La huida de la realidad o el “Síndrome del Avestruz”, publicado en soberanía.org, página clausurada por la narcodictadura militarista comunista asociada al terrorismo internacioanal



Publico este artículo a propósito de la situación de Venezuela  
Henrique Meier* / Soberania.org - 08/06/12
Nos falta una dosis razonable de lucidez y sensatez, sentido común
¿Qué es la realidad?

Pareciera una pregunta tonta; sin embargo, no pocos tienen conciencia de eso que llamamos realidad, viven como los gatos o las aves inmersos en un “hoy eterno”, o aferrados a fantasías, huyendo del mundo y sus circunstancias, y de sí mismos: el síndrome del avestruz, meter la cabeza bajo tierra para no ver lo que sucede alrededor, ignorando los riesgos y vulnerabilidades de la vida individual y colectiva.

La principal vulnerabilidad  del país es la del
“rentismo petrolero” que caracteriza el modelo histórico de la economía nacional desde el descubrimiento del “oro negro” (1914). Un Estado y una sociedad que dependen de los ingresos derivados de la explotación y comercialización del petróleo, y por tanto, del fluctuante precio del barril de petróleo en el mercado internacional.

La frase “sembrar el petróleo”, atribuida al insigne  intelectual Arturo Uslar Pietri, resume el imperativo de emplear  parte de los ingresos petroleros para financiar la inversión en actividades productivas sustentables (agricultura, ganadería, industria, energías renovables, desarrollo forestal, turismo, investigación científica, innovación tecnológica, etc.) creadoras de una auténtica riqueza interna, que reduzca progresivamente la dependencia petrolera, y en consecuencia, el riesgo que representa la disminución de esa renta por una drástica caída del precio del barril petrolero.

Esa realidad ha sido tradicionalmente ignorada o subestimada por la mayoría del país. El venezolano medio cree que vive en un país rico, y que en su condición de nacional le corresponde una parte del ingreso petrolero. De allí la poca propensión al ahorro y la debilidad de la “cultura del trabajo”, del esfuerzo para realizar actividades productivas, reforzada por la ideología del “populismo clientelar” practicada por los sucesivos gobiernos, democráticos y autoritarios”, o el perverso concepto del “Estado distribuidor” (el “Ogro Filantrópico”, en la expresión de Octavio Paz) que concede dádivas a la población, a cambio de lealtad al gobernante de turno.

Vivimos “atareados”, dedicados a una hiperactividad carente de sentido, en un torbellino que esconde la ausencia de “subjetividad consciente”, y la capacidad para conocer y reflexionar en forma crítica acerca del “ser” y el “estar” en el mundo. Como bien enseña Savater en su obra “La Vida Eterna”
[1]:
“El ser pertenece a las opciones personales de cada uno, que opta por elegir y practicar su panoplia de identidades de diverso tipo, favoreciendo a unas respecto de otras de acuerdo con su propio criterio de excelencia personal. El estar, en cambio, se ocupa de los requisitos de la convivencia armónica de todos y por tanto debe establecer pautas democráticas institucionales que prevalezcan en caso de colisión con las exigencias de cualquiera de las entidades privadas. El ser es una búsqueda personal pero el estar es una exigencia conjunta… fundamentadora de las libertades que permiten la pluralidad de identidades”.
No se trata de postular un estilo de vida que conduzca a una angustia existencial permanente, producto de pensar continuamente en la cruda realidad, y por tanto, de subestimar las fantasías, los sueños y las ilusiones, pues difícilmente se puede afrontar el irreversible hecho del ser que va a morir (Sartre), sin el consuelo que nos proporcionan esos modos de evadirnos del aquí y ahora. Ni el sol, ni la muerte, pueden mirarse de frente (La Rochefoucauld).

Pero, tampoco se puede negar, rechazar el mundo tal como es y lo que somos. Por más que pretenda vivir al margen, simulando, haciendo como si no existiera el “aquí” y el “ahora”, las circunstancias de tiempo y lugar que rodean mi existencia, no por ello desaparecerán por arte de magia (la típica expresión ante una situación dramática: “Esto no me está sucediendo a mí”).

La lucidez, la conciencia crítica respecto de la realidad (la sociedad: los otros, mi propia vida) es lo que permite adaptarse conscientemente a ella, reconociendo los peligros y vulnerabilidades que nos amenazan, así como actuar con el objetivo de cambiarla,  a pesar de que no es  tarea que esté exenta de grandes dificultades (la resistencia a los cambios). A este respecto, Eric Fromm en su magnífico libro “Avoir ou Etre ?, Un choix dont dépend l´Avenir de l´Homme”
[2] expresa:
“…conocer comienza con la toma de conciencia acerca del carácter engañoso de las percepciones  del 'buen sentido', pues la imagen que nos hacemos de la 'realidad física' no se corresponde con la 'realidad efectiva', ya que la mayoría de los individuos viven semi despiertos, medio dormidos, y en ese estado no se dan cuenta, en gran parte de su existencia, de lo que  consideran como verdadero, y de que ello podría ser una mera ilusión producto de la sugestiva influencia del mundo social donde viven. En consecuencia, conocer comienza por la quiebra de las ilusiones, vale decir, por la desilusión o proceso de 'desencanto'. Conocer significa trascender la superficie para acceder a las raíces, y por consiguiente, a las causas; conocer significa 'ver' la realidad en toda su desnudez y crudeza. Conocer no significa poseer la verdad, sino superar la superficie y luchar de manera crítica y activa para aproximarse poco a poco a la verdad”.
Esa reflexión es perfectamente aplicable al país. Somos una sociedad caracterizada por la banalidad, la trivialidad, la superficialidad. Y esa propensión a quitarle gravedad a los hechos que vulneran valores humanos esenciales. Dejé de participar en aquellas multitudinarias marchas de la sociedad civil contra el régimen chavista, cuando  en el grupo en el  que marchaba alguien gritó “El que no se agache es chavista”, no lo hice porque me pareció poco serio, y comenzaron a gritarme “chavista”, “chavista”.

