta señal que combate
Siempre cerca del mar
Juventud sobre las rocas, pecho
Con pecho hacia el viento
Adónde ir un hombre
Que no es otra cosa que un hombre
Contando con sus frescos verdes
Instantes, con aguas las visiones
De su oído, con alas sus remordimientos
Ah, Vida
De un niño que se vuelve hombre
Siempre cerca del mar cuando el sol
Le enseña a respirar allí donde se desvanece
La sombra de una gaviota…”

¿Qué se hicieron los días de mi infancia?, ¿Qué ha sido de las solariegas casas y sus jardines internos donde se escuchaba el coro de pájaros bebiendo en las fuentes? El mar, siempre el mar, el insondable y misterioso mar. El sol de mandarina cayendo, bola de fuego en el atardecer del horizonte marino. La brisa refrescando el caluroso puerto. Y los juegos a esa edad del presente eterno. ¡Ay la magia entre las manos! -el secreto perdido-. San Esteban y la selva y sus inmensos árboles, el río y sus apacibles aguas en el verano y turbulentas en el invierno. Las noches tenebrosas, los cuentos de aparecidos, el mundo y su incesante descubrimiento. Camaradas de la infancia muertos, perdidos, olvidados, tal vez por la vida destruidos: el alcohol, los pesares, las tristezas de la edad adulta. Mi primera bicicleta y mis patines, el bate de béisbol que me regaló un diciembre mi madre. Y todas esas pequeñas cosas, la felicidad de un niño sin deseos de ser adulto. Ayer tarde releí este poema de Rafael Cadenas[2]:

“Lo que no pasa

Infancia dormida en los rayos del sol
Cuánta luz para aquel niño
Ahora el me busca
Me desdoblo
Es absurdo volver los ojos a tus días
Vivir de tu suelo es cambiar un extraño por el que soy”.

Y encontré escrito debajo de los versos del excelente poeta venezolano, esto que no sé si logra ser un poema:

“¿Fui yo alguna vez ese niño?
¿El que subía árboles y techos?
¿El que sentía plena identidad con los pájaros,
y las aguas del río?
¿El que vivía el hoy eterno sin grietas?
¿La vida sin tiempo?”

Es curioso: cuando nos imaginamos volviendo al pasado-expresa Nabokov[3] por boca de uno de sus personajes novelescos-con el contrabando del presente, qué extraño sería encontrar allí, en lugares inesperados, a los prototipos de los conocidos de hoy, tan jóvenes y frescos, que en una especie de demencia lúcida no te reconocen…Pero, ay, incluso logramos, en un sueño, realizar este viaje de vuelta, en la frontera del pasado tu intelecto presente queda invalidado por completo, y en el ambiente de una clase reunida con atolondramiento por el torpe encargado de los accesorios de la pesadilla, vuelves a no saberte la lección- con todos los matices olvidados de aquellas viejas congojas escolares”[4]. A veces me he soñado adulto en un pupitre escolar, un examen de matemáticas, ¡carajo!, no he estudiado, temo ser aplazado; en otros sueños me desdoblo, en un momento soy profesor, en otro no me he graduado de abogado y debo rendir examen de una asignatura sin haber estudiado. Es el extraño y misterioso inconsciente. Ahora voy a buscar en la extraña memoria los recuerdos de mi amada San Esteban.






