¡Al fin tendremos trabajo!
¡Al fin tendremos trabajo! Henrique Meier Exclamó Margarita, luego de hablar por el celular (móvil). Tristán, su marido, intrigado le preguntó- ¿De qué hablas chica?, ¿trabajo?, no puede ser, no puede ser, ahora menos con el jodido virus chino. La pareja tenía 4 años en Elche, ciudad española, habían llegado de Venezuela huyendo de aquella tragedia denominada eufemísticamente “Catástrofe humanitaria”, como si la caída en el abismo de ese país, otrora considerado como uno de los más “prósperos” de Latinoamérica, hubiese sido la consecuencia de un algún hecho azaroso, imprevisible, una suerte de diluvio durante 40 días y sus noches, una secuencia de terremotos en sus principales ciudades, ¡qué se yo!, y no el resultado de 18 años de un régimen de poder calificado por un eminente psiquiatra “la secta destructiva”, cuya gestión de odio, violencia y destrucción había sido todo un éxito. Al arribar a la madre patria creían que podrían conseguir trabajo, co