El drama de Fulgencio o la obsesión por seguir activo en la aventura más grata desde el desventurado Adán
Henrique Meier Fulgencio fue durante su juventud un hombre comedido como pocos jóvenes, no fumaba, ni bebía, se ejercitaba en forma moderada, se alimentaba sin incurrir en excesos, se acostaba y levantada a la misma hora, lo mismo hacía con el horario de las comidas, toda una disciplina espartana, pues. No apostaba a los caballos en los hipódromos, tampoco en los resultados de los partidos de fútbol, jamás se acercaba a una traga perras y de los bingos ni hablar. Pero, como en la viña del Señor no hay hombres perfectos, todos tenemos algún vicio, un secreto, un algo que nos desvíe del duro camino de la rectitud, Don Fulgencio era un follador insigne, singador, culeador. No había día en que el probo varón no deseara “pasar por las filas” a alguna dama. Para garantizarse revolcones seguros contrajo matrimonio desde joven-No quería seguir pagando a las trabajadoras sociales del sexo, a las servidoras públicas que alivian la líbido de los hombres tímidos que se atreven a abordar a