Un gobernador de estado y un alcalde organizaron en la Autopista del Este, en los alrededores del puente que comunica con Altamira,  una fiesta con las orquestas Billo y los Melódicos para festejar el fin  del fatídico año 2002 en el que murieron 19 personas y otras cientos sufrieron heridas el
12 de abril de ese año.  En los foros sobre la crisis de la democracia en Venezuela no falta la ponencia sobre “política y humor”, siempre la más aplaudida, tal vez el “gancho” de los organizadores para atraer público. Un conocido cómico (bufón) de la televisión dirige un comando de campaña del candidato de la oposición. Y Chávez divierte a sus seguidores con chistes (pésimos) aplaudidos por las focas de su entorno.

Nos sobran el “humor”, “la burla”, “la aparente viveza”, “el petróleo”, “la felicidad” (¿el segundo pueblo más feliz de América Latina?); pero, nos falta una dosis razonable de lucidez y sensatez, sentido común. Ya lo dice el dicho popular “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Ese rasgo de la sociedad nacional actual pareciera ser común a otras sociedades. El notable escritor, novelista e intelectual Mario Vargas Llosa en la cumbre de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) efectuada en Madrid el 7 de octubre de 2008 dictó una conferencia, “La Civilización del Espectáculo”, en la que esbozó un mundo cuya tabla de valores está ocupada por el entretenimiento y la diversión –según reseña el periodista R.G. Gómez en la edición impresa del diario “El País” de esa misma fecha (Vid, elpais.es).

Comenta el comunicador que Vargas Llosa expresó que la literatura, el cine, la música, las artes plásticas, la política y el periodismo se han dejado arrastrar por “la trivialización y el adocenamiento. En esta nueva civilización, la cocina y la moda acaparan el espacio que otrora ocupara la cultura y la filosofía. Y los políticos que antes se fotografiaban con científicos, se sitúan ahora al lado de las estrellas de la música o actores. En la calle, el cómico es el rey, mientras que el intelectual se ha esfumado del debate público porque en la sociedad del entretenimiento el intelectual sólo interesa si sigue el juego de moda o se vuelve bufón”. Sobre ese mismo tema, el laureado escritor en un artículo publicado en el diario la Nación en su edición del 25 de septiembre de 2010, “La Era del Bufón”, refiriéndose al impacto de la civilización del espectáculo sobre los medios de comunicación, señaló:
“La información en nuestros días no puede ser seria, porque, si se empeña en serlo, desaparece o, en el mejor de los casos, se condena a las catacumbas. La inmensa mayoría de esa minoría que se interesa todavía por saber que ocurre diariamente en los ámbitos políticos, económicos, sociales y culturales en el mundo, no quiere aburrirse leyendo, oyendo o viendo sesudos análisis ni complejas consideraciones, llenas de matices, sino entretenerse, pasar un rato ameno, que la redima de la coyunda, las frustraciones y los trajines del día. No es casual que un periódico como Le Monde, en Francia, que es uno de los periódicos más serios y respetables de Europa, haya estado varias veces, en los últimos años, a las puertas de la bancarrota, se ha salvado recientemente una vez más, pero quien sabe por cuánto tiempo, a menos que se resigne a dar más espacio a la noticia-diversión, la noticia-chisme, la noticia-frivolidad, la noticia-escándalo, que ha ido colonizando de manera sistemática a todos los medios de comunicación, tanto del Primer Mundo como del Tercer Mundo, sin excepciones. Para tener derecho a la existencia y a prosperar los medios ahora no deben dar noticias sino ofrecer espectáculos, que por su color, humor, carácter tremendista, insólito, subido de tono, se parezca a los reality shows donde verdad y mentira se confunden igual que en la ficción”.[3]

.......................................................
Notas:
[1] Savater, Fernando (2007). La Vida Eterna. Ariel, Barcelona, p 156.
[2] Fromm, Eric (1978). Avoir ou Etre, Un choix dont dépend l´Avenir de l´Homme. Robert Laffont, Paris, p. 78. Traducción libre.
[3] En http://www.lanation,com
Share |
[*] Henrique Meier / Abogado / Profesor y Director del Área de Estudios Jurídicos y Políticos. Decanato de Estudios de Postgrado de la Universidad Metropolitana, Venezuela. / Twitter: @Meier Henrique / E-mail: hmeier@unimet.edu.ve




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Tio Tigre y Tio Conejo (fábulas de mi tierra)

El origen de la sociabilidad humana

La misteriosa esfera de los sueños