[1] Odisseas Elytis. Antología. Alianza Editorial, 1989 Seudónimo de Odysseas Alepoudelis; Iráklion, 1911 - Atenas, 1996) Poeta y ensayista griego, uno de los más representativos de la renovación de la lírica moderna en Grecia. Obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1979. Hijo de una acomodada familia procedente de Mitilene, su vocación poética pronto le llevó a abandonar los estudios de derecho que cursaba en la Universidad de Atenas. Junto con Georgios Seferis, Yannis Ritsos, Andreas Embirikos y otros, Odysseas Elytis pertenece a la llamada Generación de 1930, pero mostró una personalidad peculiar dentro del movimiento vanguardista agrupado en torno a la revista Nea grammata (1935), que introdujo el surrealismo en su país. Atraído particularmente por la poesía de Paul Éluard, sus poemas más tempranos manifiestan una fuerte personalidad dentro de esa corriente. Orientaciones, publicado en 1940, recoge sus creaciones de esa época. Publicó más tarde Sol el primero (1943), libro donde tiende más al intimismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, tras unirse a la resistencia antifascista con los italianos en Albania, se convirtió en el portavoz de los jóvenes griegos. Uno de sus poemas, el Canto heroico y fúnebre para el subteniente caído en Albania (1945), es un himno a la libertad que tuvo gran repercusión en la posguerra. Después de la contienda no publicó nada durante casi tres lustros. En 1959 reapareció con Axion Esti, largo poema con reminiscencias del Canto a mí mismo de Walt Whitman. La tercera etapa de su poesía se caracteriza por la audacia formal, pero conserva su exaltación por la libertad y la energía vital: Dignum est (1959), Seis y un remordimiento para el cielo (1960), El árbol de la luz y la decimocuarta belleza (1971), Monograma (1972). Otras de sus obras son Ho halios ho heliatoras (1971), Los hijastros (1974), María Nefeli (1977) y Libro de señales (1977). Característica de su poesía es la constante búsqueda de la diafanidad. Él mismo lo ha explicado: "Al decir diafanidad entiendo que tras un objeto concreto puede aparecer algo diferente, y tras esto a su vez, otra cosa; y así sucesivamente". Elitys tradujo también a poetas como Paul Éluard, Arthur Rimbaud, el conde de Lautréamont, Pierre Jouve, Giuseppe Ungaretti, Federico García Lorca y Vladimir Mayakovsky, y a dramaturgos como Bertolt Brecht y Jean Giraudoux. Después del golpe militar de 1967, el llamado "poeta del mar Egeo" se estableció en París. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/e/elytis.htm.
[2] Rafael Cadenas. Obra entera. Fondo de Cultura Económica de España, 2006. El totalitarismo ha vuelto, ha sobrevivido, no hay que descuidarse. Hay que defender la democracia", dijo con una voz tenue, entre silencios, pero con un mensaje muy nítido. "Es muy importante la amistad entre España y Venezuela. Han desaparecido muchos periódicos, casi no hay espacio para la oposición...". Rafael Cadenas lanzaba un SOS tras otro al escaso auditorio. "La Universidad de Venezuela tiene casi 300 años y está en el suelo por la situación que vivimos", detalla. Además de vivir (o malvivir) en Caracas, y de responder sobre ello, a Cadenas le persigue un poema desde que lo escribió cuando tenía 32 años (y ahora cuenta 88). Pasaba una época de depresión y surgió Derrota. No es que lo rechace de plano, pero ya no se reconoce en él. Da igual. Donde va le preguntan por él. En América Latina es todo un himno: "Yo que no he tenido nunca un oficio/ que ante todo competidor me he sentido débil/ que perdí los mejores títulos para la vida/ que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución) ...". "No es que me sienta triunfante, sino que difiero, además menciono las guerrillas favorablemente y es un gran error recurrir a ese medio. Y tampoco lo escribí como un poema, sino uniendo frases que iban en la misma dirección". En la antología no aparece el poema, pero sí Fracaso, que Cadenas lo considera el contrapunto a Derrota, y donde se incluye este verso: "Me has hecho humilde, silencioso y rebelde". ¿Y se siente así? "Si hay alguien que dice que es humilde, no lo es; es como darse un título. ¿Callado? Sí, un poco. ¿Rebelde? Más que rebelde trato de ser consciente”. Los dos primeros libros de Cadenas, Los cuadernos del destierro (1960) y Una isla (1958), reflejaron y no sólo su estancia en la cárcel (tres meses) y su exilio (cuatro años) en la isla de Trinidad. "Eran versos un tanto exuberantes. Luego la poesía cambió, se acercó a la prosa, al habla. Y eso ha seguido hasta ahora". O sea, de libros como Memorial (1977), Amante (1983) y Gestiones (1992) a ese "ahora" que es En torno a Basho y otros asuntos (2016). Basho y sus haikus, sobre todo el que para Cadenas es el modelo: "Un viejo estanque:/ salta una rana, / ruido de agua". Pues la poesía de Cadenas, como el haiku, intenta capturar el presente, lo que existe, pero sin olvidar el pasado. "Es lo que trato de escribir, presente y pasado. ¿El futuro? No lo conocemos, es una fantasía”. No lejos de los haikus están otras debilidades de Cadenas, como el Maestro Eckhart, san Juan de la Cruz ("de quien escribí un pequeño libro") y la corriente clásica de la India ("pero sólo como lector, no como practicante"). También leyó a la Generación del 98 y del 27 gracias a la Colección Austral pero no a las posteriores, no han llegado a Venezuela. Y recuerda que cuando era periodista de un diario deportivo un ciclista le confesó que se sabía de memoria La voz a ti debida de Pedro Salinas. Y lo dice como ejemplo de un país que ama la poesía y la música. Y luego calla. https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2018/10/23/5bce1bf546163ffa5f8b45e5.html.
[3] Escritor, crítico literario y profesor ruso nacionalizado estadounidense, Vladimir Nabokov es considerado uno de los grandes autores en lengua inglesa del siglo XX, gracias a obras tan conocidas como Lolita, Ada o el ardor, Pálido fuego o Una belleza rusa. Nacido en una rica familia rusa, Nabokov hablaba tanto ruso como inglés y francés. Tras huir primero de la Rusia comunista e instalarse en Alemania e Inglaterra (donde realizó sus estudios en Cambridge), Nabokov abandonó la Europa de la II Guerra Mundial para vivir en Estados Unidos. A partir de 1938 escogió el inglés como lengua literaria y desde 1941 comenzó a dar clases de Literatura Comparada y Ruso en el Wellesley College, aunque también enseñó en otras universidades, como Cambridge o Cornell. El gran éxito de Lolita, polémica novela que ha sido adaptada al cine en varias ocasiones, permitió a Nabokov dedicarse por completo a la literatura, retirándose a la localidad suiza de Montreux, aunque siguió ofreciendo clases magistrales y conferencias sobre literatura en las que defendía su idea esteticista del arte. Su influencia es notable en autores como Pynchon, DeLillo o Banville. Además, Nabokov destacó como entomólogo aficionado, siendo responsable de la colección de mariposas de la Universidad de Harvard. http://www.lecturalia.com/autor/2513/vladimir-nabokov.
[4] Vladimir Nabokov. La dádiva. Anagrama, 1988

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